Un villancico

Un villancico

Que cualquier pequeño detalle de cualquier día de nuestra vida puede aportar un poco de magia, es un hecho indiscutible. Basta que se produzca una pequeña coincidencia en el espacio y en el tiempo entre la persona y el sentimiento. Que la Navidad es una fecha propicia para que se produzcan esta serie de encuentros mágicos, es innegable.

Uno de ellos:

De casi todos es conocida la espectacularidad del planteamiento artístico, histórico y de ocio que ofrece el parque temático Puy du Fou, en Toledo. Grandes montajes escénicos, cuidadas escenografías, recreaciones de época impecables… Lo suficiente para impresionar a cualquier espectador que ose cruzar sus murallas, más allá de los arrabales toledanos.

Pero a veces, entre todo lo espectacular, surge la magia de lo pequeño, de lo íntimo, de lo sencillo… Y así, en un rincón de la Puebla Real, la villa medieval recreada en Puy du Fou, a los pies del castillo de Vivar, un grupo de pequeños entonaron un villancico, arropados por las notas de un violín…

Por un instante, quedó sólo la noche toledana, perdida entre la niebla, rodeada de luces navideñas, y la voz de los pequeños...

Curiosa fórmula musical la de los villancicos. Nacidos en la Edad Media entre villanos, -habitantes de lugares como la Puebla Real-, para cantar a varias voces los avatares del día a día. Musicalizados por grandes compositores y recopilados como parte fundamental de la lírica popular española durante el Renacimiento, los villancicos se convirtieron en una fuente de transmisión oral sencilla y atractiva. Con el tiempo, sus letras comenzaron a introducir elementos religiosos y acabaron transformados en uno de los modos más bellos de cantar el Nacimiento de Jesús en Navidad.

Los villancicos forman parte del folclore y la tradición de cada lugar, de cada región o nación. Y no hace tanto que todavía seguían siendo la fórmula más habitual de celebrar la Navidad en familia: Maitines de Membrilla con zambombas y panderetas, guitarras y botellas de anís rasgadas por grupos de amigos y familias cantando villancicos en torno al fuego del hogar. Había menos móviles y menos “luces” que ver y, sobre todo, menos luces que fotografiar y compartir en redes.

De los villancicos habrá grandes aficionados, grandes enamorados y grandes detractores. Quizá la sobreexposición a algunos “soniquetes”, muy americanizados y con tintes comerciales, o partituras repetidas hasta la saciedad durante estas fechas puedan provocar el hartazgo, el rechazo hacia el género. 

Pero qué interesante es abstraerse por un momento de las luces que deslumbran y del exceso de ruido, descender a lo sencillo, a la noche y a las voces de los niños, a la melodía del violín, y recordar el sentido y la magia de muchas cosas que celebramos en Navidad.

 

 

(Hemeroteca Membrilla.com. Navidad 2022.) 

NOTA.- Los niños, casualmente, resultaron ser casi vecinos: alumnos del colegio San Luis Gonzaga, de La Solana, que habían quedado finalistas en el Concurso de Coros convocado por el parque temático. 

 

 

 

 

 

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Que cualquier pequeño detalle de cualquier día de nuestra vida puede aportar un poco de magia, es un hecho indiscutible. Basta que se produzca una pequeña coincidencia en el espacio y en el tiempo entre la persona y el sentimiento. Que la Navidad es una fecha propicia para que se produzcan esta serie de encuentros mágicos, es innegable.

Uno de ellos:

De casi todos es conocida la espectacularidad del planteamiento artístico, histórico y de ocio que ofrece el parque temático Puy du Fou, en Toledo. Grandes montajes escénicos, cuidadas escenografías, recreaciones de época impecables… Lo suficiente para impresionar a cualquier espectador que ose cruzar sus murallas, más allá de los arrabales toledanos.

Pero a veces, entre todo lo espectacular, surge la magia de lo pequeño, de lo íntimo, de lo sencillo… Y así, en un rincón de la Puebla Real, la villa medieval recreada en Puy du Fou, a los pies del castillo de Vivar, un grupo de pequeños entonaron un villancico, arropados por las notas de un violín…

Por un instante, quedó sólo la noche toledana, perdida entre la niebla, rodeada de luces navideñas, y la voz de los pequeños...

Curiosa fórmula musical la de los villancicos. Nacidos en la Edad Media entre villanos, -habitantes de lugares como la Puebla Real-, para cantar a varias voces los avatares del día a día. Musicalizados por grandes compositores y recopilados como parte fundamental de la lírica popular española durante el Renacimiento, los villancicos se convirtieron en una fuente de transmisión oral sencilla y atractiva. Con el tiempo, sus letras comenzaron a introducir elementos religiosos y acabaron transformados en uno de los modos más bellos de cantar el Nacimiento de Jesús en Navidad.

Los villancicos forman parte del folclore y la tradición de cada lugar, de cada región o nación. Y no hace tanto que todavía seguían siendo la fórmula más habitual de celebrar la Navidad en familia: Maitines de Membrilla con zambombas y panderetas, guitarras y botellas de anís rasgadas por grupos de amigos y familias cantando villancicos en torno al fuego del hogar. Había menos móviles y menos “luces” que ver y, sobre todo, menos luces que fotografiar y compartir en redes.

De los villancicos habrá grandes aficionados, grandes enamorados y grandes detractores. Quizá la sobreexposición a algunos “soniquetes”, muy americanizados y con tintes comerciales, o partituras repetidas hasta la saciedad durante estas fechas puedan provocar el hartazgo, el rechazo hacia el género. 

Pero qué interesante es abstraerse por un momento de las luces que deslumbran y del exceso de ruido, descender a lo sencillo, a la noche y a las voces de los niños, a la melodía del violín, y recordar el sentido y la magia de muchas cosas que celebramos en Navidad.

 

 

(Hemeroteca Membrilla.com. Navidad 2022.) 

NOTA.- Los niños, casualmente, resultaron ser casi vecinos: alumnos del colegio San Luis Gonzaga, de La Solana, que habían quedado finalistas en el Concurso de Coros convocado por el parque temático. 

 

 

 

 

 

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