El descanso, sólo duró 24 horas, porque enseguida fue a casa el señor Lorenzo (Loma) y me contrató por 35 pesetas al mes y la manutención. Este ganadero pastaba en la vega, desde la casa del Cebollero hasta Zamorano en donde tenía un aposento de su propiedad, pero veníamos al pueblo todas las noches, por Jo que yo aprovechaba para leer en cuanto tenía un momento oportuno. Con las ovejas, el hijo del amo y yo íbamos hasta que se fue a la mili. Después, durante ese tiempo, fue el padre conmigo. Cuando se licenció me trajo un reloj de bolsillo por 12 pesetas y Jo tuve marchando más de treinta años. Nuevamente se incorpora a la faena del ganado. Yo tenía una ovejilla y pensando juntar algunas más, cosa que no le agradó nada y menos cuando parió y junté dos. Pero sin saber cómo, se quedó otra vez preñada y en un año parió dos veces. Era últimos de mayo, venía yo tan contento con mi nueva corderita por la carretera de la Vega hacia el pueblo, cuando por el kilómetro dos me dice el Lorencito que así se llamaba.
- "Ahora estarás muy contento. Ya tienes tres animales; para San Pedro búscate donde llevarlos, porque en mi casa no van a parir más"
Toda mi alegría se volvió tristeza pensando que, si no me salía un nuevo amo, qué haría yo con mis animales. Pero no hay mal que por bien no venga. A primeros de junio solicita mi trabajo un nuevo patrón, Don Miguel Navas (Nabotas). El sueldo fue de 50 pesetas al mes, más 1O ovejas suyas a medias y las tres que yo llevaba, y como de costumbre la manutención. A fin de año juntaba 10 animales míos. En esta casa los trabajos eran duros, pues había 400 ovejas y 5 pastores. El mayoral era Cosme, -hijo del patrón-, el ayudaor, otro ayudante, yo y otro muchacho.
Los pastos de rastrojera los teníamos en las fincas. casa de Don Juan y casa de Capilla. A esta última me incorporé yo con el ayudaor. Durante el verano teníamos que hacer unas cuerdas recias, de siete metros de largas para sujetar la carga que se les echaban a las bestias cuando nos íbamos al invernadero. También hacíamos trabas para amarrarlas y que no pudieran correr, además, sogas para atar los haces de barda con los que se hacían los corrales para las ovejas en los invernaderos. Yo de esto no sabía nada, pero pronto lo aprendí, y la parte que me tocaba hacer, la terminaba antes que ninguno. Esto le llamó la atención al mayoral. Pasó el verano y nos fuimos a la dehesa "La Higueruela", situada entre El Villar del Pozo, Ballesteros de Calatrava y la Cañada de Calatrava, esto a más de cincuenta kilómetros de Membrilla, por lo que había que emplear tres días en llegar allí y hacer noche con el cielo por techo; sufriendo todas las inclemencias del tiempo. Una vez llegados allí se hicieron dos parcelas con el terreno y el ganado. El hatajo mayor era para el ayudaor, con el que correspondía ir yo y el otro hatajo de las ovejas chicas las custodiaba el ayudante. Este tenía más años que yo, y estaba en la casa más años que yo.
Al mes de estar en el invernadero, cómo sería mi trabajo y el del ayudante que arreaba las chicas, que se las quitaron y me las entregaron a mí, y a él lo echaron de muchacho con el ayudaor, me ascendieron y a él lo rebajaron. El mayoral no salía con ningún hatajo, mudaba los corrales cuando les hacía falta y otras ocupaciones.