Acción Católica seguía organizando diversos actos a fin de recaudar fondos para ayudar a los más necesitados del pueblo, y en esta ocasión pretendían realizar un gran festival y conseguir suficiente dinero para ayudar a una familia. Había pensado Don Diego en Antonio como presentador y mantenedor de este entre las diversas actuaciones de artistas invitados que actuaban desinteresadamente en él. Antonio estaba ilusionado y preparaba nuevos números y repertorio renovado. Pero las noticias vuelan, y el anuncio de su actuación llegó a oídos de su abuelo y tío, y estos se movilizaron inmediatamente llamándolo a capítulo. Acudió este sin sospechar de qué querrían hablarle, aunque imaginó sería sobre algo relacionado con la cobranza de las letras. Cuando entró en la habitación que le servía de despacho, aunque fuera un local que cumplía la función más propia de almacén, le sorprendió ver a su abuelo sentado frente a una mesa llena de papeles y cartas ensartadas en un clavo, y de pie, a ambos lados de este, su tío Daniel y el cabo de la guardia civil. El tío cerró la puerta con llave, al tiempo que empezó a hablar su abuelo con tono agresivo “Ya me he enterao de que quieres actuar en un festival y que me “mentarás” para que se rían los del pueblo ¿verdad? ¡Desgraciao, quieres sacar a la familia en canciones y poesías para burla de todos. ¡Pero no te saldrás con la tuya so baboso!” Antonio miraba al abuelo, al tío y al cabo que tenían el gesto serio y grave pero no abrían la boca para decir nada. “¡A mí no me sacas en cantares para ser el risión de to el pueblo! ¡Así que te quedarás encerrado en esta habitación hasta que termine el festival ese! Si tienes hambre y sed tienes galletas y gaseosas. Para el caso es como si estuvieras “fusilao… hasta nueva orden” Y sin decir más salieron de la habitación cerrando por fuera con llave, y dejando a Antonio sumido en la mayor de las frustraciones.
Pasó el tiempo mordisqueando galletas de coco y bebiendo una casera mientras pensaba cómo acabaría aquel secuestro y qué pasaría en el festival cuando vieran que no se presentaba. Sabía que se vendieron las entradas varios días antes del mismo y ahora tendrían que improvisar sobre la marcha para sustituirle, aunque Antonio se sabía imprescindible en este tipo de espectáculos. Serían las nueve de la tarde cuando oyó girar la llave en la cerradura de la puerta y seguidamente entró su tío que con voz que quería ser entre conciliadora y atemorizante le informó. “Ha llamado Don Diego el cura, y por esta vez te vamos a dejar ir, pero acompañado de mis hijas para que me informen después si te has ido de la lengua con nosotros. Así que ten mucho cuidadito y no saques los pies del tiesto” Antonio no se dio por amenazado y acompañado por sus primas como si fueran la pareja de la guardia civil, se dirigió al teatro donde le esperaban todos hechos un manojo de nervios por su tardanza. “Si un día nos la ties que armar Rija. ¿Dónde te habías metío so bacín? Venga que te están esperando entre bastidores.” Antonio no se lo hizo repetir dos veces y envuelto en una sábana y tocado con un gorro de regulares, salió al escenario y comenzaron los aplausos de los impacientes espectadores entre los que estaban sus primas en primera fila, tomando buena nota de lo que sucedía. Tras unas palabras de agradecimiento al público y a los artistas que participarían, se arrancó con “el torito nevao” en versión de Emilio el Moro y suya.
“Ya está el torito completamente “afeitao” pa la feria de Antequera en un cajón de pescao, el asco de la rivera es mi torito nevao. Lo tengo educao, igual tira coces que tira bocaos, y to lo que sabe yo se lo enseñao, yo soy el maestro del toro nevao. Soy el peor ganadero de los campos de Coruña, mis toros no tienen cuernos, no tienen más que pezuñas, y ese que tengo apartao, yo quisiera, yo quisiera, que no fuera degollao, que de un dolor se muriera, este torito nevaoooo.
