La asociación “Harina, la que pida…” con la llegada de la Semana Santa ha decidido, por segundo año consecutivo, elaborar una receta tradicional de nuestro pueblo: los nuégados.
Blas Rodríguez, presidente de la Asociación, es el encargado de preparar los ingredientes cuidando seleccionarlos de la mejor calidad, primer paso como garantía de un resultado final satisfactorio.
La noche anterior a la confección de las roscas, quedamos para preparar la masa. Huevos, qué huevos; aceite frito de oliva excelente, vinagre del bueno, ralladura de limón rascada con mimo, gasificante y cómo no, harina, la que pida. Y no nos olvidemos de la miel. De abejas seleccionadas por expertos apicultores.
Todo listo para que Genaro Contreras exhiba el magistral movimiento de manos con el que los ingredientes entran en contacto y poco a poco con ayuda de la harina extendida en la mesa de amasado vaya tomando forma la escultural masa que no se deja soltar de Genaro como si el continuo masaje de sus manos le diera vida. Esa es la señal, cuando la masa no quiere soltarse, entonces está lista. La dejamos reposar hasta mañana.
La jornada se prevé larga. A las nueve de la mañana empieza la labor. Todos se emplean a fondo. Blas, Genaro, Antonio Andújar y Vicente Alumbreros forman el equipo. Manteles de tela extendidos acogen las tiras arrancadas a la masa y estiradas uniformemente, dejándolas reposar al aire natural de la cocina adecuadamente ventilada. Una, dos, tres, …, casi en incontables tiras se ha transformado aquella masa ya reposada.
Calentamos freidoras en la nueva fase. El aceite nervioso para recibir las tiras cortadas y convertirlas en garbanzos fritos. Cuando alcanzan el tono dorado, piden ir al lebrillo, que fritura a fritura, va llenándose con permiso de algunas manos que tiene vida propia y rescatan algunos garbanzos que nunca serán atrapados por la miel.
Cientos, qué digo cientos, miles de garbanzos esperan ser endulzados por la miel. Llegamos a un punto crítico. Blas preocupado por conseguir la “marcocha” perfecta. No se debe caer nunca. Se miden las proporciones, los tiempos. El experto es Antonio. Domina con precisión el montaje de la rosca. Con recipiente de agua cerca para aliviar de vez en cuando la fogosidad de la miel, se construye el toroide sobre los platos. Que se vea bonita, que los ojos comen más que la boca.
Una rosca, dos, tres, …, diecinueve, veinte y veintiuna han salido. Son la siete de la tarde.
Misión cumplida. Caras de cansancio y satisfacción. Ahora queda conocer el veredicto de las familias. Para el grupo, han salido las mejores roscas de nuégados del mundo.
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