La riqueza del patrimonio cultural e histórico de Membrilla es incuestionable. Tan incuestionable como la certeza de que el abandono público y privado a lo largo de los últimos siglos ha ocasionado un deterioro y unas pérdidas que ahora lamentamos. Es triste tener que hablar en pasado de nuestro gran patrimonio arquitectónico religioso: numerosas ermitas, conventos y templos de los que sólo nos queda el nombre y alguna referencia breve en los archivos porque era más fácil abandonarlos a su suerte, retablos y órganos impresionantes que hoy podemos admirar sólo a través de un par de fotografías, libros y archivos locales que contenían la historia viva de nuestro pueblo y que cayeron pasto de las llamas, al igual que la imaginería y cientos de elementos de culto fundidos.
Es triste también tener que hablar en pasado de nuestro gran patrimonio civil, que sin guardar ninguna joya arquitectónica de renombre internacional supo acumular a lo largo de los siglos elementos tan singulares como motillas y castillos, plazas porticadas y numerosos edificios, palacetes y casas señoriales de extraordinaria factura. Por no hablar de la desaparición paulatina de inmensas casas de campo, bombos, quinterías, norias, molinos y otras construcciones singulares de nuestro paisaje rural. Y tantas otras cosas que se han hecho mal...
Se agradece después de tanta pérdida el esfuerzo de las instituciones públicas, y también algunas privadas y religiosas, por mantener vivos algunos de los restos de este naufragio cultural; la continuada dedicación al molino del Rezuelo, la atención constante al templo parroquial y a la ermita (se echa de menos un esfuerzo colectivo que saque al Monasterio de la deriva en la que navega), la recuperación de algunas casas y parajes, el mantenimiento de tradiciones... Y tantas otras cosas que se han hecho bien...
Pero a veces, dentro de este maremágnum desolador, se atisba un pequeño detalle de reconocimiento y homenaje que, sin dejar de ser más que un mero gesto de cortesía, un guiño microscópico al pasado, se reviste de la debida importancia que tiene la parte en el todo. Y, como siempre, la iniciativa parte de fuera, de la vecina localidad de Manzanares, para recordarnos a los de dentro que tenemos lo que tenemos y que todo ello es grande y merece la pena conservarlo.
Agustín Sánchez, joyero de profesión, nos presenta estos días en su establecimiento de la Calle Empedrada La Pulsera de Membrilla, su particular tributo, -con cariño, con mucho afecto-, a nuestra localidad y sus símbolos.
Una joya de diseño actual que lleva insertadas, sobre un cordón tres pepitas de plata maciza en las que aparecen grabados, por ambas caras, los lugares y emblemas más significativos de nuestra localidad. Así, vestidas de plata, aparecen las siluetas de dos construcciones religiosas: la iglesia parroquial de Santiago el Mayor y la ermita de la Virgen del Espino; de dos edificios civiles y populares como la Torre del Reloj y el Molino del Rezuelo; y de los dos patrones de la localidad, la Virgen del Espino y Santiago el Mayor. Remata la pulsera una pequeña chapa, también de plata, en la que se puede apreciar en una cara el escudo de Membrilla y, en la otra, el nombre del pueblo acompañado por uno de sus símbolos más característicos: la alabarda.
{japopup type="image" content="images/stories/2010/11/dipticopulsera.gif" width="500" height="500" title="Elementos de la pulsera" }{/japopup}La intención comercial de este empresario de Manzanares es obvia y comprensible. La intención emocional es reconocible dada su fuerte vinculación a nuestra localidad: conseguir que la gente de Membrilla, y sobre todo la que reside fuera, pudiera llevar siempre consigo una seña de identidad de su pueblo. Pero el resultado final es innegable: Salvo las lógicas representaciones en medallas de nuestra patrona, es la primera vez que el patrimonio cultural e histórico de la localidad sale del entramado de los libros y la oferta turística para aparecer reflejado en el mundo de la joyería. Y aquí aparecen dos consecuencias entrelazadas: El sentimiento, el vínculo a la tierra, el llevar al pueblo consigo, se une a la magnífica plataforma publicitaria de mostrar lo nuestro, de sacarlo fuera de las fronteras locales y lucirlo.
Como decíamos, iniciativas como la de Agustín Sánchez no dejan de ser un granito de arena en la lucha por el mantenimiento de nuestro patrimonio a través del reconocimiento. Pero, a fin de cuentas, siempre es mejor sumar que restar y todavía nos siguen haciendo falta tantos granos de arena...