Ante los 97 años de mi nacimiento, 1 de Abril de 1.921 y 70 de mi ordenación sacerdotal, 4 de Abril de 1.948.
Son muchos setenta años de camino:
Por las rutas de la vida sacerdotal…
Llenas de experiencias
De luchas
De triunfos
De derrotas
De desengaños
De amores
De soledades
¡Setenta años de vida sacerdotal!
Momento de pausa en la cima de los años para desempolvar recuerdos, olvidar defectos y subrayar méritos. Como para hacer un inventario.
Decía Calderón de la Barca que “la vida es sueño”, os pido por favor me dejéis soñar que es una bella oportunidad para recordar… que es volver a vivir, desandando el camino de los setenta años de mi vida sacerdotal. Era el cuatro de Abril de 1.948, y brillaba un sol espléndido en el azul de los cielos. En la parroquia de San Pedro Apóstol de Daimiel, vestida de fiesta y plena de fieles, entre ellos, padres, hermanos, familiares y amigos, muchos de ellos, han ido quedando en el camino; para todos ellos, mi amor y mi recuerdo.
El Sr. Obispo D. Emeterio Echeverría Barrena, imponía sus manos sobre mi cabeza y me ordenaba sacerdote de Jesucristo y dispensador de los misterios de Dios. ¿Cabe misión más grande? “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”. Y, no me habéis elegido vosotros a mí, sino yo, os elegí a vosotros. Gracias te doy Señor, por haberme elegido, por todos los beneficios que me has dispensado y por vivir esta aventura de amor humano y divino. El sacerdote ha de ser tan humano y sacerdotal, que a través del hombre aparezca siempre mi sacerdocio. ¡Cristo!
Canté mi primera misa en el convento de los Concepcionistas Franciscanas de Membrilla. Ocupó la cátedra, el ilustre hijo de Membrilla D. José Jiménez, que versó sobre el día del Buen Pastor y la vida sacerdotal. El sacerdocio es el amor del Corazón de Cristo.
Mi primer destino, San Lorenzo de Calatrava y Huertezuelas, situados en Sierra Morena, cubierta de jaras, tomillo y amapolas.
Tomé posesión de la parroquia de San Lorenzo Mártir el día 15 de mayo de 1.948. El mes de María, el mes de las flores. Pueblo que se siente orgulloso de llevar el nombre de tan gran santo, el titular de la parroquia y del patrón del pueblo. Sabemos que era el primero de los siete diáconos de la Iglesia romana, cuando se desencadenó la persecución de Valeriano, en la que murió decapitado el Papa San Sixto, cuando el prefecto de Roma llamó al diácono San Lorenzo, para que le entregara los bienes de la Iglesia , de los que por su cargo era administrador. Lorenzo pidió un plazo de tres días para reunirlos, al cabo de ellos, Lorenzo presentó al prefecto una multitud de ciegos, cojos, lisiados y menesterosos, a quienes la comunidad cristiana venia socorriendo y que a la luz de la fe, eran los mayores bienes con que contaba la Iglesia. Por supuesto, Lorenzo fue condenado a muerte, a morir asado sobre unas parrillas candentes, el 10 de Agosto del año 258, con las parrillas en una mano y en la otra, la palma del martirio.
El 10 de Agosto con un sol espléndido el pueblo lleno de júbilo y vestido de fiesta, celebra la fiesta de su patrón, san Lorenzo mártir. La hermandad en pleno: bandera, pinchos y banda de música, acompañando todos los actos. Celebración de la Santa Misa, centro y corazón de la vida cristiana. “Misa de Angelis” cantada por la coral y acompañada por algunos músicos.
El año 1.950, el Papa Pio XII definió como dogma de fe que María, La Inmaculada madre de Dios, transcurrida la etapa de su vida en este mundo , fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, gran día para la iglesia universal, con repique de campanas y procesión. Un pueblo de 1.100 habitantes. Cuatro años de convivencias, de recuerdos imborrables de hace setenta años, de tanto seres queridos, entre ellos la familia Martín López, con el recuerdo y querido sacerdote D. Antonio de feliz memoria y su hermano Pablo, casado con mi hermana Amparo, no quedando de la familia, mas que nietos y biznietos, todo recuerdos de vida cristiana y amor.
¿Cómo no recordar el pueblo de Huertezuelas de 800 habitantes, como cura encargado de la parroquia de la Inmaculada, patrona del pueblo? No se pueden olvidar aquellos tiempos, sin luz eléctrica, la iluminación era de carburo de los que usaban los mineros. Mi asistencia a la parroquia tenía que hacerla desplazándome en burro o mula por camino de herradura, rodeando la sierra hasta llegar al pueblo, con cerca de tres cuartos de hora de camino. Mi labor pastoral: Domingos, fiestas, bautizos, bodas, entierros… procurando llevar a todos la luz de la verdad y el amor de Cristo. El Evangelio continúa salvando si lo convertimos en vida.
Mi segundo destino, Membrilla. El 14 de Julio de 1.952 llegaba a mi querido pueblo de Membrilla, nombrado capellán de las monjas y coadjutor de la parroquia de Santiago el Mayor. Once años en la plenitud de mi vida sacerdotal, bajo la mirada de mi madre la Virgen del Espino y el patrocinio de Santiago, para gastarlos en el pueblo que me vio nacer.
