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Capítulo 21. El deporte. "Me ponga como me ponga, me voy a caer"

 

Las noches de verano eran la ocasión para reunirse en la puerta de las casas sentados en taburetes y con un botijo al lado. Se charlaba de todo y las voces se oían diáfanas. Antonio solía sentarse en la plaza delante de “la Agrupación” en cuyo interior se reunían los mayores de dieciocho años para jugar una partida de cartas o leer los periódicos Lanza, ABC y Marca a los que estaban suscritos. Sacaban sillas a la calle para los socios que quisieran tomar el fresco mientras tomaban una bebida sin alcohol servida por el conserje. “La Agrupación” tenía entre sus normas la de no servir ni consumir alcohol en ninguna de sus diferentes versiones, ya que siendo un pueblo vinícola había tenido experiencias de alcoholismo que pretendían erradicar, al menos dentro del local. Antonio discutía de fútbol con los muchachos e incluso, con algunos mayores, dada su memoria para los datos, alineaciones, resultados, fechas y aspectos anecdóticos que conocía al dedillo. Una de esas noches, un contertulio algo quemado por no poder competir con él, le espetó: “Rija, sabes muchis’mo de deportes pero nunca te he visto practicarlo”. Quedó Antonio en suspenso pero contestó con decisión. “¿Quieres ver como hago deporte? Pues ahora veras” Y ni corto ni perezoso comenzó a dar vueltas a la recién arreglada plaza del Azafranero a ritmo de maratón. Lo que en un principio no dejaba de ser una excentricidad, pasó a ser algo chocante para los presentes en la plaza, y al cabo de unas cuantas vueltas, regresó fatigado a su asiento. “¿Qué dices ahora “bocarán”?” y el contertulio tuvo que callarse. Sacó Antonio la firme decisión de practicar todas las noches con la fresca y aquellas carreras maratonianas pasaron a ser algo normal en las noches de verano. Gente sentada delante de “La Agrupación” y del Casino, algún vendedor de helados, el cuarto de la “hermana Adela” abierto y con muchachos jugando al futbolín o comprando pipas y altramuces, y Antonio dando vueltas a la plaza del “Azafranero” “¿Cuántas vueltas lleva Rija?” preguntaba un recién llegado “No llevo la cuenta, pero estoy aquí desde hace una hora y ya estaba “tirándole sin pereza”. “Este Rija está trastorna’o como su padre” decía uno. “Como toda la familia” Sentenciaba otro, mientras Antonio seguía impertérrito su maratón particular.

 Un día se congregó más gente de lo habitual en la plaza y un curioso quiso saber lo que sucedía “¿Es que ha pasado una desgracia?”  “¡Qué va! Es que Rija quiere tener el record de vueltas a la plaza. Dicen que va a dar doscientas vueltas en tres horas” Y así fue lo que sucedió. Su buen amigo Cameras, le facilitaba los tiempos y el número de vueltas realizadas, y le daba un vaso de agua de vez en cuando. Hasta el final no se pudo saber si podría cumplir el record previsto, pero con los ánimos de la enardecida gente y de su amigo Cameras, pudo lograrlo, aunque tuvieron que llevarlo a su casa después de beberse una gaseosa Casera de un solo trago ante la admiración popular, agrandándose aún más su fama y popularidad. Aquella gesta le tuvo en cama dos días recuperándose y cuando salió a la calle después de haberse zampado una tortilla de patatas que le hizo su madre, todos querían invitarlo a un zumo, una Coca-cola, una Casera o lo que quisiera. Antonio vivía en loor de multitudes. Fue Cameras el que le animó a que aprendiera a montar en bicicleta. “¡Pero si soy más torpe que un pato mareao! estoy amaneao.” contestó Antonio. Pero su amigo insistía y terminó por aceptar el desafío. Comenzaron a practicar con la bici de Cameras cuando anochecía, en la carretera del pueblo a la Soleada dado lo uniforme del piso y la poca circulación en la misma. Dio en tierra muchas veces y los escasos árboles de las cunetas parecían tener un imán para su rueda delantera. Incluso en alguna ocasión, tuvo algún coche que dar un frenazo brusco para evitar atropellarlo ante el susto morrocotudo de su amigo Cameras que no cejó en el empeño hasta conseguir que Antonio se mantuviera en la bici, cosa que a duras penas consiguió practicando incluso con una linterna al no disponer de faro la bicicleta. Cameras le decía lleno de orgullo.  “Rija, ¿no me decías que “me ponga como me ponga, me voy a caer? Pues mira ahora.” Antonio se sentía otro y montado en una bicicleta vieja que había en su casa no paraba de ir a todos los sitios con ella. A Peralares a por cuentos y el Marca, al cerro de la Zarza para juntarse con los amigos que reconocían inmediatamente su bici por lo destartalada.

