Queridos conciudadanos, conciudadanas. Tenía previsto decir respetables autoridades, pero no veo a nadie. No quieren venir a estos actos por si se nos escapa algún comentario que les pueda incomodar. Me hago cargo.
Me siento muy satisfecho y agradecido al grupo CIUDADANOS DE CENTRO DEMOCRÁTICO de Membrilla y a su representante mi amigo Antonio Arroyo Villa, por invitarme a unirme a ellos y a todos los presentes en este acto que considero de justicia.
Es muy emotivo para mí recordar al personaje político que fue Adolfo Suárez, el gran líder de la apertura democrática, el que abrió el camino de transición después de la muerte del dictador Franco.
La firme voluntad de todos los españoles coordinada con la fuerza personal de Adolfo Suárez, su capacidad de servicio a España, su talante conciliador, su política de consensos, capaz de aglutinar voluntades en un panorama político tan heterogéneo, en un momento de la historia de España en el que todos intentaban saltar para ver quién cogía las riendas del futuro, esa voluntad y esa fuerza, digo, hicieron posible el diseño de nuestra Constitución. El carisma de este hombre singular se extendió por todo el país como la solución idónea para construir el futuro en paz. Y su mensaje llegó a nuestro pueblo. Palabras como "justicia", "libertad", "tolerancia", empezaban a aumentar su significado arropadas con otras como "transición" y "democracia". En Membrilla, ese espíritu renovador de la UCD que encabezaba Suárez, nació en casa de Juan de Dios Jiménez, en la calle Moro Jarique, donde estábamos él, Antonio Arroyo y éste que os habla. No digo esto por afán de protagonismo, sino por honrar la figura de Adolfo Suárez, que llegó a todos los rincones.
Hasta el 15 de febrero de 1979, solamente había en nuestro pueblo dos candidaturas presentadas: la del P.S.O.E, y la independiente. Ambos grupos estaban decididos, sin duda, a gobernar Membrilla con sus mejores deseos. Pero los comentarios que corrían, con razón o sin ella, eran que vendrían tiempos difíciles para Membrilla con cualquiera de los dos grupos gestionando el nuevo ayuntamiento. Fue entonces cuando me di cuenta de que este pueblo, tan castigado antes de la guerra, durante la guerra y después de ella, necesitaba una opción política diferente: una candidatura de U.C.D. Y Membrilla, aquel 3 de abril de 1979, día de las primeras elecciones municipales democráticas, se adelantó a este acto que estamos celebrando y dio su homenaje a Adolfo Suárez haciendo que su lista obtuviera ocho concejales. Desde entonces no se ha vuelto a dar tanta confianza a ningún grupo político.
Algo tuvo que ver este éxito con el hecho de que, la madrugada del día 2, el día de reflexión, las calles céntricas de Membrilla estuvieran llenas de octavillas que decían: VOTAR COSME JIMÉNEZ ES VOTAR COMUNISMO. Pero los sembradores de miedo llegaban tarde. Los españoles y los membrillatos ya sabíamos, gracias a Adolfo Suárez, que lo que era malo era ser mal comunista. Es justo este homenaje. No me imagino la transición sin una persona como él.
Podríamos discutir si todo fueron o no virtudes en este hombre, pero cuando abrimos la ventana de nuestra casa y nos asomamos a España, lo que contemplamos casi desde entonces, es que no lo ha mejorado nadie. Es más, su figura queda engrandecida. Porque, aparte de cantos de sirena, no hemos sido capaces de mantener la estructura inicial y nos hemos anquilosado. Es verdad que se han hecho cambios importantes, pero al final, lo que terminamos viendo por la ventana es a muchos salvapatrias que, aprovechando esos cambios y el dinero fácil, han ensanchando sus bolsillos a costa de los confiados votantes. Y lo único que pasa es que, cínicamente, con descaro, se echan la culpa unos a otros. Llegados a este punto, surge una pregunta: ¿Cómo estaríamos si Suárez hubiera estado más tiempo? Conociendo el espíritu de servicio de este hombre, la respuesta es clara: mejor que ahora.
Algún día se sabrá con claridad por qué dimitió nuestro homenajeado. Mientras tanto me aventuro a pensar que le dijeron: O te subes a nuestro carro o ahí te quedas. Él prefirió dimitir y empezar de nuevo antes que traicionar sus valores. Esta es la clave. Después han venido muchos partidos pronunciando más fuerte las palabras democracia, libertad. Y hace ya años que venimos dándonos cuenta de que cuanto más gritan esas palabras, menos garantías tenemos. Y entre estos y aquellos, entre si son galgos o son podencos, los perros nos han alcanzado.
Hemos perdido los papeles, hemos pensado que todo estaba hecho, sin darnos cuenta de que arreglábamos un edificio viejo. El hombre de Estado que fue Adolfo Suárez antepuso el bien común a él mismo, a su familia y a su propio partido. Él hubiera consolidado mucho más el armazón del país, este país que ahora, si seguís mirando por la ventana con las gafas puestas, se desmorona, o como mínimo se tambalea.
Yo creo que Suárez intuía lo que iba a pasar. Si desaparecía un partido fuerte de centro con la aspiración de servir al bien común y de construir los cimientos democráticos rompiendo definitivamente con la dictadura, vendrían demasiado pronto los aspirantes al botín político. Y si no habéis cerrado la ventana veréis a ciertos partidos políticos que han terminado convertidos en otras dictaduras que se fortalecen a sí mismas y debilitan nuestra libertad. Para esto no hicimos confiados la transición. Tiene que morir Adolfo Suárez, como El Cid, para ganar su última batalla: la de recordar a todos los españoles y a todas las fuerzas políticas que hemos errado el diseño arquitectónico del país por haber olvidado demasiado pronto su modelo. Ha tenido que morir para que reconozcamos que es urgente el consenso. Pensando en Suárez me acuerdo de una famosa frase del Poema del Cid (claro, con los términos cambiados): ¡Qué buen señor hubiera sido si no lo hubieran abandonado sus caballeros!
La buena fama, el buen nombre, el ser persona honesta, le interesó por encima de todo. Disculpad si soy excesivamente reiterativo, pero mirad por la ventana, no la cerréis, y veréis lo que les importa el buen nombre, la buena fama, a muchos, a demasiados hombres que dicen servirnos. Jorge Manrique, en sus famosas Coplas, ya destacaba la buena fama como virtud suprema.
Como le habló Jorge Manrique a su padre muerto en 1476,
le hablo a Adolfo Suárez González, que se marcha ligero de equipaje, pero cargado de honor:
"No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama gloriosa
acá dejáis.
Aunque esta vida de honor
tampoco es eterna
ni verdadera;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal,
perecedera."
Gracias.
Cosme Jiménez Villahermosa
Alcalde de Membrilla en la primera legislatura democrática por U.C.D. (1979-1983)
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