La ruta de don Quijote, “el mayor corredor ecoturístico de Europa”, ofrece numerosos atractivos al visitante. Cada pequeño lugar de La Mancha tiene mucho que mostrar: paisaje, arte, cultura, buena gente. Y Membrilla, como tantos lugares de La Mancha, tiene su porción de todas esas cosas. Lo que pasa es que nuestro patrimonio, sea por las razones que sea, permanece bastante desconocido, recuerden si no eso de “Pasa a conocerla. Ni te la imaginas”.
Pues eso, vivimos en un pueblo inimaginable, poco imaginado, y no sabemos si imaginativo. Pero bueno, como cualquier pueblo hacemos nuestro esfuerzo por darnos a conocer y fomentar esa canción de la “promoción turística”, tan aclamada por todos los políticos. Imprimimos folletos, levantamos carteles, instalamos placas explicativas, etcétera. Todo eso, pensemos con buena fe, llega a los ojos o a los oídos del hipotético visitante, el turista que se interesará por nuestro pueblo y hará con ilusión las maletas para venir aquí y admirar todo cuanto tenemos y ofrecemos.
No pensemos en el turista ordinario, ese que llega en medio de grupos numerosos por la carretera principal, desde una u otra dirección, y ocupa en masa nuestros espacios, sino en el turista atípico, el que busca vías alternativas para llegar a ese oasis de cultura y arte que es Membrilla. Pensemos en el visitante que llega al pueblo a través del paisaje rural y bucólico de la carretera de la Vega. Aquel al que le han dicho que allí hay un pueblo hermoso bañado por un río a cuyas orillas se alza un cerro con una ermita. Veamos cómo reacciona el turista cuando, después de tantas curvas, atisba el perfil de los primeros cercados y, preso de una incontenible alegría, se detiene a un lado de la carretera para observar la estampa de nuestro pueblo. Esto es lo que ve:
El turista hipotético, ese cuyo rostro no conocemos porque no lo hemos visto nunca, ha encontrado un cartel en el suelo, entre las hierbas y las amapolas. Se inclina para mirarlo, y en ese cartel maltratado por el sol ve las fotos de algunos monumentos, junto al reclamo turístico: Membrilla, la del “Galán”. Más abajo, por supuesto, una verdad rotunda: Ni te la imaginas. Pasa a conocerla. Ese turista hipotético se ha encontrado este cartel abatido y descolorido como recibimiento, y no sabe cómo interpretarlo. Lo más probable es que piense que en este pueblo abundan los vándalos. Porque este turista no sabe que en este pueblo no paró de llover durante todo el invierno, y el río se desbordó muchas veces, y el agua ocupó la carretera y grandes extensiones de terreno. El turista no sabe que con la fuerza de los elementos el cartel turístico se cayó a mediados del invierno, y ya nadie lo levantó en muchos meses.
Nuestro desconcertado visitante sólo sabe que el cartel de Membrilla está tirado, que Membrilla, la del “Galán”, está por los suelos, y nadie se preocupa por levantarla. Este pobre hombre ha encontrado un recibimiento triste, porque quiso entrar a Membrilla por la vía equivocada. Sólo tenemos que imaginar a este visitante volviendo la vista hacia los cercados, después hacia el campo, hacia las amapolas y las tobas, y después subirse al coche y volverse por las curvas por donde había venido. Y se va pensando: Si así está la fachada, cómo estará por dentro.
Ese turista es un hombre desolado y desorientado en medio de La Mancha, se aleja por la Vega, y lo peor es que de Membrilla, por lo que ha visto sin pasar a conocerla, ya se imagina algo.