Hace ya un mes, y al fin el alcalde y quien manda han movido ficha. Lástima que no sea la ficha adecuada. Tardan un poquito en reaccionar, pero al final parece que les escuece un poco que los llamen ineptos, incapaces y paletos. Hace un mes puse sobre la mesa de esta página los 200 euros que el alcalde de Membrilla me reclamaba desde 2012 por una multa firmada con su puño y letra, y todavía estoy sin noticias, con los 200 que me quieren brincar del bolsillo y se me van poniendo viejos.
Le exigí al alcalde, Manuel Borja, que me cobrara esa multa, pues no tiene que hacer trato de favor a quien no le debe ninguno, o que pusiera de una vez el disco de ese palo de señal de la Plaza del Azafranal, esquina del Casino, que lleva dos años avergonzándole con su desnudez. Pero no hay noticia.
Lo único que he sabido en este tiempo es que la policía local está avisada de buscarme una falta, pero ay, señor alcalde, ¿es que usted no sabe que hay ciudadanos que nunca quebrantan la ley? ¿Usted no sabe que hay ciudadanos comprometidos con las leyes y que además educan a los demás ciudadanos para que las cumplan?
Durante este tiempo no he tenido otra noticia, hasta que esta semana he visto la tibia reacción a mis demandas, la actuación estrella del señor alcalde para regular el tráfico y el estacionamiento en la plaza: levantar adoquines del suelo para cerrar el espacio central de la plaza con una línea blanca. ¡Bravo! ¡Brrrrrra-vó! No esperaba menos de esas mentes preclaras que llevan dos años buscando la solución al problema, que no han escuchado las recomendaciones sinceras de los vecinos porque se estaba fraguando en sus cabezas la solución definitiva, la gran idea. Podemos decir que es una ideaca, digna de sus conocimientos en materia de gobierno local.
El alcalde y quien manda nos han dado un avance de su revulsivo plan para mejorar los defectos de la señalización del tráfico y el estacionamiento en todo el pueblo. Empezando por la plaza, punto central desde donde expandirán sus ideas sobre la circulación y el orden en general. Sólo se les han pasado dos detalles, que a buen seguro tendrán en cuenta después de leer estas elogiosas líneas: si cierran con una raya blanca ese espacio casi rectangular donde los coches siguen estacionando, los policías sólo podrán constatar que están rebasando una línea continua, pero seguirá sin estar explícita la prohibición de estacionar. ¿Y los vehículos de carga y descarga, qué tendrán que hacer ahora que no pueden rebasar esa línea continua? ¿Los van a multar a todos, yendo contra el sentido común?
El otro detalle es que esa valiente señal desnuda sigue en pie, aunque sin disco que le dé sentido. Es un triste palo gris de aluminio, que aguanta tieso llueva o haga sol, pero al que nuestro señor alcalde no le quiere dar contenido. Ya que no va a ordenar colocar una señal de prohibido aparcar, o lo que su cabeza haya dado de sí para señalar, al menos que tenga la caridad de retirar ese pobre mástil para que deje de hacer su papel inútil. ¿O es acaso un complemento de la pared del Casino que sólo el alcalde sabe apreciar? En tal caso, señor alcalde, explíquenos su sentido artístico o decorativo a los que sólo vemos un poste solitario.
Ay, pero aunque la señal esté sola y triste, hoy podemos decir que el alcalde al fin ha admitido mis demandas, y al redibujar las rayas del suelo me da la razón en aquello que le llevo planteando dos años. Aun así, tengo que decir que aún no me ha escrito agradeciéndome mis consideraciones ni diciéndome nada de mi multa: lo último que sé es que firmó que yo debía pagar 200 euros, esos 200 euros de los que tanto hablo y que, sin haberlos visto, tanto le van a dar que pensar a nuestro ínclito edil. Quien, por cierto, y todo sea dicho, todavía no me ha pedido perdón, ni en público ni en privado, por los hechos que motivaron este trastorno. Pero ya he explicado que sé perdonar, y hasta puede que esté dispuesto. Ande, pruebe, señor alcalde: no pierde nada.
