De todos es sabido que los perros, aunque estén bien nutridos, suelen enterrar en el jardín el hueso sobrante que no se han podido comer. Este comportamiento, en un perro alimentado desde pequeño con mimo y generosidad, no tiene ninguna explicación racional, salvo la de su instinto de supervivencia: guardar por si vienen momentos de escasez. Dicen los etólogos que esta tendencia se acentúa cuando el perro vive con otros animales. En este caso, su instinto egoísta, que sigue siendo otro nivel de supervivencia, le puede llevar a pelearse con los demás. Hasta aquí todo está dentro de las leyes naturales que rigen en los animales.
La sorpresa comienza cuando leemos la historia y observamos la realidad. Entonces nos damos cuenta de que hay hombres que se comportan mucho peor que los perros y que la racionalidad no aparece. Ocurre que, algunos humanos, almacenamos sin límites, robamos sin límites, engañamos sin límites, invadimos sin límites, matamos sin límites. En todas las épocas ha habido líderes que, en nombre de la cultura, de la economía o de su religión, se han querido hacer los únicos amos del mundo; y los sigue habiendo. Lo peor de todo: refinan su conducta perversa con mentiras que venden como verdades. Y si no las aceptamos, intentan obligarlas. Lo mejor de todo: están siempre en minoría, pero ¡cuidado!, son expertos en manejar a las masas, incluso a las informadas.
Desde 2013, los europeos y los estadounidenses discuten un posible tratado, conocido como TTIP (siglas en inglés), o bien, Asociación Transatlántica sobre el Comercio y la Inversión (ATCI). Un tratado a este nivel tendría que ser ratificado por los parlamentos de los países europeos. Hasta el momento ha sido discutido más bien en privado, lo que empeora la confianza de los ciudadanos en las instituciones europeas, confianza que parece estar tocando fondo (como ocurre en España).
Las empresas, y los políticos que las defienden, partidarios del neoliberalismo económico en ambos lados del Atlántico, dicen que van a traer a Europa (y a España, claro) más prosperidad, más democracia, más riqueza. Sus detractores comunitarios (en España, Barcelona está a la cabeza de las protestas) opinan que será todo lo contrario; y que, además, perderemos en la conservación del medio ambiente y en las medidas para frenar el cambio climático. Acordaos de lo que les gusta a las petroleras americanas el fracking (un sistema altamente contaminante que permite extraer gas o petróleo fracturando el subsuelo). Estas compañías, si se firmara el acuerdo, no escucharían a las miles de voces que pedirían la paralización de los proyectos para extraer crudo, incluso en entornos naturales privilegiados. Al contrario; si les pusieran trabas, exigirían a los estados costosas indemnizaciones, casi impagables para países como el nuestro, porque sus derechos y leyes estarían por encima de los gobiernos. Por aquí van las negociaciones. Estos emporios del dinero realizan inversiones millonarias en contratar bufetes de prestigiosos abogados. ¿Dónde quedaría el pueblo soberano del que hablan las constituciones, nuestra calidad de vida, los derechos de los trabajadores conseguidos en tantos años de lucha?
Lo sabemos de siempre, lo estamos viendo ahora. El objetivo del capitalismo liberal es crear riqueza sin límites para ellos, no para la comunidad. Mientras funciona, todos estamos felices, pero cuando no les resulta rentable, cierran o se trasladan dejando paro y miseria. No desentierran, para compartir, los “huesos guardados” en la bonanza; al contrario, los esconden más profundos en paraísos fiscales para no pagar impuestos. Deberíamos informarnos más a fondo de lo que hacen nuestros políticos sin consultarnos, “pero en nuestro nombre”, del alcance de ciertas operaciones comerciales de bancos y empresas, de tantas cajas “B”. Menos mal que los jueces están haciendo su trabajo, a pesar de las trabas con las que se encuentran. Mi preocupación es que no podrán con todo. Pienso que aún queda mucho por descubrir y, también para los jueces, los días sólo tienen 24 horas. Mientras tanto, sigamos indignados. ¡No a las mentiras! ¡Sí a la información y a los debates! ¡Sí a las dimisiones!
Queridos lectores, lectoras, ¿no veis que nos engañan y se burlan del pueblo? Recordad al que fue ministro de Economía, Rodrigo Rato: Aquellos que hacemos el esfuerzo de contribuir como marcan las leyes al sostenimiento de los gastos del Estado, nos vemos seriamente perjudicados por el crecimiento del fraude. ¿Estaba él ya metiendo la mano? O a los socialistas cediendo a presiones neoliberales y votando a favor de las SICAV para que no se fueran los millones de unos pocos a paraísos fiscales, que, encima, se van. O a Díaz Ferrán, que fue presidente de la patronal: Para salir de la crisis hay que trabajar más y ganar menos. Mientras, se estaba apropiando de 4,4 millones de euros de usuarios del grupo Marsans. Cumplió la primera parte de su consejo, no la segunda. Es gravísimo que los hombres y mujeres que prometen servirnos, sean los que nos roben. ¿Nos estamos dando cuenta de la gravedad del problema?
Muchos de estos “patriotas”, a la vez que se llevan fuera la riqueza de todos, vociferan a favor de la unidad y de los intereses de España. Si buscáis un poco en los medios, tendréis cientos de frases como éstas pronunciadas por muchos de los que nos gobiernan y nos han gobernado.
Casi a diario, se están destapando tantos casos de corrupción que ya empieza a parecernos normal, como si fuera una cualidad natural del ser humano. También es mentira. No caigamos en ese error. La humanidad siempre ha tenido muchos valores positivos. Siempre hubo hombres y mujeres que criticaron el egoísmo de las minorías poderosas. Desde 2008, Christian Felber nos propone La Economía del Bien Común, una alternativa que pretende superar la dicotomía entre capitalismo y comunismo. Hay países en los que se gobierna con mucha más justicia y transparencia que en el nuestro, en donde sus políticos dimiten si se sospecha que están faltos de ética (en 45 horas lo ha hecho el primer ministro de Islandia hace unos días). Existen muchos estudios sobre el ser humano que nos descubren facultades y valores innatos que hacen posible la esperanza. No podemos mantener que “el hombre es un lobo para el hombre” (Plauto, s. II a. C.), aunque tengamos que reconocer que entre los hombres haya lobos.
De momento, nuestro derecho como pueblo soberano, será el de desbrozar las malas hierbas políticas, las malas prácticas económicas y elegir, en un sistema electoral justo, aquellas tendencias que amplíen la democracia, que luchen por el bien común, desde el Estado, la banca y la empresa privada, por qué no, pero sin permitir que se “escondan las tajadas” mientras otros pasan hambre.
Cosme Jiménez Villahermosa