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Capítulo 17. La Acción Católica. "Estar hasta donde el cura de gachas"

 La juventud del pueblo se aburría y no encontraba un lugar donde poder reunirse a charlar, jugar a las cartas o cualquier otra actividad, por eso D. Diego, el cura de aquellos años, con la mejor intención creó el grupo de “acción católica” habilitando para ello un local de la casa rectoral junto a la ermita de san Dimas. Antonio sabía de su existencia, pero desconocía su funcionamiento y quienes componían sus miembros asociados. Por eso le picó la curiosidad cuando una tarde se le acercaron la “Zutana” y Matricio que, tras un rato de charla, se despidieron de él. “Bueno Rija, te dejamos porque nos vamos a la “acción católica” a echar unas partidas de cartas. ¿Te quieres venir?” “Y ¿Qué es lo que hay ahí?” -contestó intrigado. “Pues unas mesas y sillas, una biblioteca, radio y muchas cosas más. Está muy bien, Venga anímate hombre” le contestó Matricio. “¿Y quiénes son los que van por allí?”, siguió intrigado Antonio. “Pues todo el mundo. Tolosa, Imaginero, Corazón de León, Cameras, Florián…” Al oír aquel nombre, Antonio dio un respingo y un paso atrás. “Entonces no contéis conmigo estando ese allí” “Pero si no puede pasar nada, porque la gente se porta bien y D. Diego vigila desde su despacho.

Además, puede ser motivo y ocasión para que hagáis las paces, ya lo verás” Le intentó convencer la “Zutana”, y así estuvieron un rato hasta que Antonio venció sus recelos y se animó a ir movido por la curiosidad. El local era amplio, luminoso y estaba limpio, lo que ya era mucho a su favor. Como eran los primeros encendieron las luces y pusieron la radio para oír el programa de “peticiones del oyente” en radio Intercontinental de Madrid donde podían escuchar música muy variada, y se pusieron a jugar al tute bebiendo unos refrescos. Nadie podría haber sabido que era un local de la Iglesia, a pesar del crucifijo de la pared, porque en todos los locales, fueran oficiales o no, siempre había uno. Fueron llegando muchachos, que conocía Antonio, y que no se extrañaron de verle allí. En un momento dado llegó Florián y se hizo un silencio sepulcral. Todos quedaron expectantes unos segundos que a Antonio se le hicieron eternos. La voz de D. Diego llamando a la capilla para hacer la “visita” rompió la tensión del momento, y todos se dirigieron a la capilla de san Dimas. Antonio no sabía de lo que se trataba, pero se unió a ellos con curiosidad. La ermita estaba solitaria y solo había encendida una luz en el altar lo que favorecía el recogimiento. Uno por uno, fueron diciendo en voz alta sus “pecados” y problemas con su firme deseo de corregirse, hasta que le llegó el turno a Antonio que ni corto ni perezoso expuso veladamente sus problemas con Florián sin nombrarle, y su deseo de volver a ser amigos. Para él no representaba un esfuerzo hablar en público y se recreaba en su discurso añadiendo algunas ocurrencias jocosas que relajaron el ambiente.  Cuando le llegó la vez a Florián, este habló de generalidades que no le comprometían a nada.  Había pasado el momento de mayor tensión sin problemas por lo que Antonio se sintió optimista de cara a las próximas reuniones y con esa idea se despidió de sus amigos y regresó a su casa. Los sábados celebraban “círculo” que consistía en una reunión en la que se debatían diferentes temas y sus aspectos religiosos. Antonio, con su espíritu de contradicción solía llevar la contraria a todos argumentando con razones ingeniosas lo que le granjeaba la simpatía de los demás. Trascurrían los días sin ninguna novedad lo que aumentó la confianza de Antonio. Los primeros sábados de cada mes se organizaba un espectáculo al que llamaban “Fiesta en el aire” en el que participaba todo aquel que espontáneamente se animaba a cantar, recitar, contar una historia o chistes, o bien tocar la guitarra o cualquier otro instrumento musical. Antonio, animado por don Diego se dedicaba a catequizar a muchachos para que fueran a la fiesta y terminaran haciéndose asiduos de la acción católica. Pero estos solían ser los de peor carácter y costumbres, provocando salidas de tono y numerosos altercados y follones. Florián pertenecía en la “acción católica” a un grupo distinto al de Antonio, y don Diego, conocedor de la enemistad entre ambos le sugirió a Antonio que cuando actuase le dedicara una canción a Florián para romper el hielo. Y así lo hizo en la siguiente “Fiesta en el aire” cuando inició su actuación con una dedicatoria. “Mi actuación de hoy se la dedico a mi buen amigo Florián para que aprenda a querer al prójimo” los asistentes prorrumpieron en sonoras carcajadas mientras Antonio buscaba con la mirada a Florián sin resultado porque no estaba presente, y comenzó su actuación con una relación inventada por él, de los comercios del pueblo reunidos a modo de Guía Comercial.

