El local destinado a Falange llevaba un tiempo cerrado desde las fechorías de Florián y los suyos, por lo que se decidió darle utilidad y que fuera sede de antiguos alumnos de las escuelas del pueblo. Al frente se puso a Cameras, el amigo de Antonio, que era un modelo de responsabilidad y eficacia. Compaginaba diversos trabajos al tiempo que estudiaba por libre siguiendo el bachillerato nocturno de radio nacional. Cameras era todo entusiasmo con “la Asociación” que procuraba dirigir con la colaboración de aquellos que tenían inquietudes. Allí se reunían, charlaban, leían libros y revistas o jugaban a las cartas, pero no contaban con la figura de Florián y sus camaradas. Pronto empezó a hacer acto de presencia y a provocar discusiones y enfrentamientos. Si algunos estaban jugando al dominó, comentaba “A ver cómo va la cosa” y extendiendo las dos manos abatía las fichas sobre la mesa añadiendo “Ya podéis empezar de nuevo chavales” ante el enfado de los jugadores.
Si estaban jugando al parchís, daba un puñetazo debajo de la mesa descolocando las fichas que saltaban por los aires, y así continuamente por el mero placer de fastidiar dado que la mayoría no le secundaba ni le reía las gracias. Cameras reunió a la junta rectora para ver qué medidas había que tomar y antes de que empezará se presentó Florián con unos de sus secuaces. Cameras se levantó de la silla preguntándole qué era lo quería a lo que Florián contestó chulescamente “¡Tus horas como presidente están contadas! ¡Tienes dos minutos para desalojar tus posaderas de ese mullido sillón para que yo pueda repantigarme en él!” Cameras le contestó muy sereno “Informaré de tu actitud a Don Carmelo el director” “Por mí puedes hacer lo que te dé la gana, empezando por desalojar este despacho en compañía de tus acólitos” Los otros dos miembros de la junta se levantaron ofendidos recriminándole sus palabras a las que este respondió preguntando a su grupo de secuaces “¡A quién queréis de presidente!” “¡A Florián!” Contestaron jocosa y estentóreamente los cuatro facinerosos “Ya habéis oído, el pueblo ha sentenciado. Ahora largaos con viento fresco” Cameras y los de la junta rectora se mostraron indignados, y con el propósito de poner en conocimiento de Don Carmelo o de quien fuera preciso, aquel “golpe de estado” por lo que hicieron mutis avergonzados de lo que pasaba. Florián empezó a dar nuevas normas de funcionamiento para los miembros de “la Asociación” “No me hacen falta los libros de contabilidad ni el de registro de socios” Y dándoles un manotazo los tiró a la papelera. “Desde ahora, el mueble bar será libre y se podrá beber gratis, y los libros de la biblioteca os los podéis llevar a vuestra casa y venderlos, pero con la condición de que el cincuenta por ciento de su importe será para mí, y ¡Ay de aquel que no lo haga, pagará muy cara su desfachatez!” Los que estaban presentes no daban crédito a las palabras de Florián que seguía dando órdenes a sus esbirros “¡Ahora traerme todo el dinero que haya en la caja del mueble bar y vosotros mientras tanto beberos las botellas de refrescos hasta saciar vuestra sed!” Todo era jolgorio y desbarajuste que terminó cuando Florián y los suyos, se fueron entonando cánticos de victoria.
Días más tarde, se reunió la junta directiva presidida por Don Carmelo y con la presencia de los municipales Celindo y el Lince, en previsión de un nuevo ataque de Florián y los suyos. Se tomó el acuerdo de expulsar a los seis. Florián, la Zutana, Refrescos, Matricio, el Imaginero y Manolo hermano de Antonio que le había informado de primera mano de lo que habían hecho. Antonio se alegró de no haber estado presente para no sufrir en sus carnes la ira de Florián, que no tardó en tomar represalias por la desfachatez de haberlos expulsado de “la Asociación” Una tarde, enterado por sus espías de la ausencia de Don Carmelo, se prepararon para dar un asalto con pistolas de agua. Previamente quitaron los plomos dejando el local sumido en tinieblas e irrumpieron con gran estruendo en el local al tiempo que gritaban. “¡Que nadie se mueva!” Se hallaba presente Celindo el municipal que exclamó “¡Hombre, ya estáis aquí, os estaba esperando!” Pero lejos de acobardarse se lanzaron contra él lanzándole chorros de agua con las pistolas. En el tumulto, Celindo ganó las escaleras y bajó deprisa murmurando “No me voy a exponer a recibir un porrazo de estos niñatos. Que se las arreglen entre ellos como puedan. Desde luego, este Florián no se va a pillar la chaqueta con la puerta de la NASA” Y ganando la calle se alejó de “la Asociación” que se hallaba inmersa en el caos del que ya no se recuperaría, decidiendo Cameras y sus compañeros con tristeza, clausurarla definitivamente.