Aconteció que los zíngaros del circo dieron por terminada su estancia en el pueblo y tras una actuación de despedida en la que hicieron la rifa de una botella de coñac entre el público y como sobraron papeletas las subastaron al mejor postor que resultó ser uno que pagó doscientas pesetas por el puñado de papeletas sobrantes, presumiendo de su poderío económico al tiempo que se fumaba un “Bisonte” del paquete conseguido. La fortuna no quiso sonreírle y fue otro el que ganó la botella de coñac. Al día siguiente, los del circo “Rumanía”, recogiendo sus bártulos se desplazaron al de Peralares, distante a cuatro kilómetros, por lo que Antonio cuando fue a por el periódico en su bicicleta, preguntó a un policía municipal por el emplazamiento del mismo y concertó una actuación. Se encontró con su amigo Cameras que le comentó medio enfadado lo que le había pasado en la imprenta de ese pueblo. Resultaba, que había ido a encargar unos trabajos para la empresa en la que trabajaba y le sorprendió una nube de verano descargando una lluvia torrencial. Ni corto ni perezoso rompió por un lateral un saco de plástico que había en el camino y se lo puso tapándose la cabeza y parte del cuerpo. Como también soplaba un viento racheado se hizo un cinturón con una cordeta. De esa guisa y chorreando entró en la imprenta, el dependiente al verle de esa guisa se asustó y le dijo “¡Perdone usted por Dios buen hombre, otra vez será!” Cameras quedó desconcertado un momento hasta que comprendió que por su aspecto le habían confundido con un mendigo. Una vez que se dio a conocer al dependiente, este le pidió disculpas, pero aquello le hizo pensar sobre los prejuicios de las personas sobre los demás por la indumentaria.

Por la atardecida se dirigió al circo para actuar, acompañado de una numerosa embajada de conciudadanos que no querían perderse la actuación de Antonio para tener el gustazo de darles en las narices a los de Peralares, por los que no sentían especial devoción de vecindad. De hecho, les tenían acuñada una frase alusiva. “Los de Peralares vendieron la olla, y comieron de ella”

Antonio pensó en una actuación especial y compuso un poema cómico que hacía referencia al ciclismo, su reciente deporte favorito, con personajes del pueblo conocidos de sobra por la mayoría.

“La vuelta ciclista a España de Valeriano Telaraña”

 

Valeriano Telaraña famoso en la vuelta a España
Ir con el pelotón era su gran ilusión
Pedaleaba, sudaba, y atrás siempre se quedaba
Fuera montaña o llano, el último, Valeriano
Y en un puerto de primera se cambió de carretera

Se inscribió en la vuelta a Francia con dos reales de ganancia
Le dieron por el fichaje kilo y medio de potaje
Y solía decir a la prensa, “tener mucho cuidaito que yo soy el favorito”

La primera etapa llana se corrió por la mañana
La salida ya se ha dado y Telaraña va escapado
Al pasar por un control quiso marcarse un farol
Y tras hacer una hábil finta, sudando mocos y tinta
A un camión aparcado de un achuchón lo ha tumbado
Se ha quejado “la Pegaso” pero no la hicieron caso
Llegando último a la meta sin un botón en la bragueta

Fue a la vuelta Comarcal con el siete en el dorsal
En el cementerio viejo dio la salida “el Conejo”
Tras diez vueltas a la pista tomadas con poca vista
En uno de los virajes cayó a un montón de forraje

 “Mucho orden y disciplina que soy del equipo Cantina”
Famoso en la comarca por el arreglo de albarcas
La etapa más chiquitilla la corren a pies juntillas
“Cantina” que es un maestro resulta ser el más diestro
“Telaraña” va a la zaga, lo que a no todos halaga
Son gajes del oficio pues se cayó a un precipicio
A una vieja con moño la confundió con Loroño
A una turista morena le dijo “tú eres el “Mena”
Y el pabilo de un candil creyó que era Anquetil

 Al pasar por la sendilla quiere saltar “Calderilla”
Por fin tras varios intentos se va a su rueda “Talento·”
“Marquillos” que lo ha visto le hace una seña a “Pisto”
Y los dos cual locos chivos van tras los fugitivos

 Pero el pelotón se estira al mando del cojo “Gira”
Y todo el grueso paquete va en busca del dorsal siete
Comandando el pelotón vemos al gran Alfonsón
Con “Cantina” de gorrón, chupando rueda abusón
Pero “Gira” marca el ritmo al pasar por el “Turismo”

 En la fila primera también está la “Monjera”
Que pedalea con denuedo mostrando muy poco miedo
Consigue saltar “Verbajas” que aminora las ventajas
Al pasar por Valdepeñas las distancias son pequeñas
Y por fin tras largo rato marchan todos en compacto

 “Cantina” lanza a su equipo todos jugándose el tipo
“Alfonsón” y el cojo “Gira” y el “Pirroño” que no mira
“Cantina” demarra a tiempo a favor del viento cierzo
Y en un sprint que emociona bate al pobre “Caramona”
El último entra “Chaparro” que va hecho un cacharro

 Al podio de vencedores suben los tres gladiadores
Tras unas breves palabras les entregan una cabra
Un ramo de espigas secas, dos pollos y hasta una “llueca”
A “Cantina” por primero le regalan un ternero
Al segundo, “Alfonsón”, una barra de salchichón
Y al tercero, el cojo “Gira”, le regalan una lira

 Tras la ovación calurosa les bautizan con gaseosa
Terminando así la vuelta con comida suculenta. 

La ovación duró cinco minutos con todo el público completamente enfervorizado, y puesto en pie. Al terminar, se efectuó el consabido sorteo de la botella de coñac que ganó uno de los seguidores de Antonio, con la que hicieron el viaje de vuelta bebiendo por turnos. La botella llegó vacía al pueblo y los viajeros más alegres que unas castañuelas.


Antonio Morales, Rija

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