Antes de comenzar a relataros nuestra experiencia bajo las trabajaderas, debo poneros sobre aviso de que jamás, por mucho que escribamos o podamos relatar lo vivido en la noche de Jueves Santo y en la mañana del Domingo de Resurrección, nunca, jamás, podremos expresar lo que llegamos a sentir al tener a la Madre de Dios hecha Esperanza sobre nuestro costal.
Dicho esto, quiero que tengáis en cuenta que llevamos un año preparando este proyecto. Un año de dudas, de ilusión, de miedos, de emoción, de entrega, de esfuerzo, de sacrificio, de pasión...
Un año en el que no había un momento, cada día, en el que no se pensara en el aparentemente lejano, y ahora ya pasado, Jueves Santo y Domingo de Resurrección de 2014. Fue una sorpresa contemplar en Junio de 2013, que en tan solo un mes ya disponíamos de suficientes voluntarios/as dispuestos a ponerse el costal y mecer a Nuestra Madre de la Esperanza. Fue un verdadero alivio. Realizamos dos reuniones con los costaleros/as. La primera, para presentar al Capataz y explicar este proyecto que empezaba a ver la luz. La segunda, allá por el mes de septiembre, para enseñar todos los términos propios del argot del "mundo del costal". Había gente a la que le parecía raro y pesado el quedar tantas veces para explicar unas "palabrejas", pero enseguida llegaron a la conclusión de que era más que necesario esas enseñanzas para que todo saliera como es debido.
Desde Noviembre se viene quedando en el guardapasos de la Hermandad para realizar los ensayos. En total han sido 16 ensayos y, en la mayoría de ellos, hemos pasado bastante frío. Pero se notaba que desde que empezábamos a "hacernos la ropa" e íbamos cogiendo confianza los unos con los otros, las bajas temperaturas se aparcaban a un lado y la ilusión por hacer "algo grande" prevalecía con creces sobre ese frío invernal.
Ese grupo anónimo bajo el paso fue creciendo en amistad cuándo salíamos de él y nos reuníamos, la mayoría, a coger fuerzas con algún ágape que llevara alguno de nosotros y visionar los ensayos de los días anteriores para corregir errores y para pasar un rato agradable como verdaderos hermanos y hermanas.
Un proyecto así se lleva mucho tiempo. Hay que arañar segundos a otras facetas de tu vida y el "rol de costalero/a" va adquiriendo mayor protagonismo. De repente nos surgió una nueva familia que viernes tras viernes teníamos que cuidar y atender. Las nuevas tecnologías, en este caso sí, han ayudado a que este grupo se uniera cada vez más. Día a día, los más madrugadores del grupo nos deseaban los buenos días y nos recordaban los días que faltaban para Jueves Santo. Eso mantenía más que viva la llama de la ilusión, la fe y las ganas de Semana Santa.
Recuerdo el último ensayo que fue, no un desastre completo, pero no uno de los mejores. Toda esa ilusión y ganas porque todo saliera bien se tornaron en frustración. El Capataz tuvo que subirnos el ánimo y motivarnos más que nunca. A tan solo unos días del gran estreno no podíamos decaer. El Lunes Santo se produjo "la mudá". Llevamos el paso hasta la Iglesia de Santiago el Mayor y éste sí fue un ensayo bastante bueno. Los nervios ya eran palpables y en nuestras caras se podían entrever los ojos vidriosos que da la responsabilidad.
Parecía que todo había terminado ese día pero nos albergaba una emocionante sorpresa. La Stma. Virgen de la Esperanza se guardaba aquella noche en la Sala Capitular debido a que Priostría y las Camareras de la Virgen la habían estado vistiendo con sus mejores galas. Todos los costaleros/as y personas allegadas a la Junta de Gobierno, tuvimos el placer de "darle las buenas noches" en forma de oración y embriagarnos de su Esperanza. Tuvimos el inmenso privilegio de hablarle en silencio y pedirle que nuestras fuerzas no flaquearan al día siguiente.
