Antonio seguía con su vida usual entre festivales de la canción, actuaciones esporádicas en los pueblos y cobrando letras para su abuelo que ya estaba muy mayor y era sustituido por su tío Fidel que le controlaba y ataba corto. Por aquellas fechas empezó a ser asiduo oyente de los programas de radio que tenían que ver con los concursos de cantantes y de humoristas que gozaban de gran audiencia. “Quiero ser un triunfador”, “Invitación a la fama” y otros del mismo estilo, dirigidos por Boby Deglané que era el locutor estrella de las ondas y trabajaba libre de contrato con distintas emisoras.
En la barbería, donde acudía de vez en cuando para oír algún partido de su querido Atlético de Madrid, en los bares donde trasegaba zumos refrescantes y gaseosas “La Pitusa” de litro, o en algún taller de zapatero remendón como el del “cojo Tufo” donde intercambiaba novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía y policiacas escritas por el mismo autor pero con diferentes seudónimos, en todos ellos, había siempre una radio donde se informaba de los concursos de cantantes y Antonio tenía que oír la misma letanía. “Rija, como fueras a la radio ganabas el primer premio” “Bien seguro” añadía alguno de los presentes, y Antonio se escurría del tema hablando de novelas y algunas veces leyendo de forma teatralizada algún pasaje de estas. Cuando esto ocurría en la zapatería del “cojo Tufo” los muchachos del lugar escuchaban arrobados desde la calle con la puerta abierta. Era puro teatro en vivo a falta de televisión. Aquellas novelas eran devoradas por Antonio que posteriormente intercambiaba con “Racitos” el escribiente del ayuntamiento que después de rellenar innumerables impresos, cartas y escritos, leía con fruición las novelas policiacas de la colección “punto rojo”, de Silver Kane y sus novelas del oeste. “Racitos” marcaba con una equis las novelas leídas para no equivocarse y comentaba con Antonio el argumento. No le importaba dejarse la vista a chorros leyendo las novelas editadas por Bruguera con letra pequeña y a veces casi ilegibles. Usaba unas pesadas gafas con cristales gruesos, y acercaba la novela hasta casi rozarla con ellas para poder leerlas. No le importaba, porque se evadía de su monótona vida gris entre legajos y gente sin interés. Antonio le apreciaba y sintió como un desgarro en el pecho cuando se enteró de que, camino del cementerio, al atravesar la carretera por un sitio sin apenas visibilidad, y con su mala vista, fue arrollado por un vehículo causándole la muerte. Ironía del destino. Iba camino del cementerio para visitar la tumba de la familia, llevando en el bolsillo de la usada chaqueta una novela de Silver Kane. “La muerte no espera”. Antonio se sentía huérfano sin poder comentar con nadie las novelas que leía y decidió visitar a Cristian, un chico de Madrid que iba al pueblo a la casa que tenía su familia en las fechas de la vendimia. Lo había conocido recientemente en los paseos de “la Zarza” cuando se lo presentó Pepe el “Latino” que había estado en su casa de Madrid. Le había resultado simpático y quiso aprovechar sus días de estancia en el pueblo para hablar con él. Se cayeron bien mutuamente y pronto hablaban de tebeos, novelas y futbol como si fueran amigos de siempre. Cristian conocía a los personajes de los tebeos, que también coleccionaba como Antonio, lo que les permitía hablar de ellos sin tener que andar dando explicaciones de las aventuras y odiseas de los mismos. De fútbol también hablaban sin tener los enfrentamientos usuales de los partidarios de diferentes equipos, que se insultaban y menospreciaban habitualmente. Precisamente ese mismo año se había producido un enfrentamiento entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid en semifinales de la copa de Europa que necesitó de un tercer partido de desempate en la Romareda de Zaragoza que terminó ganando el Real Madrid por 2 a 1 con goles de Distéfano y Puskas y el tanto del Atlético lo marcó Collar. Aquella eliminatoria provocó innumerables polémicas que duraron todo el año. Sin embargo, no fue motivo de discusión entre ellos sino de risa y entretenimiento. Aquella nueva amistad le fue muy útil a “Rija” ya que Cristian también se relacionaba con los muchachos del barrio del “Lugar” que necesariamente debía atravesar Antonio en sus viajes a Peralares para la adquisición de tebeos y era usual que si tropezaba con alguno de ellos sufriera la requisa de los tebeos o algún que otro pescozón. Aconteció que estando Cristian cortándose el pelo en la pequeña barbería de “Tarina” cercana a su casa, cuando irrumpieron en el pequeño local con alboroto unos muchachos del “Lugar” teniendo en medio de ellos a “Rija” que intentaba darles explicaciones sin éxito. “Tarina” dejó las tijeras y dando una voz les mandó callar, lo que aprovecho Antonio para dirigirse a Cristian que había girado la butaca de barbero con curiosidad. “Cristian, haz el favor de decirle a estos facinerosos que no me quiten los cuentos ni me peguen porque soy amigo tuyo.” ¿Qué nos ha llamao? Facinerosos. “Y eso qué es. No lo sé, pero lo dicen en los cuentos del Cachorro. Intervinieron los muchachos que acompañaban a “Rija”. “Tarina” no salía de su asombro por la repentina irrupción en el cuartucho y más aún cuando oyó de lo que hablaban. ¿¡Qué formas son esas de entrar en la barbería!? Cristian puso paz dirigiéndose a los muchachos del “Lugar”. “Bueno, no es necesario ponerse así por unos tebeos. Si es eso lo que queréis, ahora cuando termine “Tarina” de cortarme el pelo, venid a casa y os daré unos cuantos” Y eso hicieron ante el asombro del barbero que se quedó rezongando en el diminuto local. “No debéis retener a “Rija” cuando pase por el barrio ni quitarle los tebeos, porque es amigo mío y ya sabéis el dicho “Los amigos de mis amigos son mis amigos” Aquello les sonó bien y aceptaron gustosos y aún más cuando Cristian les dio unos tebeos, añadiendo en plan de personaje de estos. “Para que no haya equívoco le haré a mi amigo “Rija” un salvoconducto para que pueda circular libremente por el barrio del “Lugar” enseñándolo cuando sea necesario”. Seguidamente cogió un trozo de cartulina y escribió con letra muy historiada:
El portador de este documento, Antonio Morales alias “Rija” no será molestado ni expropiado de los cuentos que lleve porque es amigo mío. No le lleguéis.
Firmado: Cristian. En Membrillares.