Como muchas personas recordarán y otras habrán leído, los conciertos de verano de la banda de música comenzaban el jueves día del Corpus y se extendían durante todos los domingos y festivos hasta el lunes de Desposorios en el antiguo quiosco del Espino. En alguna ocasión, y en esta misma revista, indicaba el 25 de julio y el 15 de agosto como días de concierto doble, pues se tocaba tarde y noche.
Otra excepción, y debido a la época, se producía también durante julio, concretamente el día 18. Musicalmente era una fecha muy especial. Por una parte, era el único concierto durante el año que se ofrecía por la mañana y en un recinto cerrado; era el único en el que el público permanecía sentado; también se invitaba al director anterior para dirigir alguna obra y mi padre, Rafael Cano, también inició la costumbre de invitar al director de Manzanares; lo hicieron D. José Fernández Hidalgo y D. Manuel Patricio Barrajón Casado que solían abrir el concierto con el primer pasodoble. Todo esto ocurría en el salón pequeño de la Sociedad que se vestía de gala para recibir a la banda. Además, era especial porque este día podían acceder personas no socias para escuchar el concierto, y toda una novedad, también podían pasar las mujeres. Podíamos decir que era un día de puertas abiertas.
Hacia las 11 de la mañana y cuando el calor advertía que estábamos en verano, se iniciaba un pasacalle acompañando a las autoridades desde la plaza hasta la conocida como “Sindical” que es el actual edificio de la Cámara Agraria. En el interior éramos invitados a un refrigerio por la Hermandad de Labradores. Seguro que también había algún pequeño acto político al que los más jóvenes no dábamos importancia porque estábamos más interesados en bebernos dos o tres refrescos, en lugar de uno, que del discurso de los mayores.
Acto seguido, y con otro pasacalle, se desfilaba camino a La Sociedad donde se celebraría el concierto en el conocido como “salón chico”. El director se situaba a la entrada desde el salón grande y de espaldas a la misma, la percusión al fondo, detrás de ésta las autoridades, a la izquierda del maestro una fila de músicos empezando por trompetas fliscornos y trombones, a la derecha la madera empezando con los clarinetes seguidos de saxofones, en el centro y próximos al maestro flauta y requinto y tras de éstos tuba y bombardino. Entre los músicos y la pared se dejaba hueco suficiente para las sillas del público.
Solía comenzar con un pasodoble que dirigía uno de los invitados seguido de selecciones de zarzuela, operetas y algún poema sinfónico que se intercalaban con otros pasodobles. Se cerraba el acto con las palabras del Sr. Alcalde.
Muchas veces nos hemos lamentado de que no haya ni una fotografía antes de 1975 donde la banda esté tocando un concierto, resulta extraño, pero es así.
Más difícil resultaba en aquella época grabar alguna actuación, pocas personas en Membrilla tenían medios para ello. En una ocasión lo intenté con un magnetofón de aquellos grandotes que tenía Manuel Arias Gutiérrez “Capullo”; me lo dejó su hijo Antonio pero tuvimos poco éxito porque la cinta se enrolló de mala manera y no grabamos nada. Al poco tiempo aparecieron los conocidos cassettes y Alberto Moraleda había conseguido un Sanyo de importación; toda una novedad porque tenía la cinta pequeña metida en una carcasa, era de posición horizontal y funcionaba con pilas, era sorprendente.
Se lo pedí en varias ocasiones para “enredar” y descubrí que podía grabar con y sin micrófono exterior porque tenía uno incorporado, casi mágico. Se me ocurrió probar en el concierto de julio en 1972 y como quedó bien lo hice al año siguiente dos veces, uno en la Sociedad y otro en el Espino. Después de casi 30 años aquellas pequeñas cintas las pasó mi hijo Rafael a formato digital, las guardé y gracias a ello hoy podemos escuchar a la banda de aquellos años compuesta por 25 o 28 músicos. Es el único documento sonoro de aquella época.
Ni la calidad de la grabación, de los instrumentos ni la formación de aquellos músicos se parece a la de ahora como tampoco son comparables las prestaciones de una lavadora o un televisor actual con los de entonces, pero con menos tecnología eran más valorados porque cumplían dignamente su función. Muchos clarinetes tenían más gomas que muelles, no había ningún instrumento nuevo, pocos estaban reparados y a punto, es lo que había.
He seleccionado algunos fragmentos de esos dos conciertos. Están dirigidos por mi padre excepto Katiuska que lo hizo su primo y anterior director Andrés Crespo Cano.
Filigrana
Camino de Rosas
Caballería Ligera
Gloria al Trabajo
katiuska
Con el Alma
Los Gavilanes
Puenteareas
Pepita Greus
La Rosa del Azafrán
Por la Puerta Grande
Podemos cerrar los ojos mientras escuchamos esta grabación ya histórica y pensar que estamos sentados en salón de la Sociedad en un caluroso día de julio 50 años atrás, y a la vez, tomarnos algo fresquito igual que hacíamos los músicos acabado el concierto, eso sí, era sin alcohol pues en dicho Centro estaba prohibido su consumo; eran refrescos de naranja, limón o fresa que elaboraban los “gasoseros” locales para tal ocasión. Y por la tarde tan contentos porque no había concierto y la teníamos libre.
Termino recogiendo algunas palabras con las que el alcalde López de la Manzanara cerraba el acto:
En ninguna empresa ni en ninguna actividad de la vida se triunfa si no se pone en ellas el entusiasmo, el corazón y el sentimiento suficiente para conseguirlo y eso es lo que ha ocurrido hoy y viene ocurriendo en cada concierto que nos ofrece nuestra querida Banda Emilio Cano de Membrilla. Ellos, aportando vida a esas notas que salen de sus instrumentos, hacen que cada año nos deleitemos con sus magníficas actuaciones.
Siempre que escucho la banda recuerdo al maestro Emilio Cano. Yo sé que él hoy desde el Cielo nos está oyendo porque considero que los músicos, los poetas y los bohemios no tienen otro lugar en la otra vida nada más que el Cielo. Hemos escuchado varias piezas, pero la que más me ha entusiasmado ha sido esa Rosa del Azafrán que me recordaba tiempos pasados con sus Espigadoras, su Sembrador o ese “Manzanarillos a la Solana” que perpetuaba a mi pueblo natal. Momentos emotivos difíciles de olvidar como esa Katiuska dirigida por nuestro querido Andrés que nos traía a la memoria aquellos bailes de verdadero emporio en tiempos de los Zares de Rusia. El concierto de hoy es una muestra del trabajo, el sacrificio y la abnegación de todos sus componentes. He dicho.