 

  •  “¡Ojo! Mantecados, la juliana de Rastrojo. 
  • Tienen su saborcito, los churros que hace Bollito. 
  • Son las que yo prefiero, pastas el Confitero. 
  • Mamuchi, dame un helado de Cuchi. 
  • Calidad y confianza en los helados de Paco Panza. 
  • Examine, examine, son sardinas Centimines. 
  • Desde Trípoli hasta Túnez, los pescaditos de Funez. 
  • Y siempre que quesos coma, exija la marca Loma. 
  • En churros y patatillas, visite casa Chivilla. 
  • Que no haya manías, en chocolates, la Dormía.  
  • Ahí le duele, para berenjenas, Lele, algo es algo, son mejores que en Almagro. 
  • Para sardinas salás, Bolenguito es calidad. ¿Y para merendar? Barrilla de la Pilar. 
  • Esta vida hay que vivirla, pero en chocolates, la Zoila. 
  • Su guisado irá de orgullo con especias de Capullo.
  • Engordará usted su panza con pollos de la Esperanza. 
  • Saldrá feliz y contenta, con verduras la Clementa. 
  • Una digestión sencilla, el agua de Pajarilla.
  • Si su pollo es chiquitillo, dele piensos el Caudillo. 
  • Si reposa en una hamaca, tome leche de Pochaca, (bien fría). 
  • Las conservas que no dan tufo, conservas del cojo Rufo. 
  • No sea gorila, para salchichones, Cavila. 
  • Una buena compra hará en casa de Nicolás.
  •  Y para entretener el ocio, alcahuetes de Negocio. 
  • Quiere ponerse las botas, consuma aceite Nabotas.    
  • Cada uno se rasca donde le pica y compra en calzados Risicas, “la bota de oro”.  
  • Yo, tú y albarcas Remindú. 
  • Ande o no ande, zapatería Juan Grande.  
  • Mi mujer se obstina, para zapatos, Cantina. 
  • Qué zapatos ni qué coño, zapatillas el Pirroño. 
  • Los zapatos que mejor van, los zapatos de Zan Zan.  
  • Su zapato más sencillo, zapatería Pescuecillo. 
  • En zapatos de postín, zapatería Manolín. 
  • En calzado no lo dudo, el más barato, el Agudo. 
  • Calidad y esmero, en calzados Ballesteros. 
  • Se pegan como una lapa, las botitas de Zurrapa. 
  • Los precios de espanto, los tiene la Pocha Santos.  ¡Señora!
  • No se alumbre con una vela, instalaciones, Antonio Canela. 
  • Irri o no irri, carpintería Boquirri. 
  • Muebles con lujo y esmero, casa Basilio Roncero. 
  • A lo dicho, para cogedores, el Bicho. 
  • Para carrillos de mano, hijos de Emilio Cano, taburetes y pasamanos. 
  • Para orcas de madera, visite casa Contreras. 
  • Y para moledoras, la Serradora. 
  • Y en tragüetes, casa Miguelete. 
  • Y si no tienes una pela, que te fíe la hermana Adela. 
  • A todas horas, pipas la Afiladora. 
  • No me hagas el pedigüeño, y compra pipas del Cristeño. 
  • El carbón que guisa y brilla, es el carbón de Larilla. 
  • ¡Ula, ula!  El carbón de Emilio Mulas. 
  • Y para sus bolos, escobas Cholo. 
  • Para escobas de cañizo, visite casa Chorizo. 
  • Usted disfrutará viéndola, si viste en casa la Péndola. 
  • Si su negocio es un fracaso, apúntese usted al Ocaso. 
  • Calidad y un balón, en la tienda del Zocón. 
  • Compre barato y sin pena, ferretería las Cadenas. 
  • Ferretería la Campana, no se abre por la mañana (especialidad en palanganas). 
  • En tabacos y libritos, estanco el Maestrito. 
  • Un humo que le ayude, tabaco de las Virtudes. 
  • Canela fina, son los palomos de Pinas. 
  • Y para su cultivo, plantas de Primitivo. 
  • No sea petardo, para fotos, Leonardo. 
  • Y para su negocio, créditos Eulogio. 
  • Señora, no se haga lio, su sartén, en casa Pío.
  • Las moscas mueren con “fliz”, cómprelo usted en droguería Luis. 
  • Donde hay siempre queda, en sostenes, Moraleda. 
  • Todo brilla como el oro, en la droguería de Foro.
  • No me hagas el pipiolo y llévame al bar Manolo. 
  • Aunque sea dando gritos, voy contigo al bar Pajito. 
  • Y para bollos, el bar Arroyo. 
  • Y si quiere pillar una, no lo dude, casa Luna.
