En la comunicación, uno de los principales dilemas que encuentra el emisor a la hora de decidir cómo quiere expresar el mensaje que va transmitir es el tipo de público al que se dirige. De ello depende si el mensaje debe extenderse mucho o ser conciso, si debe utilizar un medio gráfico o simplemente texto.
La decisión de valorar el perfil del destinatario es, sin duda, un enjuiciamiento en toda regla. Pondré algún ejemplo. Si alguien dice: “-No toques eso, que tiene caca” sabemos sin lugar a dudas que el hablante piensa que su interlocutor no va a entender términos como suciedad o porquería y que para que le entienda usa la simplicidad “caca”. Seguramente todos pensaremos que se está dirigiendo a un niño. Y tal vez por eso, los niños no evolucionen más rápido, dicho sea de paso.
Si leemos en un anuncio (como el de la foto adjunta) “… basura guena, de ganao … “, podemos deducir sin miedo a equivocarnos que el emisor ha supuesto que esta es la mejor forma de que los lectores entiendan lo que vende. Ha debido dedicar algún tiempo en decidir que su mensaje debe llegar al mismísimo corazón del lector. Ha estudiado minuciosamente el perfil del público al que va dirigido y ha llegado a la conclusión de que quiere que no escape ningún colectivo de la compresión del mensaje: El producto que vende es selecto, excelente, sublime, una delicatessen rural. Pero no, para que se entienda es “gueno”.
Sin embargo, el mensaje a quien realmente juzga es al emisor porque pone en evidencia su capacidad intelectual, su nivel cultural y su respeto al interlocutor (en este caso lector). No sólo se entiende (en parte) el mensaje, sino que se ve más allá. Se ve el desprecio que dirige a sus lectores al considerarles incapaces de entender un mensaje simple. Ha pensado que no entenderíamos que la basura es “buena”. Ese es un adjetivo de un nivel superior, para gente leída; la gente de aquí no sabe leer por eso hay que escribírselo para que lo entienda, habrá concluido. Quien escribe el anuncio sabe que decir “ganado” es una cursilería. Aquí se dice “ganao, de toa la vida de Dios”.
Si dependiendo de cómo llegue el mensaje al receptor, éste podrá saber qué opinión tienen de él, en este caso no salimos bien parados los lectores. Nos trata de auténticos analfabetos, incultos sin remedio y seguramente gente fácil de engañar.
Las normas de ortografía son también normas sociales que deben respetarse como las demás y no hay excusa para no utilizarlas correctamente.
Y por eso, debemos decirle que si no sabe escribir, que no lo haga o se asesore antes. Ha quedado como un auténtico ignorante.
Nota: Admitiendo que alguien pueda tomarse cierta libertad creativa utilizando la transgresión de la norma a la hora de escribir, también conviene advertir que si se pretende transcribir la dicción popular (e incorrecta) de “bueno”, debería escribirse “güeno”. De no ser así “gue-“, se pronuncia como guerra o manguera.
Nota: La palabra “silrre” no está recogida en el diccionario del Real Academia Española. Es una palabra de la jerga agro-ganadera que se refiere a la basura procedente de los excrementos de ganado que se caracteriza por no mezclarse con paja o serrín.