Ay, Manolo, bien lo sabe Dios, la falta que nos haces. Qué solos nos dejaste...
Mira que estaba yo en la casa anoche y llamaron a la puerta, y yo me puse en algo malo porque a ver quién llama a esas horas a una casa, que no son horas de visita, y me eché la chaquetilla a los hombros para salir al patio, con un asuro en el cuerpo y decía "ya va, ya va", y fuera nadie contestaba, y venga a dar con el llamador, y pom y pom.
Y cuando abro, válgame Dios, las ánimas benditas del purgatorio allí en la puerta, con las caras descompuestas y las ropas raídas, amos, como recién salidas de la sepultura, llenas de telarañas, y van y me chillan "¡tricotrí!*". Mira, Manolo, que me subió una cosa por el espinazo arriba, unos calores, que aínas me dio algo y las ánimas venga a chillar "¡tricotrí, tricotrí, tricotrí!", y yo, sin poder controlarme, pues que me puse a chillar también y hasta creo que me dio un vahído o algo así de la descomposición que me entró, porque me vi en el suelo y entonces las ánimas se vinieron corriendo hacia mí y, cómo tendría ya la cabeza que en vez de oírlas decir "tricotrí, tricotrí" creía que me decían "abuela, abuela".
Ay, Señor, Señor, aínas me da algo, y pensé "hasta aquí hemos llegado, Josefa", vamos, que se me fue la cabeza y me quedé sin conocimiento. Y así, Manolo, hasta que llegó nuestro Manolín corriendo y vino a atenderme, que por lo visto lo había llamado la Jésica, que ahora entre los padres y los hijos no hay respeto: hay guasa. Y la Jésica le había mandado corriendo una guasa de esas para que viniera a socorrerme, porque ni entre todas las ánimas benditas del purgatorio que se presentaron en casa pudieron levantarme.
Y es que resulta, Manolo, que la Jésica era un ánima bendita de las que llamaron a la puerta, y Manolín me decía "cómo es tan tonta usted, madre, es que no ve que son las muchachas haciendo el jalogüín". Y es que nosotros ya no estamos para estas cosas, que no soy moderna, me dijo la Jésica. Que la gente nueva ya no come buñuelos ni huesos de santo, que no quieren engordar, pero se van de fiesta por la noche diciendo por las casas "tricotrí, tricotrí", llenas de telarañas y sangre, y pasando miedo y pidiendo chocolates y piruletas y gominolas, que engordan menos. Que luego me lo explicó la Jésica... Que ya no estamos para estos trotes...
Así que, Manolo, como los muchachos ya no quieren venir hoy a verte al cementerio, porque de día no da miedo y no hay jalogüines de esos (que deben ser como los gamusinos, pero en difunto), me vengo yo un rato. Y como las nietas quieren tener una abuela moderna, en vez de flores te dejo aquí encima unos pirulises como los de la hermana Trapera y unos alcagüetillos del tío de la plaza, que se que te gustaban. Las telarañas de la lápida, diga lo que diga tu nieta, te las he sollinado un poco con un trapo, que luego las vecinas hablan. Que pases un buen día de difuntos, Manolo, y "tricotrí, tricotrí."
*Trick or treat