Tanta suciedad había en las trincheras que teníamos los piojos a montones, nos pasábamos la mano y caían al suelo. Jugábamos colocando un papel en el suelo, le hacíamos una raya en medio y a cada lado echábamos unos pocos, los que cruzaban la raya eran los que ganaban, había veces que se juntaban y se peleaban unos con otros, parecían bandos enemigos.
Fui teniendo suerte, de todos los atentados me iba escapando. Así se fue pasando el tiempo y nos metimos en el año '38. Otro contratiempo. Esta vez cogí las calenturas palúdicas y de nuevo al hospital de las Ventas. Se lo mandé a decir a la familia, advirtiéndoles que no era nada, pero Clarita, no estando conforme, se lanzó para Madrid sin avisar. Yo tenía una amiga con la que iba al cine por no ir solo, también se lo dije por teléfono para que fuera a verme. iEra tan triste estar en un hospital sin tener visitas! Y así lo hizo, me dijo el día que podía ir, pero se adelantó mi esposa. Corno ya he dicho y sin yo esperarla, se dejó caer en el hospital. Ya habíamos comido y estaba durmiendo, me despertó.