La fuerza espiritual de Santa Teresa de Jesús nos llega al siglo XXI plasmada en el eco de su obra: La consistencia de sus fundaciones, la contundencia y sabiduría de sus escritos, la certera mirada humana de la religiosa sobre el mundo. Se queda corto el nombramiento como Doctora de la Iglesia para una vida tan intensa y una mente tan lúcida. Incluso, en términos globales, se queda corto el reconocimiento en sí, en muchos casos limitado a un recuerdo en redes sociales el día de su fiesta. Pocas veces se disfruta de sus reflexiones y sus palabras, de su esfuerzo, de su inteligencia, incluso de su humor y de su ironía, en los textos nacidos de su pluma. Incluso de buscar su huella en los rincones de Ávila, de sus fundaciones, en Alba de Tormes…
Tampoco en Membrilla recordamos la huella de la Santa que un martes de Carnaval, en febrero de 1575, a primeras horas de la mañana, se acercó a la ermita de Ntra. Sra. del Espino para oír misa a los pies de la Patrona.
La madre Teresa debía hacerse cargo de una nueva fundación en Beas de Segura (Jaén). "En el tiempo que tengo dicho que me mandaron ir a Salamanca desde La Encarnación, estando allí, vino un mensajero de la villa de Beas, con cartas para mí de una señora de aquel lugar y del beneficiado de él y de otras personas, pidiéndome fuese a fundar un monasterio, porque ya tenían casa para él, que no faltaba sino irle a fundar." Seis meses de planificación de un viaje, el primero a esas tierras, que ya se percibía como duro y difícil, no sólo por las distancias, sino por el estado de los caminos, la incidencia de la meteorología y la precaria red de alojamientos para unas monjas. Basta leer las Fundaciones para hacerse una idea de las complejas condiciones en las que las religiosas afrontaban estos viajes. En ellas describe la propia madre Teresa sus muchas dudas y, al final, cómo acababa de nuevo en camino, a sus casi sesenta años: "Algunas veces pienso en esto y cómo lo que nuestro Señor quiere, aunque nosotros no queramos, se viene a que, sin entenderlo, seamos el instrumento."
El grupo se concentraba en Malagón el 14 de febrero de 1575: nueve monjas y una aspirante asistidas por mozos y carreteros que guiaban los cuatro carros en los que se desplazaban y en los que llevaban el ajuar más indispensable.
El viaje nos lo narra Fray Efrén de la Madre de Dios:
“El itinerario directo, minuciosamente cronometrado, era entrando por el punto más cercano de la Encomienda de Santiago, que comenzaba en la localidad de La Membrilla, contigua a la villa de Manzanares. La primera jornada, lunes de Carnaval, fue desde Malagón a Manzanares. Allí pernoctaron, según cierta tradición, y al día siguiente, martes de Carnaval, pasaron la raya de la Encomienda de Santiago por La Membrilla, con la intención de celebrar la Santa Misa en el primer lugar a propósito.
Eran dos los sacerdotes de la comitiva: el capellán Julián de Ávila, y el sacerdote Gregorio Martínez, hermano que era de la postulante Lucía Martínez. El gobernador civil, D. Gómez Velázquez, de la Orden de Santiago, residía a la sazón en la villa de Infantes, cabeza del Campo de Montiel. Entre los moradores de La Membrilla había un hidalgo, llamado D. Bartolomé de Ahumada. Sospechamos que 'se trata de un primo de Sta. Teresa, hijo quizá de su tío D. Juan de Ahumada, que años antes había fijado su residencia en Castilblanco (Badajoz), por donde la Santa había pasado en 1548, al regreso de la romería de Guadalupe, visitando a cuantos familiares hallaba en su camino. De este D. Bartolomé de Ahumada no hemos hallado todavía noticia exacta; pero barruntamos que se trata de un pariente de la Sta. Fundadora.
El primer problema de la Santa Madre, en amaneciendo, era que los sacerdotes pudiesen celebrar la Santa Misa y dar la comunión a las monjas, y la parroquia de Manzanares estaba destruida desde el incendio que la consumió el día de Corpus de 1571. Decidieron buscar suerte en La Membrilla, que estaba al lado.
«En las afueras de La Membrilla, — leemos en un relato de 1575—, hay una ermita que está en el castillo que llaman del Tocón, de mucha devoción en esta villa y su comarca». Estaba a cargo del bachiller Pedro Ramírez, y se tenían que decir cada semana dos misas. Aquí hubo de ser donde dijo la misa el capellán Julián de Ávila, y después no podía decirla el otro sacerdote Gregorio Martínez, por falta de provisiones. La Santa Madre suspiró pidiendo a Dios que lo remediase; «y casi milagrosamente, asegura Ana de Jesús, se halló lo que faltaba».
Tras oír misa en la ermita de Ntra. Sra. del Espino, Santa Teresa y sus acompañantes partieron hacia La Solana y pasando por Alcubillas, Infantes, Cózar, llegaron a Torre de Juan Abad, donde pernoctaron para preparar el accidentado paso a Andalucía por Sierra Morena. Destino: la fundación de Beas.
Un episodio algo olvidado, en definitiva. Ni siquiera la página de Turismo de Castilla-La Mancha, en su apartado dedicado a Santa Teresa, cita a Membrilla en el itinerario al Sur.
Fdez. Megías