La misión del coadjutor era colaborar en la pastoral de la parroquia: catequesis, visitas a enfermos, confesionario. Sacramento de la alegría, el altar centro y corazón de la vida de los cristianos, donde Cristo se hace presente por medio del pan y la palabra.
En la cima de las fiestas, la Virgen del Espino, patrona del pueblo, en sus “Desposorios con San José”. Fiesta desbordante de alegría y amor en los corazones de todos los hijos de Membrilla, acompañando a la Virgen los alabarderos con sus artísticas y brillantes alabardas y las bandas de música con sus acordes, llenando de júbilo y amor el ambiente. Los desposorios de la Virgen con San José no son para describirlos, si no para vivirlos.
En Septiembre de 1.963, tomé posesión de la parroquia de San Sebastián de Montiel, ejerciendo mi labor pastoral durante 8 años, bajo la mirada del Cristo de la Expiración y la Virgen de los Mártires; estos dos nombres lo dicen todo para los hijos de Montiel. Entre muchos acontecimientos, la coronación de la Virgen de los Mártires, el 8 de mayo de 1.968.
En el mes de Julio de 1.971, tomé posesión de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Herencia, durante un periodo de 17 años de labor pastoral.
El primer día que entré en el templo, me impresionó, con mis ojos un poco de artista, el grandioso e impresionante cuadro de la Inmaculada concepción del célebre pintor, Zacarías González Velázquez, presidiendo el magnífico presbiterio. Diecisiete años de vida sacerdotal que jamás se borran del corazón. Pueblos, todos ellos, donde sembré semillas de esperanza, de amor y de paz. Que puedan decir: se fue con las manos apretadas… y los brazos cansados de tanto sembrar.
Actualmente, llevó muchos años como cura emérito, pero colaborando según mis posibilidades, con mis compañeros y amables sacerdotes de Membrilla y Puertollano. Procuro vivir mi sacerdocio como “sembrador de eternidad” porque lo temporal sin lo eterno se desvaloriza. Porque, muchas almas te esperan: los pecadores, enfermos, jóvenes, ancianos, niños…, te necesitan. Últimamente son muchas las limitaciones propias de la edad, celebrando la Misa en casa los domingos y consagrando para comulgar todos los días. Y para terminar mis setenta años de vida sacerdotal, escena tan bella, tan colosal, tan llena de enseñanzas prácticas, como las palabras que fueron dichas por primera vez en la orilla del mar de Tiberiádes a Simón Pedro: ¿Simón el de Juan, de amas más que estos? Estas mismas palabras nos las dirigió un día el Señor a nosotros los sacerdotes. Hijo: ¿Me ama más que estos? ¿Harías por mí sacrificios mayores que los otros? ¿Sabrías recomponer la caña resquebrajada? ¿Sabrías avivar la llama del candil que se muere? ¿Podrías salvar la oveja perdida y cogida entre zarzales? ¿Sabrías recoger la mies que aguarda un segador? ¡Hijo! ¿Querrías ser sacerdote de mi Iglesia? y nuestra alma se estremeció con este pensamiento profundo; Y para contestar a la invitación sublime del Maestro no encontramos palabras más adecuadas que las palabras sencillas del pescador de Galilea: Señor, Tú lo sabes todo, Tu sabes que te amo.
“Tú sabes todas las cosas…”
Sabes: Que te he dejado,
Que te ofendí sin quererlo
Que te negué… ¡tantas veces!
Sabes: Que soy frágil
Que soy inconstante,
Que soy pequeño,
Que soy pobre.
Sabes: que caigo,
Que me mancho
Que tropiezo,
Sabes: que no puedo nada,
Que no sé nada,
Que no soy más que miseria sin Ti,
“Pero lo puedo todo en aquel que me conforta ¡Jesucristo!”
“Tú sabes todas las cosas”…
Y sabes también: Que mi corazón te llora, te siente,
Te pide,
Te necesita.
Sabes: que por encima de todas las miserias,
A Ti solo busca,
A Ti solo desea,
A Ti solo quiere en su vida.
Porque a Ti solo ama.
No me dejes creer, Señor, que todo en la vida es pecado, ambición y apetencias bajas. También hay altos y grandes ideales de amor y de servicio.
Déjame, Señor, como a Juan, que apoyada mi cabeza en tu noble y amable corazón… en ese corazón:
Que me conoce,
Que me perdona,
Que me compadece,
Que me ama,
Te diga:
Aunque yo no lo vea,
Aunque yo no lo sienta,
Aunque yo no lo sepa, con lágrimas en los ojos como Pedro, te digo emocionado, en mis 70 años de vida sacerdotal.
Señor… ¡Tú sabes todas las cosas!...
¡Tú sabes que te quiero, Tú sabes que te amo! Y quiero seguir amándote, cogido de la mano de mi Madre la Virgen del Espino, emprendiendo el vuelo a las alturas del amor… Cielo-Dios.
Para ti, joven, que deseas el mundo más fraterno, para ti, que buscas un gran y noble ideal; para ti que quieres ser testigo de Cristo hasta los confines de la tierra…, un camino: sacerdote de Jesucristo.
Pedro Roncero Menchén
Sacerdote