El 30 de mayo de 1919, España se consagraba al Sagrado Corazón de Jesús en el transcurso de la ceremonia inaugural del monumento del Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles, en Getafe. Un monumento ligado a la población de Membrilla en cuanto contó para su construcción con las aportaciones económicas de un grupo de vecinos que se sumó a la suscripción popular que contribuyó a su financiación.
La fiesta del Sagrado Corazón cobró mayor importancia en nuestra población, contándose entre las más significadas en los años siguientes, con novenarios y procesiones en las que participaban todas las cofradías de la localidad.
La guerra civil cortó de raíz unas celebraciones que ni siquiera la República había podido detener. En Getafe, la imagen del Sagrado Corazón que era parte de los vecinos de Membrilla era fusilada por milicianos, al tiempo que el monumento era volado y destruido. En nuestra población, los lugares de culto y su imaginería desaparecían presa del fuego y el vandalismo anarquista. Las imágenes de los hogares se ocultaban hasta en los lugares más insospechados por miedo ante los habituales registros realizados por grupos de milicianos armados.
Terminada la guerra, el culto al Sagrado Corazón se retomó paulatinamente perdiendo la fuerza de sus anteriores manifestaciones populares de fe pero ganando en presencia íntima en los hogares. La imagen del Sagrado Corazón, sobre todo sedente, comenzó a poblar las casas y edificios públicos de la localidad recordando la consagración nacional, en una entronización doméstica: poner en cada casa un trono de Cristo, consagrar la casa o el edificio a Cristo.
Así estaban las cosas, cuando en 1943 Ciudad Real vuelve a contar con un obispo-prior: el navarro D. Emeterio Echevarría Barrena. Dos años después de su nombramiento, en abril de 1945, el obispo realizaría una visita a Membrilla en la que, entre otros numerosos actos pastorales, presidió el solemne acto de consagración del Ayuntamiento de la localidad al Sagrado Corazón.
Llegaba el obispo a Membrilla con el protocolo habitual en aquellos primeros años de posguerra en el que la población en pleno le tributaba un “grandioso recibimiento”: “A las afueras del pueblo fue recibido el Prelado por las autoridades, miembros de Acción Católica, comisiones y representantes de Hermandades, así como los niños de escuelas públicas.”
A continuación, un desfile por las calles, en las que se habían levantado arcos triunfales, que llevó al obispo bajo palio y rodeado de vítores entusiastas y aclamaciones hasta la improvisada iglesia parroquial, instalada en los salones de la Sociedad Protectora.
Tras la visita a las instalaciones, misa en la que bendijo las insignias de las diferentes secciones de Acción Católica. Tras la lectura del ritual correspondiente, Ángel Fernández Herreros fue el encargado de imponer las de Hombres y Juventud masculina, y Virtudes de López Villalta las de mujeres y Juventud femenina, cerrando el acto unas palabras del obispo y los himnos de Acción Católica.
La visita del obispo también sirvió para celebrar el sacramento de la Confirmación, en el que estuvo ayudado por el párroco Virgilio del Río y actuaron como padrinos Juan Medrano y Josefina Aguirre, que serían los anfitriones del prelado en la comida.
Pero la mañana todavía daría para más: “aún antes de comer el Prelado, como si el cansancio no contase para él, marchó a las escuelas siempre acompañado de autoridades, Acción Católica y pueblo, donde entronizó el Sagrado Corazón.”
También fue entronizada la imagen del Sagrado Corazón en el centro de Acción Católica, donde se repartió una comida a los pobres de la localidad que bendijo el señor obispo.
Por la tarde, la entronización del Sagrado Corazón se realizó en el Ayuntamiento de la localidad, en una simbólica consagración de Membrilla. La imagen del Sagrado Corazón, “una vez leída la fórmula de consagración por el secretario accidental, don José Muñoz, fue solemnemente colocada en el lugar de honor” por el alcalde Vicente Elipe, presidiendo el despacho de administración del consistorio junto con las entonces preceptivas fotografías de Franco y Jose Antonio y un reloj regalado al Ayuntamiento por Joaquín Pérez Cabellos. Unas palabras del obispo y un refrigerio cerraba el acto de entronización en el consistorio.
Entre los aspectos más lúdicos, una velada teatral regalada por Acción Católica distribuida en dos partes: “Unos cuadros del moderno auto sacramental España bien maridada, del P.A. Salgado” en el que destacó nuestra añorada Pepita Moraleda en su papel de España. Estuvo acompañada por Isabel Bellón, Aurora Arias, Teresa Menchén, Isidora Navas, Carmen Alhambra, Elisa Ruiz y los niños “Pepito Núñez y Alfonsito Morales”. Una segunda parte corrió a cargo de los jóvenes, que representaron “El terrible Homobono”, cuento humorístico en un acto, premiado con el aplauso repetido del público.
Emeterio Echevarría aprovechaba su visita a Membrilla para comprobar personalmente los estragos sufridos por los edificios religiosos de la población. Acompañado por el alcalde, se desplazó hasta el convento de las Concepcionistas Franciscanas y a la ermita de la Virgen del Espino, donde se rezó una salve, y “recorrió las ruinas del que fue templo parroquial.” También realizó una visita a los enfermos.
“Para despedirse, subió al púlpito y terminó su última alocución con palabras que dejaron hondo recuerdo en Membrilla.” El obispo dejaba nuestra localidad en coche, entre bendiciones paternales, vivas de la muchedumbre, lágrimas en los ojos y las notas musicales de la marcha de los Infantes, según describen las crónicas de la época.
Emeterio Echevarría moría en Ciudad Real en diciembre de 1954. El año siguiente, su sucesor Juan Hervás bendecía la restaurada parroquia de Santiago el Mayor. Por primera vez, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús ocupaba uno de los altares de su nave central. Numerosos hogares de la población continuaron “entronizando” la imagen del Sagrado Corazón a lo largo del siglo.