Señalando el camino, señalando con el dedo

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Bien, pues parece que nuestro señor alcalde sigue en sus trece y se empeña en gobernar bordeando la legalidad. El problema de esto es cuando se bordea por el lado de afuera. Y más pecado es aún cuando se hace por pura terquería, y por cosas que nunca debieron ser más que una pequeñez.

Hoy no voy a ser tan mesurado ni comedido con alguien que se ha demostrado tan poco capaz para gestionar los asuntos públicos. Si por la colocación de unas cuantas señales en la calle y plaza más frecuentadas del pueblo, o por la arbitrariedad con que se gestionan multas de sus propios vecinos, quitando y poniendo a su antojo, un alcalde se demuestra tan inepto para ostentar ese cargo, no quiero pensar cómo actuará ante asuntos de mayor calado que afecten al municipio.

Todo el pueblo está puesto en antecedentes: estamos acabando el mes de febrero de 2014 y el señor alcalde de Membrilla, Manuel Borja, está faltando a su cometido al no colocar el disco de la señal que debería coronar el desnudo mástil de aluminio en la Plaza del Azafranal, esquina del Casino. El señor alcalde ha permitido una situación de facto según la cual todo el mundo puede estacionar en el espacio central de este cruce de calles. Esto no es grave; no es más que una decisión política: él decide que ahí se puede aparcar, y los vecinos aparcamos. Lo grave es dar órdenes a la policía local para que sancione, con multas de 100 euros, a unos vecinos sí y a otros no, según circunstancias poco claras que tendrían que ver con la duración del estacionamiento, con el color del vehículo o la calidad del aire, con el bar al que haya pasado uno después de aparcar, o con cualquier otro disparate arbitrario, puesto que las órdenes siempre han sido verbales, y siempre contradiciendo el Reglamento General de Circulación.

No voy a ahondar en detalles de mi caso particular (ya los expuse en mi artículo “Señales de humo”, 25/01/2014), porque ahora me interesa la dimensión pública y general de este problema que tiene el señor alcalde con todos sus vecinos, y especialmente con aquellos a los que se les han sacado injustamente 100 euros, que, por lo que sé, aún no han sido devueltos a ningún particular.

El actual alcalde de Membrilla debe entender que las normas están para cumplirlas: todas sin excepción. Y precisamente él y su corporación, por ocupar los cargos que ocupan, son responsables no sólo de cumplir las normas, sino de hacerlas cumplir en el ámbito de nuestro municipio. Si el alcalde no ha puesto hasta ahora señales que prohíban, o aclaren, el estacionamiento en la Plaza del Azafranal, podría haberse debido a ignorancia. Pero esa excusa ya no le vale desde el momento en que, en 2012, yo mismo me molesté en hacerle notar la ausencia de señales, y de orden en general, en cuanto tiene que ver con el estacionamiento en la plaza. Y mucho menos desde que hace un mes, ante su obstinación en mantener el equívoco, me decidí a hacer público su problema con las señales.

De modo que, descartada la ignorancia en este asunto, me queda pensar que actúa por otros motivos, que ya no sé si pueden ir desde otra ignorancia, la de sus deberes como alcalde, a la costumbre de la inoperancia o a la pura y simple mala leche. Cualquiera de estas opciones me parece penosa en quien ostenta un cargo que, por pequeño que sea, lo hace representante directo de más de seis mil vecinos, y responsable de que el imperio de la ley rija en el espacio donde esos seis mil vecinos conviven.

En las conversaciones que en su día mantuve con nuestro regidor, (como él mismo corroboró en el turno de Ruegos y preguntas del Pleno Ordinario que se celebró el 14/02/2013 en nuestro ayuntamiento, donde expuse públicamente el asunto), le expliqué por activa y por pasiva en qué residía su mala actuación respecto al estacionamiento de vehículos en la plaza y las multas arbitrarias (o no tanto) que se estaban llevando a cabo. El señor alcalde me aseguró conocer que existía un problema, y me dijo que estaba trabajando en un supuesto plan para mejorar la señalización vial del municipio. Muy elaborado debe de ser ese plan, cuando le han hecho falta cuatro años en la oposición y casi tres en el gobierno para pensarlo y no tenerlo aún acabado. Muy ambicioso debe de ser ese plan, que hace dudar a nuestro alcalde sobre las posibilidades de la señal en la esquina del Casino, pues ni quita el poste ni pone el disco. Yo le he propuesto varias soluciones, que no son tan difíciles de asimilar: o se prohíbe estacionar terminantemente, o se permite estacionar a todo el mundo, o se permite la parada para carga y descarga. Lo siguiente es aceptar lo que las señales marquen, obrar en consecuencia y que todo el mundo sea tratado por igual.

Pero a nuestro alcalde han debido de sentarle mal algunas palabras que yo le haya dicho, en las que le advertía que él es el primero que debe ceñirse a la legalidad, y que más temprano que tarde tendrá que poner señales y orden en la plaza. No porque se lo diga yo, un ciudadano que quiere que se cumpla la ley, sino porque un alcalde no puede dejar desgobernado el tráfico de un pueblo y además alentar o consentir que se pongan multas injustas. O que las quiten, o que no las cobren, como ha sido mi caso, que llevo siempre 200 euros en la cartera por si alguien me reclama aquella multa de 2012. Espero que nuestro regidor no tome como amenaza sino como consejo lo que ahora le voy a decir: No tiene más que mirar a algún pueblo muy cercano para darse cuenta de las malas consecuencias que tiene para un alcalde quitar multas porque sí, y los sinsabores que nos ahorramos todos si hacemos cumplir la ley.

Si es verdad que tiene usted un plan, señor alcalde, para acabar con el desorden consentido en el tráfico de la plaza (que usted ha reconocido y permitido durante casi tres años), háganoslo saber a los vecinos de Membrilla, y ponga señales. Sorpréndame usted con ese plan, pues ya no espero de usted más que lo que le he visto hacer durante su corto mandato. Y ponga señales.

Le aseguro al señor alcalde que mi educación cristiana me hace sensible al perdón de las faltas propias y ajenas. Nunca he tenido más interés en el asunto que la clarificación del tráfico y el estacionamiento en la plaza del pueblo: algo a lo que tenemos derecho todos cuantos conducimos por Membrilla. Pero lo que no estoy dispuesto a seguir consintiendo es el desorden, la ineptitud, el desgobierno por paletismo. Y en este punto le digo al señor alcalde que no menosprecie más las demandas de ciudadanos sin miedo que vienen con la fuerza de la razón y la ley, porque puede venir uno a por lana y, por torpeza, volver trasquilado.

Lo voy a decir con todas las letras, para que no quede duda: Señor alcalde de Membrilla, Manuel Borja, deje usted de actuar con ese celo de un niño al que han puesto a mandar y coloque en la plaza las señales que corresponden. Devuelva el dinero de aquellas multas indebidas que usted ha consentido que se cobren, y déjenos en paz a los vecinos, déjenos en la paz que nos marca la ley. Sorpréndame con ese plan suyo tan repensado, pero por lo pronto ponga señales. Ponga señales o cóbreme mi multa de 200 euros que usted mismo ratificó con su firma y que nunca me han retirado ni reclamado. Ponga señales, señor alcalde: piénselo bien, y llegará a la conclusión de que con ley y orden todo funciona mejor. No persevere usted en el pecado de soberbia: recuerde que ocupa su puesto para gestionar el espacio público, un espacio del que usted sólo es representante, pues este espacio le pertenece al pueblo.

Ponga señales, y póngalas ya. Ley, orden, respeto: éste es nuestro catecismo democrático.

Y tú, qué opinas ...