  •  Y si quiere va y la pilla, con el vino de Escobilla. 
  • El vino que espabila, el de la Rosa Maquila. 
  • Y con un traguico basta, en casa del Moreno Pasta. 
  • El zumo que más se usa, la Pitusa. (Siempre lo bebe Cadusa). 
  • Vale, vale, gaseosas González. (No valen dos reales y los venden a peseta. Que se vaya a hacer puñetas). 
  • Desde aquí a Torrelodones, el mejor zumo, Briones.
  • Todo en plan sencillo, yendo al bar de Ramonciyo.  
  • Un convite decentico en el salón de Antoñico.  
  • Yo me convenzo, mi sastre, siempre Lorenzo.
  •  No sea potoco, visite usted al sastre loco. 
  • Un pantalón para rato, en tejidos los Baratos.  
  • Para sastrería moderna, casa Perico Piernas. 
  • ¿Se quiere usted morir ya? Que le pinche don Julián. 
  • Y para forúnculos y granos, don Emiliano. 
  • En inyecciones, Calzones, el que mejor las pone. 
  • En afeitados juego mi baza, voy al Cojo de la Plaza. 
  • Su cara como un lienzo, en afeitados Camenzo. 
  • Más moderna irá su nena en peluquería Chumena. 
  • Más barato que en el Congo, el oficial de Pacongo. 
  • ¡Pichi! Que te pele Chichi. 
  • A mí que no muden, para recortes, Pruden. 
  • Pelados de maravilla, en hermanos Villa. 
  • No sea “borrucho”, que lo pele Papaucho, pelados a navaja y a serrucho, que en el oficio es muy ducho. 
  • Pelados a navaja y a cuchillo, el esquilador Paquillo. 
  • No se afeite con hojarasca, afeitados, el Moreno de Churrascas. 
  • Y si su hija no curra, que la pelen las Pachurras.
  •  Quedará su nena mona, en peluquería Perona.   
  • ¡Desde la Meca a Mahoma, que bellas son, las peluqueras Palomas!   
  • Para sus primeras letras, don Tomás el de la Petra. 
  • ¿Dónde aprendió el gran Jontes? Fue allá en la escuela de Montes. 
  • ¡No sea vago! Para escuela, don Santiago. 
  • La guardería del momento, la escuela de Sacramento. 
  • Clases de gramática parda, universidad la Bernarda. 
  • ¡En lucha con el malhechor, inspector Mata, ¡el mejor! (condecorado por el F.B.I.)   
  • ¿Quiere usted formar su nido? Avísele a Bienvenido, está libre, como los taxis. 
  • No sea “roño”, para sepulturas Oroño.  
  • No se duerma en una silla, visite la “posá” Cotillas. 
  • Y si el carro se le atasca, visite “posá” Borrascas.   
  • Si su bici es un cacharro, llévela al cuarto de Chaparro. 
  • En su cubierta no más agujeros, que se la arregle Montero. 
  • Cantemos todos a coro ¡vaya tractor el de Foro!  
  • Que no haya riñas, para transportes, Fariñas. 
  • Los transportes no dan asco, si se los acarrea Marcos (transporte rápido y seguro, por cada paquete, un duro. 
  • El que gana y siempre esprinta, es camiones Retinta. 
  • Viajando siempre ahorro, porque voy en el coche del Zorro. 
  • Viaje sensacional, en el coche del Infernal y transportes al Peral. 
  • ¡Escuche, escuche! Son los conjuntos de Buche. 
  • Las orquestas y atracciones, el Bitel las pone. 
  • Un pan con levadura, el de Ventura. 
  • No me hagas el oso, y compra pan maquilero de Filoso. 
  • Si no quiere ir al barranco, coma roscas de casa Blanco. 
  • Si quieres estar gordito, come pan de Geromito.  
  • En tratos yo me limito, en exclusivas, Pajito. 
  • En tratos ya no es lo mismo, para exclusivas, Julimo. 
  • No hay trato que se resista si se lo encarga a Bautista. 
  • Lo que se da no se quita, pero en pleitos, Diego Pita. 
  • Para rasillas, visite casa Borjiya. 
  • Para yesos y tejas, avisar al Chato Oreja. 
  • Yo los prefiero, son ladrillos del Hachero. 
  • Yo me lo guiso y yo me lo como, yesos el Palomo, (fabricación propia). 
  • ¡Señora! No se llame usted a engaño, para chapuzas, el Maño. 
  • Para chapuzas y rajas, está Aurelio el de Berbajas (más conocido por “el ángel de los tejados”)    
  • La puerta siempre abierta, en la casa de la Alberta.   

