La celebración del Jueves de Comadre es el acontecimiento que dota al carnaval de Membrilla de una seña de identidad propia que le diferencia del resto de los carnavales de la comarca. Es también la fecha que da inicio a las celebraciones propias del carnaval en la localidad.
Pero no es una fiesta autóctona y única, nacida en la localidad, sino que sus raíces se hunden en la historia de los carnavales de muchas culturas mediterráneas y, sobre todo por su cercanía, en otras comarcas de España.
Sin entrar ahora en los orígenes del propio Carnaval, del que se han encontrado referencias de hace 5.000 años en Egipto o Sumeria, baste apuntar que el peso de su tradición Europea tiene su exponente más inmediato y sólido en las fiestas paganas romanas, cimiento habitual de casi la totalidad de las actuales fiestas españolas. Entre ellos, destacan las Saturnales, vinculadas al consumo de carne en grandes banquetes. Fiestas liberadoras en las que se invertía, temporalmente, la autoridad patriarcal, la moral y el ordenamiento social por medio de máscaras, sátiras y excesos.
A partir de la Edad Media, toma especial significado la fecha del Jueves Lardero, el jueves anterior al Domingo de Carnaval. Ante la llegada de la inminente y dura Cuaresma y Semana Santa, los cristianos se reunían para comer carne antes del estricto ayuno y abstinencia que les esperaba. Carnaval: “despedir la carne”. La costumbre era consumir cerdo en sus múltiples variantes, entre ellas los típicos hornazos castellanos. Quizá “lardero” proceda de lardo, grasa o parte gorda del tocino de cerdo, y de lardear, "untar o envolver con lardo o grasa lo que se va a asar".
Sin embargo, Membrilla optó por una derivada más femenina y matriarcal de las celebraciones: el Jueves de Comadres. Varios autores, entre ellos Caro Baroja, han situado su origen en las Matronalia romanas, entre otras fiestas paganas. Celebraciones dedicadas a la diosa Juno en la que se obsequiaba especialmente a las mujeres casadas y donde hasta las esclavas tenían un trato destacado. En el Jueves de Comadres, la fiesta otorgaba una preferencia especial a la mujer, figura silenciada en el propio orden social y también en Cuaresma. De ahí que sea considerada una fiesta de mujeres, después relacionada con el bautizo cristiano -madres, madrinas, hijas, ahijadas-, que se reúnen para comer o merendar entre cánticos, bailes y música, rodeadas de la chiquillería.
Y eso, contado a grandes rasgos, es lo que determinaba el elemento principal de la fiesta del Jueves de Comadres en Membrilla: la reunión de madrinas y ahijados en torno a la degustación de un plato concreto, las gachas dulces. Las gachas blancas tradicionales se elaboran con harina de trigo y agua, siendo complementos indispensables el azúcar, la “matalauva” y el chorrito de arrope, líquido resultante de cocer el mosto de uva hasta su reducción. Bautizo imprescindible nacido de las propias viñas del pueblo que daba origen al pistoletazo de salida para hundir la cuchara: ¡Ánimo, a las gachas, que son de arrope! Expresión que ya ha quedado en el lenguaje manchego como muestra de aliento a una persona para que se atreva con alguna empresa, generalmente agradable.
Una tradición que, lamentablemente, está bastante desfigurada en la sociedad actual y que no hace tanto permitía un refuerzo festivo en el entrañable vínculo que une a madrinas y ahijados. Pese a todo, son muchos los hogares en los que se sigue celebrando y asociaciones como las Amas de Casa mantienen en su sede ese matiz de reunión de mujeres compartiendo, festejando.
En torno a la celebración, como antesala a la fiesta misma del Carnaval, las calles de Membrilla se llenaban de máscaras callejeras, personajes que ocultaban en mantas, tocas, trapos, cortinas y antifaces artesanales la desvergüenza, el atrevimiento, la sátira y la irreverencia que la sociedad no permitía. Pícaros mascarones que se colaban en las casas, -aquellas casas de confiados portones abiertos- y asaltaban a viandantes con su voz chillona. Todo bajo la frase más popular de aquel carnaval de Membrilla: "Anda, anda, ¿a que no me conoces?". Unas máscaras callejeras que, también lamentablemente, han desaparecido de las calles de Membrilla y que llegados al siglo XXI sólo aparecen en contadas ocasiones o encerradas en un baile del Pabellón del Espino a altas horas de la noche del Jueves de Comadres. Buena iniciativa que, por lo menos, mantiene su espíritu en la memoria colectiva...