Allí comía y dormía en espera de ver qué pasaba. Días después me dijeron que ya no iba al frente, y que pertenecía a una compañía de auxiliares que había en el cuartel de María Cristina.
Esa compañía era la que hacía las guardias en el cuartel de Torrijas. Me incorporé. Me dieron un cartón con unos recuadros donde aparecían fechas para todos los días y al pasar a coger el rancho, me picaban el día correspondiente, por lo que ya no se podía coger más rancho aquel día, pero si alguna vez no cortaban el cartón y lo dejaban hundido, éste se ponía en la pared y con la cuchara se le aprensaba hasta que no se notaba y volvías a coger otra vez.