Días muy ajetreados tanto el Martes Santo como el Miércoles Santo. Parte de la Cuadrilla demostró estar involucrada con la hermandad desde primera hora y no abandonó a nuestra Santa Madre en ningún momento. Después del Vía Crucis se produjo el Retranqueo (izar el paso varias veces para comprobar que todo está bien anclado). Duró poco pero fue intenso. Al ser nuevo el paso y al tener que modificar casi todos los anclajes, debido a que no estaban preparados para soportar las "levantás" y mecidas, temíamos que alguno de estos nuevos amarres cedieran. Fue una verdadera angustia comprobar que el tornillo de la Virgen había cedido. Más tarde tendríamos la certeza de que solo fue una falsa alarma.
¡Y EL DÍA DEL AMOR FRATERNO HABÍA LLEGADO!
Ese día tan esperado, que tanto se soñara, que tanto se anhelara...por fin había llegado. Cuando nos reunimos una hora y media antes en la Sala Capitular de la Iglesia de Santiago el Mayor para "hacernos la ropa" se podía masticar la tensión y los nervios que manaban nuestros corazones. Nos mirábamos unos a otros, nos abrazábamos, nos recordábamos que ¡ya había llegado!, ¡qué ya estaba aquí! Se nos venía a la mente el momento vivido en la noche del día anterior cuando pudimos llenarnos de Esperanza frente a frente y con la mirada suplicante de El Cristo de la Agonía nos trasportaba, en ese instante, a otra dimensión. Pero la charla del Capataz nos devolvió a la realidad y con palabras que nunca olvidaremos nos dirigimos todos/as hacía nuestra Madre que aguardaba con su rostro iluminado en el centro de la Iglesia.
En ese instante solo éramos hijos de una misma Madre, a los que la gran responsabilidad de poder portarla hacía que no corriera sangre por nuestras venas. Un último rezo antes de perder de vista su serena mirada. Un último abrazo con un hermano costalero o costalera.
Sin duda, el momento donde las emociones se tornaron huracán y nuestros corazones latían al mismo ritmo que caían nuestras lágrimas, fue cuando nos introdujimos debajo del paso y nuestro Capataz nos dirigió las palabras más hermosas que podíamos oír en ese justo instante. Nos dedicó la primera levantá. Fue dedicada a todo el esfuerzo y pasión que habíamos tenido durante tanto tiempo. Y ahí nos dimos cuenta de que todo lo soñado, lo anhelado... todo eso... era real. Era real y estaba ocurriendo justo ahí, en esa levantá. Todos llorando por nuestra Madre. Todos con una misma emoción y un mismo objetivo. El objetivo de hacer brillar con luz propia a la Stma. Virgen de la Esperanza. Seguramente, a cada uno, se le pasó por su mente el motivo principal por el que se hizo costalero/a. O se le cruzaría por un segundo esa alma que ya no late a su lado. O se acordaría de esa persona enferma que no pudo estar allí a su lado para darle ánimos. Una dedicatoria del capataz José Manuel Díaz compartida con su propio padre, ya fallecido, que lo había visto muchos años bajo el paso, pero no llegó a verlo dirigiendo una cuadrilla.
No puedo meterme en la cabeza de cada uno y tampoco lo deseo. Los costaleros/as somos anónimos para el resto de la gente pero también somos anónimos entre nosotros. El silencio es lo que más destaca ahí dentro y cada uno va rezando en anonimato. Aunque ante todo, somos un grupo. No somos 24 pares de pies o 24 corazones. Ahí dentro, somos solo un corazón o un par de pies. De nada sirve el protagonismo debajo de las trabajaderas.
La subida de la rampa y posterior salida de la Iglesia también fue uno de los momentos para recordar. Teníamos la certeza de que nada más cruzar el dintel se estaba haciendo HISTORIA y que se quedaría grabado a fuego en nuestros corazones y en los anales de nuestra Hermandad y, por ende, en los de la Semana Santa de Membrilla.
Todo fue perfecto. No hubo ningún incidente que destacar y esa presión ya quitada de encima se notó ahí debajo. ¡Ya estábamos en la calle! Ahora, ya sí , comenzábamos a disfrutar del trabajo realizado hasta entonces.