Empiece usted la corría (no me da la gana) por Dios señor presidente, empiece usted la corría (debiera a usted darle vergüenza haberme traído esa porquería) la gente pedía que a tiros los guardias le quiten la vía, y el toro en la arena pingaba y mordía, mandando a los toreros pa la enfermería. Soy el peor ganadero de los campos de la Mancha, mis toros son tan mansitos como gambas a la plancha, y este torito nevao, que no ara, que no tira, por un burro lo he cambiao y ma buscao la ruina este toritooooo nevaooooo.
Los aplausos y las risas fueron atronadores y Antonio pudo ver a sus primas riendo y aplaudiendo como los demás. Seguidamente pasó a presentar sucesivamente a los artistas participantes y entre ellos a su amigo Cosme que interpretó una canción con la armónica. En la segunda parte del festival, el público empezó a dar voces cuando salía a presentar, pidiéndole que recitara sus poemas satíricos y él hacía oídos sordos, pero fue tanta la insistencia que se dirigió a los espectadores mirando de reojo a sus primas que esperaban acontecimientos. “Querido y respetable público, agradezco sus aplausos y respondiendo a su petición voy a contar la historia de un personaje del pueblo sin acritud y con cariño” Sus primas se esperaban lo peor pero Antonio estrenó un relato jocoso.
“Historias del hermano “mentiras gordas”
El hermano “mentiras gordas” era un gran cazaor que no necesitaba escopeta para cazar conejos si no un poco de imaginación. El primer sistema de caza consistía en localizar una madriguera y poner en la entrada un poco de tabaco; al salir el animal olía el tabaco y como es muy fuerte el aroma echaba la cabeza para atrás y se daba un porrazo en la nuca con el techo de la madriguera desnucándose. Otro sistema era seguir al conejo hasta la madriguera y sentarse delante de la misma con la boina dada la vuelta, entonces el conejo pensaba que estaba uno de espalda, salía confiado y se le cogía. La mejor fue un día que estaba en el campo haciendo de vientre y vio un conejo que salía de la madriguera cerca de donde él estaba, por lo que echo la mano atrás para coger una piedra y tirársela, y resulta que cogió por las orejas a otro conejo que estaba detrás, lo tiró y le dio al primero, cazando dos conejos de una tacada.
Cerró la actuación con otra canción de Emilio el Moro con arreglos suyos y sin mencionar a la familia, para alivio de sus primas.
“Tatuaje”
Se la trajo un barco de unos balleneros, la encontré en el puerto un amanecer cuando junto al faro sobre un cubo viejo, sus 40 arrobas, dejaba caer. Era grande y rubia como una mazorca, su pecho de vaca como un camión, y en su boca larga tenía dos bigotes lo mismo que un guardia de circulación, y ante dos litros de aguardiente, se me plantó en el mostrador y fue bebiendo lentamente hasta acabar con el bidón. Mira mi brazo tatuado con los recuelos del café, esto que ves junto al sobaco es el retrato de mi Andrés, el tío granuja me pegaba, con la correa de un tira pies, y para siempre voy marcada desde el tobillo hasta el tupé. Se piró una tarde con rumbo ignorado en un mercancías que llegó hasta aquí, pero entre los dedos se llevó enredado mi reloj de oro porque no le vi. Y loco la busco por todos los puertos, a los marineros les explico quién es, y algunos me dicen que me vaya al polo, porque allí hay ballenas pa parar un tren. Y voy andando entre la gente sin mi cadena y mi reloj, y menos mal que no vio un diente que con un puente tengo yo. Tengo un zapato tatuado sobre los dedos de mi pie, la muy ballena me ha pisado y calza un 123. Quizá la gorda me ha olvidado, en cambio yo no la olvidé, y hasta que no la haya encontrado nunca sabré la hora que es.
El local se vino abajo con los aplausos y Antonio subió otro escalón en la escalera de la fama entre las gentes del pueblo.