Membrilla, 8 de diciembre de 1911. La lluvia impide la procesión de la Inmaculada Concepción

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Desde que la Virgen María, vestida de blanco y azul, se apareciese a la joven dama portuguesa Beatriz de Silva en la Corte Castellana, -en el marco de una historia plagada de celos, intrigas y leyendas-, ya estaba marcada en el destino la importancia que la figura de la Inmaculada Concepción iba a tener en Membrilla.

Afincada en Toledo y con el apoyo de la reina Isabel la Católica, Beatriz de Silva fundaba años después la Orden de la Inmaculada Concepción; orden bajo la que se erigiría dos siglos más tarde el Monasterio de las Concepcionistas Franciscanas de Membrilla, centro de la devoción a esta advocación mariana en la localidad.

Con los altibajos propios de estas fundaciones monásticas, muy perjudicadas por los diferentes avatares económicos y políticos de la historia, la comunidad de Concepcionistas de Membrilla pudo llegar hasta el siglo XX con un gran arraigo entre la población. Y cada 8 de diciembre, las monjas celebraban con gran solemnidad la fiesta de la Inmaculada, su patrona, arropadas por la parroquia y los vecinos de Membrilla. La fiesta de la Inmaculada fue fiesta de guardar en todo el Imperio español desde 1644, pocos años después de la fundación del convento de Membrilla, y el papa Clemente XI la declaró fiesta de guardar en toda la Iglesia en 1708.

España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644, siendo el 8 de diciembre fiesta de carácter nacional. Este mismo día, en 1854, el Papa Pío IX proclamaba el Dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción: dogma de fe que sostiene la creencia en que la Virgen María no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción en el vientre de su madre Santa Ana, estuvo libre de todo pecado.

Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul, otorgado por la Santa Sede en 1864 como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.

El día de la Inmaculada Concepción era fiesta grande en Membrilla. Así ocurría un 8 de diciembre de principios de siglo. Las crónicas relatan cómo “con la solemnidad acostumbrada se han celebrado los cultos que a su Patrona y Madre Excelsa la Inmaculada Concepción consagra la comunidad de Concepcionistas.”

El día 8 se celebró la función principal, ocupando la cátedra sagrada el sacerdote natural de Membrilla Domingo Chacón, gran orador y uno de los impulsores más importantes del sindicalismo católico de principios de siglo en la provincia. Chacón dedicó a la Inmaculada “una hermosa oración que ha sido objeto de grandes elogios.”

Por desgracia, ese 8 de diciembre de 1911 fue un día lluvioso y desapacible. La procesión tuvo que suspenderse y la imagen de la Inmaculada Concepción no pudo recorrer las calles de Membrilla.

Tras los años difíciles de la guerra, la procesión de la Inmaculada recuperaría su importancia en el calendario festivo de la localidad, convirtiéndose no sólo en el centro de la devoción mariana en la localidad, junto a festividades como los Desposorios o el Rosario, con instituciones como Las Marías o las Hijas de María, sino en el foco de la vida social vinculada a la costumbre de estrenar ese día el nuevo abrigo confeccionado para los meses de invierno. Día grande también cuando coincidió con la celebración en España del Día de la Madre, trasladado posteriormente a mayo.

La tradición de la procesión de la Inmaculada, perdida durante décadas, pudo recuperarse hace un par de años gracias a la implicación de la Parroquia y a la iniciativa de la Cofradía de la Virgen del Espino, con un homenaje especial a este vínculo religioso y social de la población con las Concepcionistas Franciscanas que fundase Beatriz de Silva: utilizando como centro iconográfico de la fiesta la imagen de la Inmaculada Concepción que presidió el altar mayor del Convento desde los años cuarenta del siglo pasado.

Lo que la lluvia frenó en 1911, este año lo vuelve a frenar un contratiempo más grave: una pandemia. Sólo un parón en aras de la seguridad colectiva que también formará parte de la historia del vínculo de Membrilla con la Inmaculada.

 

 

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