La buena, buena política

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Huele bien a café. Me encanta el olor a café. Relaja la calma del local, interrumpida a veces por la cafetera. Bien iluminado y con decoración agradable. Espero a Eduardo. Nos conocemos de toda la vida. En el colegio siempre estábamos juntos, estudiamos en la misma facultad y ahora tenemos la misma ocupación. Ahí llega.

- Qué tomas. ¿Lo de siempre?

- Disculpa el retraso. Sí, claro. Lo de siempre.

El camarero ya conoce nuestros gustos. No hace falta pedir nada. Ya está en la mesa el desayuno. Así da gusto.

- ¿Has visto la prensa esta mañana?

- No, -me dice-. La labor de gobierno me tiene muy ocupado. He estado preparando mi intervención sobre la reforma legislativa de hoy, que como de costumbre no apoyará tu partido.

- Sabes que no puedo apoyarte. Mi ejecutiva no va a apoyar nunca lo que venga de vosotros.

- No nos vamos a engañar, mi partido tampoco quiere tu apoyo. Luego, ya sabes, la prensa y nuestros votantes no entienden que nos entendamos.

- Qué dicen tus afiliados.

- Que soy blando. ¿Y los tuyos?

- Al enemigo, ni agua.

- Acábate eso, que llegamos tarde. Ya pago yo. Para que luego digas que los que gobernamos somos unos estirados.

Salimos y nos dirigimos a pie hasta la sede del parlamento. De camino dejamos claras las cosas.

- En la sesión de hoy tendré que insultarte porque muchos simpatizantes me piden que te ataque más. Para que no parezca personal, diré que “Todos los ciudadanos saben que tu gobierno no es transparente y tiene intenciones ocultas que benefician solo a ustedes. Esta reforma es un fraude. Todo el mundo lo sabe.” Espero que, con esto, mi electorado quede satisfecho.

- Me parece bien. Entonces tendré que contestarte “que tu grupo político, solo sabe contar mentiras. Tanto confunde las ideas, los conceptos y los hechos que ya no distingue un melón de una sandía. Que todo le da igual. Y sepa usted que los ciudadanos no son tontos.” Mi electorado se entusiasma cuando oye estas frases.

- Te recuerdo que después de la sesión, hemos quedado en mi casa a cenar a las ocho. Sed puntuales y dale recuerdos a Sara.

La reforma se aprobó sin el apoyo del principal partido de la oposición. Los medios de comunicación criticaron y apoyaron a partes iguales. Los comensales fueron puntuales a la cena. Todo salió como estaba previsto.

 

Postulado

Cuando los políticos hablan entre ellos, en realidad se limitan a lanzar soflamas a su audiencia. Nada personal.