La verdad sea dicha: algunos ratos me dan un poco de lastimica. Luego se me pasa, cuando pienso que ocupan puestos de representación pagados con nuestro dinero. Y entonces los que me dan lástima son los vecinos de Membrilla: que estamos pagando lo que costarían unos buenos y en cambio los tenemos a ellos.
Lo que ocurre es una cosa, señor alcalde de Membrilla, Manuel Borja. Como educador, se lo voy a decir, en franca y pública prueba de amistad: es usted un niño al que hemos puesto en un curso que no le corresponde, ni por edad ni por méritos ni por capacidad. Quedaba esa plaza libre en la clase, y ya que en pueblos como el nuestro es tan difícil comprometer a alguien y que quiera ponerse de alcalde, lo colocamos a usted en ese puesto, con toda la confianza, a ver qué tal marchaba, y el resultado es que no sólo usted no progresa, sino que está desbaratando el correcto funcionamiento de la clase.
Lo que no sabe usted es que ya ha avanzado el curso, y ha agotado usted la paciencia del maestro: ya que no se pueden dar capones, ha conseguido usted un meritorio suspenso sin posibilidad de recuperación.
Yo no quería perjudicarlo, y bien lo sabe usted, pero, como hay gente que tiene sangre en las venas, a estas alturas de la película no puedo dejar de sentir vergüenza por mi pueblo cada vez que lo veo a usted. Hasta ahora sólo lo he ridiculizado con esta tontería de la señal desnuda, que desde hoy llamaré Señal Borja, y que es el mejor símbolo de su gestión desde 2011, un palo tieso y vacío; pero ahora me obliga usted a llamar a cada cosa por su nombre y denunciar su inoperancia diaria, en asuntos que van más allá de su desconocimiento en regulación vial y sus veleidades en materia de multas. Me obliga usted, tranquilo como estaba yo en mi casa, a hablar de asuntos más serios.
No sé qué pasa por las cabezas de los concejales de la oposición, desde luego, permitiendo que usted los insulte de esa manera pleno tras pleno. No sé por qué no denuncian la calamitosa señalización viaria. No sé por qué no denuncian las condiciones impropias que tiene que soportar la policía local, a la que usted denigra con sus actuaciones tornadizas. No sé por qué no denuncian ante un juzgado la falta de transparencia en la gestión de su televisión personal, Membrilla TV, en la que nos gastamos no sabemos cuánto y tenemos contratados a periodistas y a otro personal sin cualificar sin saber cómo ha entrado ahí ninguno de ellos. No sé por qué no denuncian la comercialización privada e ilícita que se está haciendo, es un secreto a voces, y además consentido por la corporación, con los contenidos públicos generados en esa televisión, conseguidos a veces al margen de la legalidad.
No sé por qué no ayudan a detener esa cara farsa de su feria personal del melón, que tanto me avergüenza como conocedor del sector desde dentro. No sé por qué no denuncian su permisividad con los locales que incumplen la ley antitabaco, ni tampoco el hecho de que usted permitiera que todo dios fumase, tabaco y otras sustancias ilegales, incluidos los músicos de la orquesta, en el Pabellón Multiusos del Espino durante el pasado Carnaval.
Esto para empezar. Ahí tiene corte si quiere empezar a desmentir lo que aquí públicamente escribo. Y recuerde que los 200 euros de aquella multa siguen agitándose en mi bolsillo, pero usted sabe por qué no me los va a cobrar. Le agradezco que me haya dado la razón cambiando la señalización de la plaza, pero lo que se empieza hay que acabarlo. Tómelo como un consejo, y además le voy a dar otro por el mismo precio: Dígales a sus amigos de partido que le vayan buscando un puesto donde usted aprenda a gobernar algo, que presiento que cuando vuelva al banquillo del equipo local seguirá siendo igual de útil para nuestro pueblo como hasta ahora.