1 de abril. Amanece Puertollano con un día soleado, aunque fresco. El anciano sacerdote sabe que hoy es una mañana especial: No todos los días se cumplen 95 años. Por eso sus primeras palabras son un Te deum laudamus y una sencilla oración: “A ti señor te doy gracias por todos los beneficios que he recibido de ti…”
D. Pedro Roncero nació el 1 de abril de 1921 en Membrilla, en la Calle de las Monjas, justo al lado de donde nació otro hijo ilustre: D. José Jiménez Manzanares. Desde los ocho años asiste a las escuelas locales de San Miguel y de la Plaza Grande. Su primer acto de entrega a la Iglesia fue como monaguillo, pero no como un monaguillo cualquiera: Dios debió darse cuenta en aquellos momentos de que aquél niño travieso e inquieto que corría y saltaba entre los bancos estaba dotado de una vitalidad especial y lo quiso para Él.
En 1935 ingresa en el Seminario de Ciudad Real para cursar estudios de humanidades y filosofía. La Guerra Civil interrumpe estos estudios y D. Pedro se queda en Membrilla trabajando junto a su padre, D. Manuel Roncero Crespo, en la carpintería colectiva y vinculado como alumno y profesor auxiliar en la Escuela de Artes y Oficios de la CNT.
Cuando acaba la guerra, y tras un tiempo de reflexión, toma conciencia de que su camino era el religioso y regresa al Seminario de Ciudad Real, completando sus estudios en el Seminario de Pamplona.
En 1948 fue ordenado sacerdote. Por eso, Don Pedro Roncero Menchén sumará dentro de unos días otro aniversario especial: el de su ordenación sacerdotal, celebrada el 4 de abril en Daimiel siendo obispo D. Emeterio Echeverría, lo que le confiere además el notable título de ser el sacerdote más anciano de la Diócesis de Ciudad Real.
Su primer destino fue como párroco de San Lorenzo de Calatrava y Huertezuelas, donde permaneció cuatro años.
Regreso a Membrilla en 1952 como capellán de las monjas del Convento de las Concepcionistas Franciscanas y coadjutor de la parroquia de Santiago el Mayor, cargos que desempeñó durante once años.
En 1963 es nombrado párroco de Montiel, hasta su traslado en 1971 como párroco a Herencia, donde ejerció hasta su jubilación en 1988.
Regresó como sacerdote emérito a Membrilla, donde colabora con la pastoral de la parroquia.
D. Pedro Roncero Menchén, gran pensador y orador elocuente, ha celebrado novenarios, conferencias y ejercicios espirituales en casi todos los pueblos de la provincia de Ciudad Real y en otros muchos de la región, además de en ciudades como Jaén, Granada... En Membrilla, predicó el Novenario de la Virgen del Espino y la función del lunes de Desposorios. La Cofradía de la Virgen del Espino le nombró Capitán Honorífico de Alabarderos en 1962 y fue Cumplidor en los Desposorios de 1970. Han sido célebres sus Sermones del Encuentro en la Plazoleta de las Monjas y realizó varios pregones de Semana Santa en Membrilla y en Herencia.
Fue profesor de lógica, psicología e historia de la filosofía en la Academia de D. Cristóbal de Manzanares y profesor de religión en la Academia de San Agustín y en la Escuela de Maestría, ambas en Herencia.
Autor de numerosos artículos y escritos, D. Pedro es además un poeta sensible y un historiador valiosísimo. Ha publicado dos libros: Apuntes históricos sobre la parroquia de Santiago el Mayor y Semillas de Esperanza. Su obra artística se extiende a los campos de la pintura y el dibujo.
En el 2004, la Corporación Municipal presidida por el alcalde Antonio Arroyo acuerda por unanimidad el nombramiento de Hijo Predilecto de Membrilla para D. Pedro Roncero. Un reconocimiento avalado por su trayectoria pero explicado en una única causa: A D. Pedro se le quiere en Membrilla.
El reconocimiento a su persona une no sólo a los fieles que profesan una religión, sino a toda una población, independientemente de su relación con la Iglesia. Y aún más: El reconocimiento a su persona rebasa los límites de Membrilla y se extiende a todas las poblaciones y lugares por los que ha ido dejando su huella a lo largo de su vida.
Séneca recogió en su obra un pensamiento que resume a la perfección la base de la trayectoria vital de este sacerdote: “Viviré como quien sabe que ha nacido para los otros”. Así ha vivido D. Pedro: para los otros, para todos; dándose siempre; siempre cercano. Él mismo lo recoge en sus pensamientos. “Tu vocación es predicar el Evangelio en silencio... Implantad el Evangelio, no predicándolo con la palabra, sino con el ejemplo; no anunciándolo, sino viviéndolo.” Y después de toda esta grandeza, de toda su obra, recibe siempre el homenaje de su pueblo con la más sencilla humildad, dejando todo el mérito de su vida en manos de Dios, pues siempre dice D. Pedro refiriéndose a sí mismo: “A veces Dios se sirve de trastos inútiles para llevar a cabo su obra.”
Hoy cumple 95 años con la misma vitalidad mental que le caracteriza. Ávido de llegar a Membrilla y ponerse a trabajar en cientos de proyectos que ha ido madurando en los meses de invierno. Sus palabras de hoy lo definen bien: “Siempre ilusionado y contento, porque la vida es esto.”
Feliz cumpleaños, Don Pedro.