La plaza del Azafranal de Membrilla ha quedado terminada. Me acerqué a verla con cierto temor por lo que pudiera encontrar. Muchas veces había parado un momento a beber agua y a sentarme en un banco, después de un largo paseo. Si tenía miedo era por el trauma de poder encontrarme un erial, tipo Plaza de la Constitución de Manzanares, pero respiré con alivio al ver que seguía teniendo un jardincillo con numerosos árboles de sombra, bancos con respaldo, un suelo razonablemente sólido y rústico, el monumento al Galán de Cristino, una fuente ornamental y otra para beber, por lo que me alegró la temporada... Me preguntaba cómo ha podido calar en Manzanares, el razonamiento de que una plaza principal, en un entorno histórico artístico, sin árboles, con incómodos poyos en vez de bancos y con un suelo que no pega en absoluto con la iglesia de la Asunción, sea objeto de una fuerte inversión con nuestros impuestos. La realidad es que el sufrido manchego, por su carácter austero y a veces servil, la critica en corrillos pero al final se resigna.
Mis palabras quedan ensombrecidas por el artículo de Arturo Pérez Reverte titulado “en la ciudad hostil”, publicado en la revista XL en junio de este año, del que copio algunas frases:
…”En los últimos años, Madrid se ha convertido en descarado campo de experimentación de la línea recta y los espacios desnudos.” ... “Con el pretexto de quitar sitio a los vehículos para dárselo a los ciudadanos, el ayuntamiento local se ha arrojado, sin pudor, en brazos de los arquitectos radicales, fanáticos implacables del minimalismo urbano y el concepto de ciudad como gigantesca vía de paso orillada por locales comerciales, donde la única función del espacio abierto es encauzar masas de compradores de tienda en tienda, con el bar o la cafetería como único descanso. Este afán por convertir al ciudadano en cliente de movimiento continuo, negándole todo reposo gratuito, raya en la infamia. Ausencia absoluta de jardines, llanuras de piedra, inmensos suelos de granito...“ … “Señoras embarazadas, personas de edad, caminantes fatigados, turistas al filo de la deshidratación, vagan por esos páramos enlosados como hebreos por la península del Sinaí, sin hallar un punto donde reposar un momento, reponer fuerzas, dar de mamar al niño o echar un cigarro. Es, al fin, la ciudad dura, seca y fría soñada por quienes no la habitan, impuesta a la fuerza, sin consultar a nadie, entre cuatro fanáticos de la desnudez urbana y sus cómplices municipales encantados de salir en la foto, encandilados como bobos catetos ante los desafueros avalados por la autoridad arrogante, autista, de cualquier firma de prestigio.
Porque una cosa es cambiar el modelo de ciudad, adecuándolo a los nuevos tiempos, y otra triturar cuanto huela a tradicional, ajustando los espacios urbanos a la dictadura de lo lineal y lo vacío. El vecino, el transeúnte no apresurado, quien se demora en el paso y la vida, son lo de menos. No cuentan. Y en los sitios más afortunados, cuando hay donde sentarse, el paisaje no invita en absoluto: ni una sombra, ni un árbol, ni una planta. Hormigón por todas partes, bloques de granito sin respaldo en lugar de bancos, de manera que a los cinco minutos debes levantarte con los riñones hechos cisco.” …
Y bien, termino agradeciendo al Ayuntamiento de Membrilla la reforma de esta Plaza para mejor, para que siga siendo un bello lugar de descanso y foro de convivencia.
Mercedes López de los Mozos Muñoz (publicado también en "Cartas al Director". Lanza Digital)