 

 La actuación duró más de media hora debido a las continuas interrupciones por las carcajadas del público que terminó encantado. Seguidamente cantó una canción de Emilio el Moro, también muy celebrada por la letra y los cambios de voz de los que Antonio era un maestro. No faltó un “alma caritativa” que informara a Florián de lo acontecido y una tarde estando solo Antonio en los locales de la acción católica calentándose junto a la estufa, se presentó Florián con alguno de su cuadrilla y dirigiéndose directamente a él mientras le agarraba de la solapa de la chaqueta, sacó su navaja al tiempo que emitía una siniestra sonrisa “¿Conque tú eres el que te dedicas a cantar cancioncitas con dedicatoria ¡he!?” Antonio empezó a gritar pidiendo socorro. Florián no cejaba en su presión y amenazas. “Ya estoy de ti hasta donde el cura de gachas. Te haré cambiar para siempre y te haré entrar en razón, aunque antes no te vendría mal una operación de cirugía estética sin anestesia”. Y acercaba la punta de la navaja a la cara de Antonio. Por suerte, D. Diego oyó los gritos y acudió rápidamente al salón impidiendo que Florián llevara a cabo sus amenazas. Mientras D. Diego recriminaba a Florián, Antonio vio la ocasión de escapar y salió del local con el miedo metido en el cuerpo. Desde esa fecha, Antonio dejó de ir a los locales de acción católica y se reunía en la barbería de Pacongo, oía la radio y leía el Marca mientras los hombres esperaban su turno para afeitarse o cortarse el pelo. Uno de ellos se dirigió a él. “Rija, me ha dicho mi hijo que el otro día a poco no lo cuentas con Florián, y que, si no es por D. Diego, te habría marcado con una navaja”. Antonio no tenía ganas de hablar y otro de los clientes intervino. “Es que como D. Diego no hay otro. Menudo cura es” “Casi igual que los que hubo antes en el pueblo” Remachó el primero. “¿Os acordáis de D. Zamarías? Menudo pájaro estaba hecho. Le gustaban las mujeres del pueblo y dicen que se “entendía” con su ama de llaves.  “Y cuando se tuvo que ir del pueblo, la gente salió a despedir el coche de caballos en el que se iba, gritando enfurecida” Antonio había oído esa historia alguna vez, pero seguía sin decir palabra y los parroquianos parecían con ganas de hablar. “Y ¿qué me decís de D. Bruán?  Que llenaba la iglesia de mujeres beatas casi todos los días y les echaba unos sermones de aúpa desde el púlpito. “¡No quiero que en el pueblo haya prostitutas y rameras, ni mujeres de mala ralea y baja estofa!” y las mujeres del pueblo estaban escandalizadas de que se dijeran esas palabras en la casa de Dios, quejándose al obispo, que terminó por cambiarlo a un pueblo más pequeño”. 

 

Y no dejaban de contar historias entre risotadas que a Antonio no le hacían gracia ni le interesaban. En esto llegó Cicato, su fiel Batán, con expresión de querer contarle algo de importancia y salieron a la calle. “Rija, Florián ha hecho otra de las suyas. Lucero el sacristán, tuvo una disputa con él y le faltó, por lo que Florián le ató a un poste del pozo que está en el patio de acción católica, lo amordazó y le dio varias veces con el cordel del pozo y luego se marchó a los salones a jugar una partida de cartas, como si nada, olvidándose de Lucero. Al rato se pudo quitar la mordaza y pidió auxilio. “¡No hay quien me ampare!” A los gritos entró un mozo y lo desató, y en esto salió Florián y se encaró con el mozo, que porqué lo había soltado, que si tú que si tal. Total, que el mozo le amenazó con meterlo en juicio, pero Lucero asustado le rogó que no lo hiciera porque luego se vengaría con él” “Este animal no escarmienta y el día menos pensado hay una desgracia” comentó Antonio entre asustado y preocupado. Se despidió de Cicato y regresó al interior de la barbería en medio de las historias jocosas que contaban.

 

 “¿Os acordáis del “Figuras” y sus historias con las mujeres?” -contaba en ese momento uno de los hombres. “Como no nos vamos a recordar. Menuda ficha estaba hecho el bribón. Que si se había acostado con la mayoría de las mujeres del pueblo, que no había ninguna buena…” “Pues cuando se casó, unos mozos pasamos por su puerta y allí que estaba sentado en un taburete tomando el fresco. ¿Pero qué haces aquí so “figura”? y nos respondió tan tranquilo “Pues que tó cansa”.

Antonio decidió irse porque con las risas de los tertulianos no se podía oír la radio.


Antonio Morales, Rija

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