Por expreso deseo del Papa Francisco, en un debido gesto de rehabilitación histórica de su memoria, la celebración de Santa María Magdalena fue elevaba a la categoría de Fiesta el año 2016, situándola en igualdad a los apóstoles de Jesús. Igual a Santiago, a Pedro, a Juan... Un apóstol entre los apóstoles.
De su fiel trayectoria al lado de Jesús, el Vaticano destacaba dos hechos fundamentales: fue la primera testigo de la Resurrección de Cristo y, además, la primera en dar testimonio de ello ante los otros apóstoles. Y por eso, subrayan, “es justo que la celebración litúrgica de esta mujer adquiera el mismo grado de fiesta dado a la celebración de los apóstoles” y, sobre todo, “que se destaque la especial misión de esta mujer, que es ejemplo y modelo de toda mujer en la iglesia”.
En Membrilla, la memoria de María Magdalena no ha sido demasiado reivindicada. La prueba se encuentra en la respuesta que la mayoría de la población daría a la pregunta de quién fue María Magdalena, con seguridad muy ligada a las erróneas teorías medievales.
La imagen de María Magdalena llegaba a nuestra Semana Santa en 1962 de la mano de la Hermandad de Jesús Nazareno, siguiendo la iconografía de Penitente inspirada en la leyenda provenzal: con la calavera, el crucifijo y un libro. En lo devocional, fuera de su traslado procesional del Viernes Santo, nunca ha sido celebrada en su justo papel apostólico; no se ha librado de la carga de la tradición y ha permanecido durante muchos años arrinconada en el coro de la iglesia hasta que fue “rescatada” para el culto diario por el párroco Raúl López de Toro, ubicándose en el “guardapasos” de la entrada del templo. De la exquisita pluma del párroco, a instancias de miembros de la hermandad, nació también su revisión histórica en el Sermón del Encuentro del año 2019. Sin embargo, ningún año se ha recordado de un modo especial su día, el 22 de julio. Ni siquiera cuando el Papa elevó su memoria a Fiesta en el Calendario Romano General en el 2016.
Sigue siendo uno de los pocos santos o Apóstoles locales cuya imagen no preside la misa de su fiesta desde el Altar Mayor del templo parroquial...
En el marco de su Fiesta, recuperaremos la memoria de María Magdalena en algunas pinceladas…
Del Evangelio a los “bulos” medievales
Si la fuente primera y cierta del cristianismo son los Evangelios, de María Magdalena sólo podemos decir que fue una mujer sanada por Jesús que, agradecida y cautivada por sus enseñanzas, se convierte en su seguidora desde Galilea. Fue una figura importante en el círculo de discípulos, pues siempre es nombrada la primera entre las mujeres que le acompañan. También es de las pocas que estará en el Calvario junto a Jesús en los momentos de la muerte, permaneciendo incluso velando frente al sepulcro. Será ella quien acuda a ungir el cadáver de su amigo y será la primera persona a la que Jesús se aparece tras la Resurrección, encomendándole su anuncio al resto de discípulos. Todo eso es lo que nos cuentan de ella los Evangelios.
Sin embargo, algo debió suceder para que María Magdalena desapareciese de la historia oficial del cristianismo tras la muerte de Cristo. Su presencia se limitará a los textos apócrifos de aquellos primeros siglos, donde aparece siempre como un apóstol más entre los apóstoles en los debates y reuniones. Incluso existe un Evangelio de María Magdalena.
Tuvo que llegar la oscura mentalidad de la Edad Media para desdibujar esta imagen evangélica de María Magdalena: Los pensadores de la incipiente iglesia cristiana intentaban explicar y reinterpretar cada intención oculta de las escrituras y comenzaron a confundir la excepcional figura de María Magdalena con la de la pecadora anónima que aparece en el Evangelio de Lucas. Incluso mezclaron estas dos mujeres con Marta de Betania, hermana de Lázaro, hecho que se consolidó sobre todo a raíz de las famosas homilías de Gregorio Magno en el siglo VI. Los evangelistas, autores cercanos a Jesús o a sus discípulos, habían llamado siempre a cada una de estas mujeres por su nombre en cada uno de los pasajes bíblicos. Pero a raíz del siglo sexto, de buenas a primeras María Magdalena será tratada sin saber por qué como una prostituta arrepentida que derrama un frasco de perfume en los pies del maestro, los seca con su larga cabellera, es perdonada y se convierte en seguidora de Jesús. Y como sucede en este siglo XXI, lanzado el bulo con el aval “incuestionable” de la institución en el poder, es difícil detenerlo. Se fue compartiendo a lo largo de los siglos y pocos remitieron al Evangelio original para contrastar las fuentes originales. Y esa es la imagen que ha llegado de María Magdalena hasta nuestros días en la Iglesia de Occidente (no así en la Iglesia de Oriente, que siempre ha mantenido su culto como “igual entre los apóstoles”, sin reinterpretaciones medievales.)
Sin embargo, la figura de María Magdalena era tan importante en las primeras comunidades cristianas que su leyenda se extendió rápidamente por toda Europa, -Alemania, Francia, Italia, España…-, donde surgió una devoción tan intensa que son múltiples las historias, mitos, recuerdos de María Magdalena en cualquier rincón del imaginario cristiano europeo, sobre todo en la literatura y en el arte, salpicados del bello símbolo de la rosa. Basta mirar alrededor en cualquier viaje para encontrarla.
Su recuerdo físico se vincula a la zona de la Provenza francesa, donde se conservan sus reliquias en la bella basílica de Saint Maximin y la leyenda de su retiro ermitaño en la cercana y mística zona de la Sainte Baume. Tras Roma y Compostela, Saint Maximin se convirtió en el tercer centro de peregrinación más importante de Europa. El peregrino, tras Pedro, Pablo y Santiago, buscaba postrarse ante los restos de María Magdalena.
El camino de reparación de su memoria
La Iglesia celebraba la festividad de María Magdalena el 22 de julio bajo la memoria de “Santa María Magdalena, penitente” (penitente por la redención de su atribuída vida pecadora) y en su celebración, incluso en el Evangelio del día, abundaban las referencias a su papel de pecadora arrepentida y perdonada por Jesús y a su identificación con María de Betania.
Pero tras el Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI llevó a cabo una profunda renovación litúrgica (“Devuélvase su verdad histórica a las pasiones o vidas de los santos.” ) de la que surgió una revisión de la figura histórica de María Magdalena: ya no la va a identificar con la pecadora penitente de Lucas y así reza ahora en su memoria del 22 de Julio: Santa María Magdalena. El apelativo Penitente había desaparecido y en el evangelio de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena, el texto de la pecadora se cambia por uno de los textos evangélicos más bellos: el de la Resurrección de Jesús narrada por Juan.
El resto de este camino de reparación se narraba al principio del artículo: el Papa Francisco rehabilitaba su figura en la historia del cristianismo nombrándola Apóstol entre los apóstoles y declaraba la Fiesta litúrgica de María Magdalena a través de un decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, datado el 3 de junio 2016.
Una decisión tomada por el Santo Padre precisamente en el contexto del Jubileo de la Misericordia, para evidenciar la importancia de esta mujer que “mostró un gran amor a Cristo y por Cristo fue muy amada.”