Queridas conciudadanas y conciudadanos:
Desde la antigüedad estamos repitiendo los mismos errores. Dice un gracioso dicho popular: “siempre que ocurre igual pasa lo mismo”. No lo permitamos. Dentro de poco volverán a pedirnos el voto. Si estamos durmiendo, ¡despertemos! pero no vayamos a las urnas dormidos o ignorantes porque volverá a ocurrir lo mismo. Nuestro voto les permitirá que nos puedan engañar otros cuatro años. Es verdad que, de vez en cuando, nos dan migajas (que luego nos quitan), hipotecas fáciles (para asfixiarnos), educación (que nunca libera), sanidad (ahora recortada), aeropuertos (para volar a ninguna parte), obras faraónicas (para poner “el cazo” y recoger votos y comisiones)... Y cuando la clase dominante nota que los ciudadanos y ciudadanas cogemos brío en mejorar nuestra economía y nuestros derechos, entonces vienen, nos los quitan a capricho y lo racionan todo.
¿Y sabéis por qué lo hacen? Porque les exigimos salarios dignos, mejores condiciones de trabajo, un equitativo reparto de beneficios de la empresa y un respeto por el medio natural, que es de todos. Como esto supone un perjuicio en sus ganancias, favorecen las crisis creando medidas reguladoras, con gobiernos títeres, que debilitan al trabajador y al pequeño y mediano empresario. Dicen los informes de los expertos honestos que con estos mecanismos correctores, que no son solidarios, hacen al pobre más pobre y al rico más rico. Yo creo que la mayoría de los ricos, salvo honrosas excepciones, son egoístas por naturaleza desde los tiempos bíblicos. No tienen hartura.
Muchos de ellos olvidan que han llegado adonde están por coyunturas de la suerte, políticas insolidarias y privilegios ancestrales (sin olvidar los salarios de miseria que pagan cuando los políticos se lo permiten). El objetivo de los ricos es crear riqueza para sí mismos, no para la comunidad. Por eso necesitamos gobiernos que vengan a corregir esta tendencia enfermiza del ser humano. No arreglaremos las cosas eligiendo cada cuatro años a tal o cual partido político que nos ofrezca paraísos sin garantías. Dice Christian Felber en su libro La economía del bien común: “La soberanía real tendría que abarcar también que la población pudiera:
1. elegir un gobierno concreto;
2. deselegir al gobierno;
3. corregir al Parlamento en un proyecto de ley;
4. proponer leyes a votación;
5. modificar la constitución por iniciativa propia;
6. votar directamente una asamblea constitucional;
7. controlar y dirigir los servicios públicos básicos más importantes.
Hemos terminado perdiendo en pocos años lo que nos costó muchos mejorar. Unámonos los ciudadanos ricos o pobres, creyentes o no creyentes. Que no nos dividan más. Los verdaderos objetivos de los ciudadanos deben ser el bien común, la igualdad de oportunidades y el pago solidario y proporcional de impuestos. En el fondo de nuestro corazón esto es lo que queremos. Dicen nuestros gobernantes que gracias al esfuerzo del pueblo estamos saliendo de la crisis. Como si los sacrificios los estuviéramos haciendo voluntariamente. Son malos gobiernos para el bien común los que financian a los bancos (aun a riesgo de no recuperar el dinero prestado) y abandonan a los ciudadanos más débiles.
Los ciudadanos y ciudadanas no quisimos votar la política que nos han impuesto ni la corrupción que impregna todas las capas del país. Tampoco queremos que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Y aún menos que esa pobreza se extienda también a los niños. Seamos responsables al votar. En un mundo de abundancia, altamente tecnificado y dotado de leyes justas, no debe haber pobreza. Algo está fallando y sabemos lo que es, que la codicia de algunos no tiene fin.
No votéis si sólo os dan derecho a hacerlo cada cuatro años. No caigáis en el truco de la democracia falsa. ¿Es democrático presentarse a las elecciones mintiendo u ocultando datos y luego aprovecharse de los votos para tomar medidas que no han sido discutidas en un programa electoral? Lo digo por unos y por otros. No caigáis en la trampa, pues podríais votar a vuestro propio enemigo. Absteneos de votar a no ser que haya un planteamiento radical que defienda LA DOCTRINA DEL BIEN COMÚN con leyes fiscales que se cumplan, que reformen la ley electoral, que garantice la independencia de los jueces (la situación actual me recuerda a Franco nombrando obispos), que se juzgue a los abusones y que devuelvan el dinero (lo decía San Agustín: “si no se devuelve la cosa robada no se perdona la culpa”), que paguemos entre todos de forma solidaria y proporcional y, finalmente, que vuelva el poder real al pueblo para que pueda expulsar a los que lo han engañado. Exijamos el derecho a estar informados y a dar nuestra opinión. ¿Pero cómo vamos a estar bien informados si las televisiones públicas están controladas por el gobierno de turno y los periódicos más importantes lo están por empresas privadas y por la banca? En esta página de internet os podéis hacer una idea:
Desarrollemos programas seguros con las nuevas tecnologías para facilitar el voto electrónico, mucho más rápido y menos costoso. No nos fiemos de los salva-patrias, cada vez más ricos a costa nuestra, que se resisten a dejar sus cargos, a suprimir sus privilegios.
Preguntémosles, cuando vengan a pedirnos el voto, lo que gana cada uno y a qué intereses económicos sirven. Sentiremos ganas de echarlos al pilón.
Conciudadanas, conciudadanos, no votéis si no cambian las reglas democráticas. Nuestra palabra, nuestro grito, puede tener más fuerza que el voto. Pero si existe alguna formación política, de las que no tengan que pedir perdón, que nos convenza con garantías de que el poder está en el pueblo, votemos entonces, porque nuestra vocación sí es democrática.
Ya sé que los falsos demócratas, usureros y abusones se estarán tronchando de risa con esta carta llena de candidez y de buenas intenciones. Que sepan que cuanto más sonoro rían antes despertarán las gentes de bien. Siempre lo hacen.
Cuando los ciudadanos, las ciudadanas, desconocen lo que votan y a quiénes, corren el riesgo de votar a sus propios carceleros. Luego, estos aplicarán al dócil votante “la ley del embudo” argumentando que fue lo que votó el pueblo. No olvidéis que “siempre que ocurre igual, pasa lo mismo”.
Cosme Jiménez Villahermosa