Si una profesora o profesor de religión en un centro escolar de Membrilla propusiese como actividad didáctica complementaria una visita al cementerio para introducir a los niños y jóvenes en el sentido de la Fiesta de Todos los Santos, supongo que habría un número determinado de padres que se opondrían aduciendo el miedo que a un niño puede causar el espacio en sí, caminar entre tumbas. Caminar "entre muertos". Traumas psicológicos incluidos. Un número concreto de esos mismos padres, comprarán a su hijo disfraces monstruosos introduciéndoles en una cultura de vampiros, brujas y muertos vivientes para que conozcan el sentido de la Fiesta de Halloween, que por lo visto no les provocará pesadillas.
El sentido de la muerte que esta sociedad moderna está inculcando a los niños es curioso. Los muertos de Halloween son divertidos. La muerte es divertida. La muerte real es dura, por supuesto, y eso lo sufrirán los niños en su entorno cuando acontezca, pero no les enseñamos a respetar y comprender esa muerte en su sentido completo.
Si empujamos a nuestros hijos a estudiar inglés y a conocer su cultura no podemos renegar después de que conozcan Halloween, ni el Día de Acción de Gracias, ni los huevos de Pascua… Pero no por ello podemos dejar de enseñarles el valor del respeto a los que nos precedieron y ya no están, porque son nuestras raíces y nuestra familia, en el sentido más amplio de familia y de sangre. Que cada uno lo haga a su manera: desde el respeto más humanista y antropológico o desde la visión religiosa de la sociedad en la que viva. Pero que no deje de hacerlo, que ninguna fiesta desplace a otra, que perdamos ya este terrible complejo español de defender nuestras tradiciones. En este sentido, el Día de todos los Santos y el día de Difuntos son dos buenas ocasiones.
El Día de Todos Los Santos es una tradición católica que nació para honrar a todos aquellos Santos, conocidos o desconocidos, que nos han rodeado y ya no están entre nosotros. Mujeres, niños, hombres, ancianos… personas que han pasado a nuestro lado llevando una vida santa, la mayoría sin recibir el reconocimiento de una canonización, y que ya están en presencia de Dios. Una fiesta instituida en el siglo IV, el 21 de septiembre, para conmemorar a todos los mártires cristianos, tras un periodo en el que las terribles persecuciones de Diocleciano dejaron tantos muertos que el calendario no alcanzaba para darles a cada uno un día para conmemorar su martirio.
En el siglo VII la fecha se cambió al 13 de mayo, cuando el papa Bonifacio IV consagró el pagano Panteón Romano como templo de la Santísima Virgen y de Todos los Mártires.
El amplio seguimiento de la celebración pagana del Samhain o Año Nuevo Celta, en la noche del 31 de octubre, - noche de difuntos en la que los muertos solían visitar a los vivos-, llevó a Gregorio III cien años después a cambiar la celebración al 1 de Noviembre. En el siglo IX, el papa Gregorio IV extendió la fiesta a toda la Iglesia.
Según la tradición católica, el Día de los Difuntos, que se conmemora el día 2 de Noviembre, es un recuerdo a todos aquellos que han fallecido pero que todavía no pueden gozar la presencia de Dios porque están purificándose en el Purgatorio. De ahí que sea un día en el que se pidan oraciones para ayudarles a redimir pronto su culpa. La fecha se fijó en el siglo X por el monje benedictino francés San Odilón y se extendió a Roma en el siglo XVI.
Así pues, siguiendo esta amalgama de tradiciones y ritos, Membrilla afronta el Día de Todos los Santos tras superar una semana de monstruosas celebraciones de Halloween, incluso viendo a algunos grupos de niños haciendo el “truco o trato” por las calles en la tarde-noche del 31; una semana en la que el trasiego de los "mayores" hasta el cementerio ha sido incesante, en una procesión interminable con cubos y fregonas, con flores y recuerdos, para adecentar las tumbas de cara a las masivas visitas del día 1. ¿Por qué flores? Nadie lo sabe. Pero se ha datado en 13.000 años a.C. la primera tumba que apareció cubierta de flores, en Israel, por lo que realizar ofrendas florales a los difuntos debe ser intrínseco a la naturaleza humana.
Y tras la ofrenda, la oración en el propio cementerio: Misa de Todos los Santos, el día 1, a las 16:30. | Misa de Difuntos, a las 10 de la mañana del día 2.
“La memoria de nuestros difuntos nos lleva invariablemente a valorar sus vidas, pues los padres nos regalaron la existencia, los hermanos fácilmente nos valoraron a nosotros y los amigos lo fueron.”, nos decía el obispo.
Que el cúmulo de ritos, fiestas, invasiones o imposiciones no nos haga olvidar lo más importante: el recuerdo y el respeto a nuestros antepasados. Sin mirar a otro lado. Eso es lo que celebramos.
Fdez. Megias