El cáncer de mama no es de color rosa. Pero tampoco es de color marrón. Ni azul. Ni verde. Ni amarillo. El cáncer de mama es una putada muy gorda, incolora. Pero muy dolorosa. En muchos casos mortal. Muerte con agravante en “femenino”, porque la que padece y la que muere es siempre una madre, una abuela, una hija, una amiga…
Y precisamente ha sido la mujer la que ha liderado durante el último siglo los movimientos sociales encaminados a impulsar avances en la investigación y el reconocimiento de esta enfermedad. Y de ahí el color rosa.
¿Por qué un lazo rosa?
La costumbre de utilizar lazos de colores como reivindicación de una causa nos llega, cómo no, de EEUU. Allí ya era costumbre que las mujeres atasen lazos de color en los árboles para recordar a sus soldados, a los rehenes secuestrados en Irán en 1979… El momento definitivo llegó en 1991, cuando Jeremy Irons lució por primera vez un lazo rojo para visualizar el Sida. Era el ‘The Red Ribbon Project’ que dio la vuelta al mundo.
Ese mismo año, Charlotte Hayley, una mujer de 68 años, fue diagnosticada de cáncer de mama. Pero no se quedó en silencio. Cogió aguja e hilo y tejió con sus propias manos, en el salón de su casa, miles de lazos de color melocotón (era su color favorito) para repartirlos entre sus vecinos y amigos. No era una reivindicación silenciosa; junto a los lazos enviaba una tarjeta que decía: “El presupuesto anual del Instituto Nacional del Cáncer es de 1.800 millones de dólares estadounidenses, y solo el 5% se destina a la prevención del cáncer. Ayúdenos a despertar a nuestros legisladores y a Estados Unidos usando esta cinta”.
El éxito de su iniciativa se extendió por el país y llegó a oídos de Alexander Penny, editora de la revista de salud para mujeres Self, y la vicepresidenta de Esteé Lauder, Evelyn Lauder, sobreviviente de cáncer de mama, que quisieron lanzar una campaña a través de la revista, repartiendo lazos. Era el número de octubre, un mes dedicado a la Concienciación sobre el Cáncer de Mama desde 1986.
Sin embargo, Hayley rechazó la colaboración argumentando que el proyecto de Self y Lauder era demasiado comercial. Ante la negativa, Penny y Lauder tiñeron el lazo de color rosa para poder usarlo legalmente y lanzaron su campaña. La cinta rosa fue respaldada por todas las organizaciones importantes y el año 1992 fue declarado como el "Año de la cinta" por el diario New York Times.
Y así hasta hoy.
#elrosaesmásqueuncolor
Cada 19 de octubre, se conmemora el Día contra el Cáncer de Mama, una fecha promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para “visibilizar esta dolencia, difundir la importancia de la autoexploración y la prevención, y también para poner el foco en la investigación”.
Surgen también este día los movimientos que denuncian la banalización mediática, incluso la comercialización y el “mercadeo” con el color rosa, argumentando que en muchos casos las acciones tienen más de “fiesta” que de denuncia social.
Es verdad que queda mucho por hacer en materia de cáncer de mama. Vemos horrorizados estos días, y en los años anteriores, cómo mucho dinero público se funde en “cosas” que nos producen hasta vergüenza e indignación, además de otros fines y prebendas, mientras faltan los fondos públicos para investigación pública y de calidad. No se prioriza la inclusión en el sistema nacional de salud de medicamentos innovadores que hayan demostrado eficacia (la quimioterapia también es un marrón gordo). La reconstrucción tras la masectomía debe ser una opción más que debe explicarse con información suficiente y clara. Siguen siendo necesarios más recursos para diagnósticos tempranos y controles gratuitos. El cáncer no puede ser tratado como una enfermedad común en procesos de incapacidad temporal, ni afectar a cosas tan aparentemente comunes como la renovación del permiso de conducir o la contratación de pólizas de seguros. Y mil historias más; tantas como personas afectadas en la propia piel o en sus familias.
Pero el problema no es del color rosa. El problema estará si no sabemos usar el color rosa en su justa y necesaria medida.
Rosa para reivindicar, para implicar a la sociedad y a los políticos en una lucha que va más allá de sumarse a una marcha por los pueblos y ciudades; es necesario su apoyo no sólo en la calle, sino sobre todo, en las esferas donde pueden tener capacidad de decisión y presión. La AECC este mes también se viste de rosa, apostando por la investigación a través de sus campañas. Muchas también en Membrilla.
Hoy no hay que olvidar lo importante. Ni los que compran o colaboran o marchan, ni los que miran la marcha desde su casa o desde un sillón o escaño. La importancia de dejarse oír. De exigir.
Y hoy, porqué no, miremos el mundo con cristales de color rosa, porque es el símbolo “consensuado” de una lucha muy, muy importante.
Que nadie nos dice que el cáncer es de color rosa. Lo que nos dicen es que este rosa es más que un color, precisamente porque el cáncer de mama, y más aún el cáncer metastásico, son una cosa muy seria y muy dolorosa, que encierra mucho sufrimiento.
No nos quedemos en el lazo; busquemos el sentido y el sentimiento. Pero no en silencio.