Qué sabe nadie

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En un reciente artículo Antonio Muñoz Molina escribía acerca de la poca costumbre que tenemos en nuestro país de escribir y por tanto de leer libros biográficos, sobre todo comparándolo con la literatura anglosajona. Aunque parece que recientemente esta falta se está corrigiendo y van floreciendo biografías por doquier; así, a vuela pluma, sirvan de ejemplo la escrita por Miguel Dalmau sobre el poeta Jaime Gil De Biedma, la de Carmen Laforet escrita por Anna Caballé e Israel Rolón, o más recientemente la del escritor chileno José Donoso escrita por su hija Pilar.

He de confesar, dando la razón a Muñoz Molina , que soy poco aficionado a las biografías y mucho menos a las autobiografías. Intentare explicar las razones que me han llevado a ello.

Siempre que he leído libros de este género lo he hecho sobre personajes a los que admiraba profundamente  y casi siempre la sensación final es agridulce. Los sigo admirando artísticamente pero me decepcionan profundamente en lo personal. Ahí van unos ejemplos:

Hace tiempo leí la autobiografía  de Ava Gardner. La publicó la editorial Grijalbo con el título de “Ava con su propia voz”.  La mujer que tuvo matrimonios con Arti Shaw, Frank Sinatra y Mickey Ronney; amores tormentosos con Luis Miguel Dominguín y Mario Cabré o con el multimillonario Howard Hughes o a nivel más proletario con El Fary.  Este contaba con mucho humor que en sus tiempos de taxista, recogió a Ava a la salida de un tablao flamenco y Ava absolutamente ebria lo invitó a su habitación. El Fary lo contaba con mucha gracia pero se admiten dudas sobre la verosimilitud de la historia.
Esperaba encontrar estas historias en su libro y cuando llegue a la última página casi estaba convencido de que Ava Gardner había muerto virgen.

Groucho MarxTambién editada por Grijalbo, leí “Con Amor, Groucho, cartas a su hija”. Creo no exagerar si digo que Groucho Marx junto con Chaplin es uno de los mayores genios que ha dado el cine en toda su historia pero me atrevo a decir que era tan genial como miserable.

Miriam, su hija, tuvo desde muy joven problemas mentales, agravados por su afición al alcohol lo que la llevó a frecuentes internamientos psiquiátricos y a curas anti-alcohólicas.  Su padre, en plena cresta de la ola cinematográfica y por tanto económica, le racaneaba hasta el más mísero dólar con el que ayudar a pagar sus  tratamientos. Algunas de las cartas que Groucho escribía a Miriam acababan así:
”Todos te mandamos cariño. Escribe pronto, pero no para pedir dinero”. 
Sin comentarios.

Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre pasaron durante mucho tiempo por ser el paradigma de la pareja perfecta de puros liberales que eran, ya es conocido que vivían en casas separadas, que al hablar se trataban de usted y que tenían tácitamente acordado libertad para tener los amantes que gustasen.  Pura mentira.

Simone de Beauvoir y Jean Paul SartreBianca Lamblin escribió “Memorias de una joven informal” donde relataba su trío amoroso con Simone y Sartre. Los celos pudieron con el escritor y no solamente rompió la relación con Bianca sino que hizo todo lo posible para que Simone hiciera lo mismo. Lamblin nos enseña un Sartre posesivo, celoso e incluso machista y, también a lo Groucho, un poco obsesionado con el dinero.

Según la autora “en lo tocante a sus relaciones, Sartre y Simone habían inventado una expresión rara: habían pactado un “matrimonio morganatico”. Apelación de lo más pomposo, que se emplea para definir “la unión contraída por un príncipe con una mujer de condición inferior”.
También sin comentarios.

Acabo con un personaje en el que mezclaré la biografía con la vivencia personal. Hablo de mi idolatrado Van Morrison; también conocido por el León de Belfast. Como soy de natural exagerado, suelo decir que un eructo de Van tiene mejor sonido que casi toda la producción musical de varios años, o que Van Morrison es dios y Bruce Springteen su profeta.  Pero una vez dicho esto, he de decir que no hay en el mundo de la música nadie tan tirano con sus músicos, nadie de trato tan despectivo con el público asistente a sus conciertos, nadie que mida tanto la duración de sus conciertos, a los que hay que asistir en un silencio cuasi religioso no vaya ser que el genio se enfade y abandone el escenario. Eduardo Jordá escribió un magnífico libro sobre el genio y ahí nos deja algunos ejemplos de lo que estoy mencionando, el temor de sus músicos a tocar una nota mal y el carácter tosco, huraño y a veces violento del cantante.

Van MorrisonTerminaré con una anécdota personal.  Nos trasladamos un grupo numeroso de amigos desde Madrid a Valencia para ver a Van Morrison. El concierto estaba anunciado a las diez de la noche y el irlandés con gran desprecio hacia los paganos comenzó el concierto bastante antes de la hora anunciada, canto cincuenta minutos de reloj y se marcho sin un solo bis que llevarse a la boca. Luego nos dijeron que le esperaba un avión privado y no fuera que cerraran el aeropuerto de Manises.

A pesar de lo dicho seguiré viendo con placer las películas de Ava y de Groucho, volveré a leer con agrado “La nausea” o  “El segundo sexo” y esperaré cada nuevo disco de Van Morrison como agua de mayo.

 

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