Bailando bajo la lluvia

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La lluvia no formaba parte del programa de actos, ni tampoco fue claqué lo que se bailó bajo esta, como en la película que protagonizaron Gene Kelly y Debbie Reynolds, pero la alegría de ver como se alejaba la nube negra que, durante un rato amenazó con cargarse la última parte de la romería, hizo que algunos espontáneos lo celebraran bailando.

Quién lo iba a decir. Las predicciones meteorológicas apuntaban que sería un fin de semana muy caluroso. Rápidamente hubo que buscar por los armarios ropa veraniega para hacer más llevaderos los dos días que, un año más, tendríamos para celebrar la festividad de San Isidro labrador.

Ese chaparrón a las siete de la tarde del domingo no lo esperábamos, pero nos vino bien para refrescarnos pues las fuerzas ya empezaban a mermar después de aguantar el asediado del calor sofocante impropio para estas fechas. Desde el sábado a las ocho de la mañana en que muchos romeros empezamos a montar las casetas, con el bochorno como compañero de trabajo, habían sido muchas las actividades que estábamos llevando a cabo, las principales: comer y beber (que esto, aunque tenga la finalidad de nutrir y dar energía, si lo haces con demasía, agota) pasando por el reencuentro con los vecinos de caseta, fomentando la cháchara y el buen ambiente. Algunos, además, participaron en el concurso gastronómico al medio día del sábado, otros, en los juegos populares en mitad de la tarde, para continuar, ya entrada la noche, con la verbena popular amenizada un año más por la orquesta Verano Azul, este año sin su cantante femenina habitual.

La noche fue muy agradable pues la temperatura era ideal. Niños, jóvenes y menos jóvenes, disfrutábamos de la velada, algunos hasta muy tarde.

El domingo amaneció como esperábamos, soleado y caluroso. Los primeros romeros almorzaban en sus casetas mientras los componentes de la hermandad de San Isidro, más majos que nunca, se preparaban para llevar la imagen del Santo desde la iglesia de Santiago el Mayor hasta el Espino donde se celebraría la misa. La procesión estuvo animada por la banda de cornetas y tambores de la hermandad de la Verónica que como viene siendo habitual en esta formación musical, puso los pelos de punta con alguna de sus marchas procesionales al público que presenciaba el desfile. A la banda le seguían un montón de niños y niñas vestidos con el traje típico manchego, componentes del grupo de baile dirigido por Manoli Muñoz Serrano. Cerraba la procesión, como no podía ser de otra manera, la imagen de San Isidro labrador portado a hombros por cuatro miembros de la hermandad, seguidos por las autoridades eclesiásticas y municipales.

Bailando bajo la lluvia

Después de finalizar la misa y bajo un sol de justicia, el grupo de niños de bailes regionales, nos ofrecieron una muestra del baile manchego, bastante adecuada para una festividad de estas características, además de darnos la tranquilidad de que nuestras raíces folclóricas tienen asegurada su continuidad con esta cantera de jovencísimos bailarines.

La banda de cornetas y tambores de la hermandad de la Verónica, también nos ofrecieron algunas marchas dentro del recinto ferial que fueron aplaudidas por los romeros y demás personas que se acercaron a tomar algo en la caseta de la hermandad. Este tipo de agrupación musical también tiene su continuidad garantizada, pues una caterva de pequeños tamborileros forjo un amago de desfile.

Bailando bajo la lluvia

Ya de lleno en el medio día, cuando el calor era más sofocante, las casetas hervían literalmente. También hervían en sus recipientes culinarios calderetas, paellas y demás guisos. Los porrones cambiaban de manos sin parar y los romeros se disponían a comer, no para reponer fuerzas, pues las fuerzas ya no se podían reponer comiendo, solo se restablecerían con una siesta o un duermevela en las hamacas, imaginando entre sueños que el río Azuer era una playa. Podría ser ¿no?

Y de repente, miramos al cielo y la teníamos encima. Cabía esperar, ese calor antinatural solo podía derivar en una tormenta. Las gotas gordas de lluvia dieron paso a unos cuantos relámpagos y truenos que rompieron la nube, para vaciarla de un agua que regó el recinto ferial donde celebrábamos la romería. No estuvo mal, una anécdota más que contar a las generaciones venideras: “En el año 2012 nos calló un chaparrón en mitad de la tarde…” Y a todos nos vendrá a la memoria la fuerte ventisca que la tarde del sábado de la romería del 2011, hizo volar los toldos de muchas casetas. Para que no lo olvidemos, algunos romeros dejaron constancia de ello imprimiéndolo en las espaldas de sus camisetas que fue lo único que les quedó después del vendaval.

En el recinto se pudieron ver los paraguas, todo menos retirarse.

Nada cambió tras la tormenta, los músicos de la orquesta empezaron a tocar y la gente empezó a bailar, como debe ser.

Bailando bajo la lluvia

Poco a poco fue llegando más gente que, lejos de amedrentarse por las “cuatro gotas”, salió a ver como andábamos los de la romería, y, andábamos bien, cansados, pero bien, apurando las viandas y pensando ya en ir recogiendo que la noche pronto se echaría encima sin darnos cuenta y lo peor (o tal vez lo mejor en los tiempos que corren) es que al día siguiente había que trabajar. Pero como en Membrilla valemos para todo pues llegamos hasta el final, hasta las doce de la noche cuando los fuegos artificiales nos anunciaron que la romería del 2012 había terminado y las luces que brillaron en el cielo fueron el reflejo de la alegría y la diversión compartidas en estos dos días de convivencia en que, un año más, celebramos la festividad de San Isidro labrador.

Alicia Jiménez Muñoz

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