En noviembre de 1584 Santa Cecilia fue declarada patrona de la Academia de la Música de Roma, desde esta fecha se fue generalizando su veneración no solo por los músicos sino también por los poetas. Diez años más tarde fue proclamada patrona de la música por el Papa Gregorio XIII.
Los músicos de Membrilla siempre han celebrado su festividad que como es natural ha ido cambiando con el paso de los años. En la actualidad se celebran conciertos, pasacalles y muchas de nuestras formaciones musicales participan en diferentes partes de la misa que se celebra en su honor el domingo más cercano al día 22.
Este año en el que precisamente el 22 es domingo, todo hace pensar que no se podrán escuchar conciertos ni música en la misa de doce, la prudencia ante la situación que vivimos así lo aconsejan. Durante los últimos meses la mayoría de formaciones musicales de todo el mundo han tenido que limitar sus conciertos a grandes espacios con reducido público, actuaciones grabadas a puerta cerrada o intervenciones de pequeños grupos de cámara. También se verá mermada la celebración que los músicos hacían de manera más lúdica como eran las comidas o cenas de hermandad.
Atrás quedaron los años en que Membrilla celebraba Santa Cecilia en su día aunque fuera laborable. Esto era debido a que la mayoría de los músicos eran autónomos o trabajaban en talleres familiares y los más jóvenes pedían permiso en la escuela o instituto para faltar toda la jornada o unas horas.
Siendo el director D. Andrés Crespo Cano a principio de los años 60, la fiesta consistía en tocar diana comenzando en la Plaza; muchos hombres se reunían con sus bicicletas para ir a sacar patatas y se extrañaban de ver a los músicos tocar en un día laborable, hasta que alguno les decía: ¡es el día de la Patrona!
Después de recorrer algunos cruces de calles tocaban en casa del maestro donde su esposa correspondía con una invitación; ésta, y la del alcalde eran las únicas que recibían. Terminaban las actuaciones en la carretería de Santos Antequera, allí les esperaba un buen montón de leña que necesitarían llevar a la casilla de “Juan el de las cubas” para continuar con la celebración ahora más recreativa, aunque también se trasladaban algunos instrumentos para animar la jornada.
Cuando se acercaba la hora de comer, uno de los más jóvenes que estaba de guardia anunciaba la llegada del “Maestro Emilio”, que envuelto en su capa se unía a la fiesta como invitado especial y todos salían tocando a recibirlo. D. Emilio Cano García-Antón, mi abuelo y tío de Andrés Crespo, había regresado a Membrilla en 1958 tras su jubilación como director en el Viso del Marqués.
Así era la celebración cada año, aunque en 1965 hicieron una excepción al cambiar la fiesta en el campo por una excursión a Madrid visitando El Escorial y el Valle de los Caídos. Esta la realizaron en domingo y para muchos fue el primer viaje “largo” que hacían. Las novias pudieron acompañarlos, aunque algunos padres tuvieron que ser convencidos por el maestro Andrés.
En 1966 toma el relevo como director mi padre, D. Rafael Cano. Yo me incorporo a la banda precisamente el día de Santa Cecilia y para tocar en la diana pedí permiso en el instituto de Manzanares; así lo hice durante dos años por lo que no pude asistir a “los actos gastronómicos” pues en aquellos años había clase mañana y tarde.
En 1967 lo celebraron en el salón de Antonio Serrano, conocido como “salón de Antoñico”. Algunos recuerdan el frío que hizo ese día y cómo se calentaban haciendo flexiones en el patio interior llamando la atención del entonces párroco D. Narciso y de mi padre, que trataron de imitarlos sin mucho éxito. En las cuentas de ese año aparecen como gastos de Santa Cecilia 600 pesetas pagadas a Antonio por los preparativos de la invitación y 270 en concepto de tortas y churros, total 5,25 euros actuales.
A partir de 1968 volvió la tradición de pasar el día en el campo, muy cerca de la anterior casilla que sin duda se quedaba pequeña. Era la conocida como la “Finquita” o casa de Eguizábal, propiedad de Doña Teresa Menchén y hoy de la familia Villalta- Martín de la Leona.
Las dianas eran cada año más animadas, nos invitaban en las casas de algunos amigos de mi padre como Ramón Núñez “el Infernal”, o de Julián Villalta “el Pañero” que además era el encargado de llevarnos las viandas en su camioneta al campo y participar como un músico más. Seguro que nadie habrá olvidado su invitación famosa por las galletas de coco, era un ritual que se repetía cada año junto al anís, el coñac o la mistela.
Una vez en el campo, los mayores se encargaban de hacer la comida y de esconder las bebidas, que sin duda los jóvenes terminaban descubriendo, también nos avisaban del peligro de la cueva que conectaba con el pozo y de otras precauciones cerca de la era.
Eugenio Muñoz “el de la serradora” era el encargado de preparar una abundante y riquísima pipirrana que consistía en: repollo, tomate de bote, cebolla, aceitunas, bonito en conserva, aceite, vinagre y sal, todo mezclado en un gran lebrillo o barreño de plástico. También había aperitivos de chorizo, salchichón, algún fruto seco y como plato fuerte una gran caldereta que preparaban los más experimentados. Las bebidas consistían en vino, gaseosa, cerveza y Pepsi-Cola y la mayoría eran proporcionadas por José María Blanco que tenía fábrica y distribución.
Sin duda una jornada de convivencia a la que se invitaba al anterior director y en la que había juegos, trastadas, bromas, algún momento de peligro y una felicitación, pues un componente, Jesús Herrera, nació el día de Santa Cecilia, único músico de aquellos años que hoy sigue en activo.
Así transcurría más o menos el día de la patrona hasta 1974. Esperemos que pronto se puedan recuperar las actividades que conocemos en la actualidad, pero todo depende de todos. En mayo, en medio del confinamiento y en esta misma revista, me permití construir una escala musical en uno de mis artículos relacionada con la situación. La vuelvo a incluir por si ahora la entonamos mejor: Dominaremos la pandemia Resistiendo, Minimizando riesgos, Facilitando el trabajo de las personas que nos atienden, Solidarizándonos con los más vulnerables, Lamentarnos significaría que hemos fallado, Sigamos las instrucciones, es por nuestro bien.
Es evidente que en algo hemos fallado, unos por no cumplir las normas y otros por no hacerlas cumplir. Pidamos a Santa Cecilia que interceda para que la música pronto vuelva a alegrar el espíritu que tan necesitado de nuevos ritmos y melodías se encuentra en estos momentos.
Entre las efemérides musicales de noviembre podemos destacar los fallecimientos de Pedro Iturralde el día 1 de 2020, Félix Mendelssohn el 4 de 1847, Agustín Lara el 6 de 1970, Mattia Battistini el 7 de 1928 y el 10 del mismo año nació Ennio Morricone.
Fuentes consultadas: Emilio y Blas Cano García, Juan Muñoz Elipe y archivo personal.