Membrilla celebra el 8 de Marzo del 2021, Día de la Mujer Trabajadora, en plena Cuaresma. Y es curioso precisamente en este día echar un vistazo al papel desarrollado por la mujer cofrade de Membrilla en el escenario de la Semana Santa local desde una bien entendida “perspectiva de género”.
Tras un estudio personal de los últimos doscientos años de esta celebración religiosa en la localidad, que permite ver de un modo global el desarrollo de la Semana Santa en todas sus facetas, es muy interesante poner el foco en la figura de la mujer. Parte importante de esta celebración que, sin embargo, ha mantenido una lucha callada por conseguir la igualdad con los hombres cofrades. No se trata de una discriminación concreta en las celebraciones por ser mujer, sino de un reflejo en lo particular de una sociedad cambiante y en continua evolución que en unas épocas defendía y predicaba estas desigualdades y en otras luchaba por la equiparación de derechos hasta llegar a la situación actual, muy comprometida con el papel que la mujer desarrolla en la Semana Santa local.
Nos limitaremos a un recorrido muy básico y genérico por esta evolución que nace a principios del siglo XIX y se expande durante más de cien años bajo una premisa tajante: la Semana Santa de Membrilla, en su faceta cofrade, era una fiesta reservada a los hombres. La mujer no podía ser miembro de una Cofradía, cuyos “puestos” eran incluso heredados de padres a hijos varones. La no pertenencia a una cofradía conllevaba para la mujer otros menoscabos de carácter asistencial.
Las primeras inclusiones de mujeres en las filas cofrades se remontan a las primeras décadas del siglo XX, aunque eran muy testimoniales. Será la destrucción provocada por la etapa anticlerical del periodo bélico y la posterior reconstrucción del mundo cofrade la que lleve a la mujer al seno de las hermandades, aunque aún con grandes desigualdades, sobre todo en derechos: No podían ejercer cargos directivos. La excepción durante algunas décadas fue la Hermandad de la Verónica, que no permitía la entrada a las mujeres.
La mujer ni siquiera podía vestirse de penitente, aunque muchas de ellas burlaban la prohibición escondidas bajo los capirotes y calzando zapatos de hombre. Se cuenta que las cofrades sí podían acercarse a un agasajo, pero no solía hacerse porque estaba mal visto acudir a un sitio frecuentado por hombres y donde había vino, quizá demasiado. El papel de la mujer quedaba relegado casi a la oración contemplativa en los templos: asistencia a intensas charlas cuaresmales donde las referencias al Pecado eran protagonistas, Oficios y misas, visita obligada a los Monumento. En los desfiles procesionales, vestir de Manola el Viernes Santo o alumbrar con farolillas en otros casos… Ni siquiera estaba permitida su presencia en el Viacrucis ni en la antigua tradición de las Palmas. La excepción: el culto a la Virgen de los Dolores realizado por una asociación, -que no cofradía-, de mujeres.
El ámbito más festivo y mundano de la Semana Santa sí dejó un espacio para la mujer, sobre todo en la Pascua de Resurrección, en las hogueras salpicadas de rondallas o en las escapadas campestres de peleles y botijos. La casa, como siempre, era adjudicada a ella sin traba ninguna: lavar túnicas, faldas de carrozas y meterse en fogones. Era algo metódico: “potaje, pescao, nuégados, arroz dulce… Como una liturgia”, que define nuestro centenario D. Pedro.
La llegada de la Democracia y de la Junta de Hermandades abrió definitivamente el escenario de participación de la mujer en la Semana Santa, pero en un proceso muy lento, salpicado de pequeñas grandes conquistas en las décadas de los 80 y 90: total inclusión como penitentes en los desfiles procesionales, entrada a las juntas Directivas de las hermandades, Águeda Muñoz Castellanos como primera pregonera de la Semana Santa y, más de una década después, Pilar Atochero como primera pregonera local, la participación en el Viacrucis, el derecho a portar palmas el Domingo de Ramos. Incluso las primeras anderas bajo el paso de María Magdalena o bandas de música salpicadas por la presencia de la mujer, ambas situaciones multiplicadas y generalizadas en el nuevo milenio en todas las hermandades y bandas…
Pero ha tenido que llegar el siglo XXI para que la igualdad total quede reflejada en la Semana Santa local. En el año 2007, María Muñoz se convertía en la primera presidenta de una de las seis hermandades de Pasión de la localidad, precisamente al frente de la antiquísima Cofradía de la Santa Veracruz y Cristo Resucitado. No obstante, a fecha de hoy, sólo la Hermandad de la Verónica mantiene también a una mujer al frente de su gestión, mientras que la Junta de Hermandades y Cofradías de la Semana Santa local nunca ha sido presidida por una mujer. Incluso en lo iconográfico, ha tenido que avanzar el siglo XXI para contar en la Semana Santa con la primera mujer declarada apóstol por la Iglesia: María Magdalena.
La evolución del papel de la mujer en la Semana Santa de Membrilla ha sido una intensa carrera de fondo. En los últimos cien años, nadie ha trabajado tanto como la mujer de Membrilla entre las bambalinas de la Semana Santa, hasta conquistar su parcela de igualdad con plenos derechos.
Por ello, en el Día de la Mujer, un recuerdo también a la mujer cofrade de Membrilla.