Ni eran tres, ni reyes, ni magos… probablemente

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A la población cántabra de Santillana del Mar se la conoce, además de por la cueva de Altamira, por ser el pueblo de las tres mentiras -se dice- “Ni es santa, ni llana, ni tiene mar”. Estas contradicciones del lenguaje se dan también en creencias asentadas en nuestra cultura.

Hoy celebramos la fiesta en la que incluso la mayoría de los no creyentes reconocemos el simbolismo de la escena del portal de belén que representa el texto bíblico de tres sabios procedentes del este y que sobre camellos siguieron una estrella hasta Belén, trayendo regalos para el niño recién nacido que yacía en un pesebre.

En realidad, la Biblia no dice prácticamente nada de esto. Todos estos datos se han añadido muchos años después de fuentes de fuera de la Biblia.

Mateo 2,1 dice: “Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.”

Y ya está. Mateo no dice cuántos sabios llegaron del Oriente, no dice cómo se llaman, y no ofrece ningún detalle sobre cómo viajaron.

Desde niños hemos oído y aceptado que los sabios -aquí magos- eran Melchor, Gaspar y Baltasar, pero estos nombres no están en la Biblia, sino que aparecen en la literatura cristiana quinientos años después del nacimiento de Jesús. Lo de que sean tres lo atribuimos a que tres fueron los regalos que se cita en Mateo 2,11: “… le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. Sin embargo algunas religiones orientales ofrecen un número diferente de sabios, llegando alguna a indicar hasta doce.

La Biblia no dice nada de que los sabios viajaron en camellos (o cualquier otro animal); el viaje lo podrían haber hecho desde el este a pie. Y desde luego, ninguna fuente bíblica representa a los tres sabios como reyes. Lo más probable es que fueran hombres eruditos, tal vez astrólogos  -por lo de seguir a una estrella-.

Otro detalle es, que hubiera los sabios que fueran y aunque llegaran a Belén, nos explicaron de niños que llegaron justo después de nacer y encontraron al niño Jesús en el pesebre,,, aunque no parece que fuese exactamente así porque Mateo 2:11 dice: “Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose le rindieron homenaje. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra.” O sea, que los sabios entraron "en la casa", no en el establo, y vieron a un "niño pequeño", no a un recién nacido. Lo que nos indica que los sabios llegaron bastante tiempo después del nacimiento de Jesús. Según Lucas 2, fueron los pastores, no los sabios, quienes visitaron al niño Jesús en el pesebre.

No quiero dejar pasar un elemento que considero interesante. La cultura anglosajona se refiere a los tres reyes magos como “the three wise men” (los tres hombres sabios), que pone de relieve la importancia del lenguaje a la hora de construir conceptos: son hombres, no reyes; y son sabios, no magos. En nuestra cultura parece más importante el estatus: ser rey, tener poder o autoridad para potenciar el valor del acto que se describe, como si la acción tuviera más dignidad si la realiza un rey que la realizada por un hombre no regio.

Y no es menor la diferencia entre la consideración de ser “mago” o ser “sabio”. Atribuir la magia como principal cualidad implica una concepción del mundo más volcada en el poder y admiración por lo desconocido, lo inaccesible, inalcanzable si no es, quizás por azar o por fortuna. Tal vez por eso, nuestra sociedad está más confiada en la lotería que en la preparación (lo celebraremos con el sorteo del “Niño”, para no ir más lejos).

Ser sabio sí es una cualidad alcanzable por los hombres (y mujeres), que requiere esfuerzo, pero otorga al conocimiento el papel destacado en nuestras acciones sin necesidad de acudir a la magia. Cosas de los anglosajones.

Querido lector, querida lectora. Esto es una reflexión sobre nuestro sistema de creencias, y en absoluto pretendo cuestionarlas buscando argumentos lógicos o razones empíricamente demostrables porque sostengo la convicción de que las creencias no necesitan ser verdaderas, basta con que sean creativas y provoquen emociones, tal como toda creación artística.

Postulado

Cuando un relato describe la realidad, decimos que es verdad; cuando no es así, decimos que es mentira. O creativo, imaginario, fantástico o emocionante.