Comenzó a sonar la marcha "Reina de San Andrés". Esta marcha está dedicada a María Stma. de la Palma, Titular Mariana de la Antigua, Humilde, Fervorosa y Piadosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Stmo. Cristo de la Misericordia y María Stma. de la Palma de Valdepeñas. Esta hermandad y en concreto gran parte de los miembros de la Junta de Gobierno, así como el cuerpo de capataces y demás hermanos, han estado volcados con nuestra Hermandad desde el primer momento. Esta hermandad tiene el honor de ser la primera en sacar sus pasos a costal en Valdepeñas teniendo una trayectoria de más 25 años. Queríamos tener este pequeño pero, a la par, bonito detalle con ellos y así la Stma. Virgen de la Esperanza inició su caminar por las calles de Membrilla con sones marianos valdepeñeros.
Poco a poco nos fuimos tranquilizando y empezando a disfrutar del caminar junto a la Madre de Dios. El calor era un poco excesivo ahí dentro ya que la noche de Jueves Santo fue bastante calurosa pero creo que nuestro sudor era más por los nervios y la responsabilidad que por el calor que hacía. Recuerdo como al llegar por la zona de las floristerías, mi compañera de trabajadera me dijo: ¿Pero ya vamos por aquí? Se le había hecho corto el recorrido hasta entonces, síntoma de que los miedos ya se quedaron atrás.
Al llegar a la mitad de la calle de San Roque una sorpresa nos esperaba. Muy pocos costaleros/as sabían lo que iba a suceder y valió la pena haber guardado el secreto. El sacerdote Don Pedro Roncero Menchén, Hijo Predilecto de Membrilla, impulsor de la Semana Santa en nuestro pueblo y hombre santo, ejemplar y bueno donde los haya, bajó de su domicilio y venciendo sus dolores y problemas nos dedicó unas palabras que se encuentran bordadas en oro en nuestras almas. Un precioso detalle que Don Pedro nos tendiera su mejor arma, su prosa, para paliar nuestros dolores y para seguir siendo los pies de la Virgen María. Una levantá a pulso, la única que se realizó en la Semana Santa de 2014, fue nuestro homenaje a esta gran persona.
En la calle Cervantes, o como es por todos conocida, en la calle "Empedrá", una oración en forma de cante nos estaba esperando. Una saeta que salía llorando de una garganta que aludía a la más bella de las mujeres. Silencio se respiraba en las trabajaderas y con respeto nuestros corazones salieron racheando como homenaje a esta oración. Estábamos llegando al fin de ese, tan solo unos días antes, lejano Jueves Santo. Tanta preparación, tantos nervios, tanta entrega a este proyecto... y ya estaba terminando. Al menos, en parte. A ritmo de Caridad del Guadalquivir, llegamos a la Iglesia y la entrada fue el remate final a esa noche mágica y única. Fueron varios ensayos los realizados pero, sin duda, la mejor entrada que realizamos fue la de esa noche. Un pueblo expectante aguardaba nuestra llegada. No pudimos dejar de volver la vista atrás y recordar con cierta tristeza cuando en los anteriores Jueves Santos nuestra Hermandad con nuestra Amantísima Titular llegaba a la Iglesia y en las inmediaciones no había apenas gente. ¡Cómo ha cambiado la historia! Fuera había gente pero en el interior del templo no cabía un alfiler. Pero ya ahí no sentíamos nervios como a la salida, sino un grandísimo orgullo por hacer que la Madre de Dios fuera esperada por su pueblo tal y como se merecía.
Tremendamente bello, y que erizó los vellos a muchos de nosotros, fue el gran aplauso que recibimos al salir del paso. Las personas allí agolpadas reconocieron el esfuerzo que hicimos, ya no solo en esa noche, sino en todo el tiempo que llevábamos luchando por ese día. Abrazos sinceros que nos repartimos unos a otros. Abrazos que salían de hermano/a a hermano/a. Abrazos que acumulaban el orgullo y el reconocimiento de todo un año. Abrazos por una Madre hecha Esperanza.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Pasada la primera y, por ende, histórica salida procesional de la Stma. Virgen de la Esperanza bajo el pisar del costalero/a, nos quedaba la mañana del Domingo de Resurrección.
Había igualmente nervios pero ni de lejos existía la intranquilidad de la noche del Jueves Santo. En esa noche todo había salido bien, el pueblo estaba volcado con esta novedad y las felicitaciones se desbordaban en nuestros oídos. Asumíamos esta nueva estación de penitencia con la certeza de que éramos capaces de poder hacerlo. De igual modo nos sorprendió la cantidad de gente que esperaba en la puerta para ver salir a la Stma. Virgen de la Esperanza. Hay en estos tiempos ganas de tener, y no perder, Esperanza.
