Rotundo éxito del montaje poético-musical propuesto por el grupo de Cultura y Ocio Los Faranduleros, avalado por dos hechos contrastables en la noche del pasado sábado: el lleno en la Casa de Cultura en una noche difícil en la que la poesía competía con el fútbol en la televisión y, lo que es más importante, la absoluta entrega de un público agradecido y sorprendido por la sincera entrega de un grupo de artistas que nos rescataron la figura de la mujer desde los ojos de Lorca.
Nadie ha vuelto a retratar el alma de la mujer con la intensidad poética y desgarrada del poeta granadino. Nadie se había atrevido incluso a mirar a la mujer en una época antigua y oscura, de principios de siglo pasado, de puertas cerradas y silencios; de pasiones contenidas y chismes en las esquinas; de ansias y temores escondidos detrás de un bordado y un fogón.
Sobre el escenario de la Casa de Cultura, nueve mujeres perfilaron el universo femenino que Lorca nos descubrió en su obra, en un montaje sencillo donde el tremendo simbolismo lorquiano, lleno de vida y de sangre, se tradujo en una elegante combinación de verso y música.
Jero Luna, Alicia Jiménez, Irene Román y Teresa María Jiménez, recorriendo la vida del poeta, impregnada de tragedia, a través de canciones y poemas, robando la atención de los asistentes con unos mágicos zorongos gitanos entonados al ritmo del cajón o unos sentidos versos a Ignacio Sánchez Megías. La cantaora Mónica Prieto, desgranando los cantes por tarantos y peteneras que hace apenas un siglo eran la única banda sonora de los pueblos andaluces de Lorca. M. Teresa Arroyo, Margarita Romero y Esmeralda Núñez, de la Escuela de Alfonsa Vinuesa, personificando en su baile a las Montoyas y Argentinitas que poblaron la vida y la obra del poeta; Manoli Jiménez, trocada en Yerma, derramando sobre el escenario la ausencia del hijo, la terrible cárcel del hogar, la distancia en el lecho…
Nueve mujeres multiplicadas en mil mujeres bajo la mirada intensa de Lorca y acompañadas en esta ocasión por tres grandes artistas masculinos: Cristino Quintana y Luis Fernández a la guitarra y Fernando Moraleda, con la percusión.
Se agradece ahora más que nunca, en estos tiempos que corren, llenos de minutos vacíos y mediocres de televisión, que alguien tenga la idea de detenerse en la rica prosa y el verso fino y elegante del poeta granadino, tan sencillo y tan complejo como la vida misma. Por eso los aplausos fueron tan sinceros.