Contábamos en esta mañana con la ayuda de aquellos que no nos habían dejado de prestar su colaboración en casi ningún ensayo. Estaban junto a nuestro paso racheado, el Capataz y Contraguía del paso de María Stma. de la Palma de Valdepeñas. Fueron invitados por la Hermandad para que tuvieran el privilegio de formar parte de este sueño hecho realidad. Además contábamos bajo nuestras trabajaderas con dos hermanos cofrades valdepeñeros que no dudaron en poner al servicio de la hermandad su costal.
La salida fue igualmente emotiva. Primera levantá en la calle dedicada a estas dos personas que nos han ilustrado con su saber cofrade y por parte de ellos, dedicada a las mujeres costaleras que van debajo del paso por ser valientes y dejar constancia que aquí no se habla de fuerza sino de fe.
La marcha "Costalero" sonó a las puertas de la Iglesia y así nos dirigimos hacía el encuentro con el Cristo Resucitado. Claramente, esta es una de la escenas más bellas de la Semana Santa de Membrilla. El encuentro entre Nuestro Señor tras el Milagro más grande de todos los tiempos y la Madre que, tras haber muerto a los píes de la cruz, corre desesperada ante su Hijo hecho Vida. Increíble la sensación que nos invadió en ese momento. Una sensación de júbilo y de alegría por llevar a la Madre ante su Hijo.
Muy bonita la "petalá" que se realizó cuando la Stma. Virgen de la Esperanza hacía su entrada en la Plaza del Azafranal. Este hecho nunca había tenido lugar hasta entonces y la gente lo acogió con agrado. Pétalos de rosas y claveles cayeron desde el cielo como símbolo de la alegría de la Madre por su Hijo Resucitado. Hay que destacar que parte de los pétalos fueron donados por la Hdad. de Misericordia y Palma, del paso de la Virgen, por la Hdad. de Jesús Nazareno de Membrilla, del paso de Jesús Nazareno y Cristo de la Agonía, y por las floristerías del pueblo.
Entrada triunfal, por tanto, en la Plaza de nuestra Titular. Además, lo hizo con la marcha "Concha", una de las marchas más sobresalientes y bellas que se pueden oír en la actualidad. El pueblo reconoció la revirá que se hizo en mitad de la Plaza y que se culminó con un paso más largo al compás de la música. En la calle "Empedrá" se hizo una de las chicotás más bonitas. Con paso lento y corto. Es sin duda la mejor la calle para ver procesionar una hermandad debido a su estrechez.
Llegando a la Iglesia, desde debajo del paso, se podía oír como varios costaleros/as nos recordaban que esto ya se terminaba y que intentáramos disfrutar lo máximo posible. Antes de revirar hacía el templo, el Capataz con una niña vestida de nazareno en los brazos, dedicaba esa levantá a la juventud que se encuentra en las Hermandades, recordando que ellos son el futuro y que gracias a ellos el Amor por la Semana Santa, no acabará nunca. Varias lágrimas salieron de nuestros ojos en esta levantá.
Al compás de la marcha "Encarnación Coronada", en cuyo centro se canta el "Ave María", reviramos en la puerta sur del templo para que Nuestra Madre Esperanza mirara de frente a su pueblo y se despidiera repartiendo Esperanza hasta la Semana Santa del año próximo. Entrando primero la trasera, descendimos por la rampa llorando con nuestro paso racheado. Llorando porque era el final de esta realidad.
Tras posar el paso en el suelo de la Iglesia, volvíamos a soñar con el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección del 2015. Unos hermanos/as que volvían a abrazarse con la satisfacción del trabajo bien hecho y con el orgullo de ser más hijos que nunca de la Madre de Dios hecha Esperanza.
Tengo que terminar este escrito con la frase que nos define y por la cual seguiremos ciñéndonos el costal cada año para ser los pies de la Reina del Cielo...
¡¡¡VENGA DE FRENTE!!!
Texto: Joaquín Jiménez Sánchez
Fotos: Hermandad de la Soledad; Fdez. Megías; Mercedes Fuentes