Tertulianos

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Se han convertido en una auténtica plaga, no hay programa de televisión o de radio que no tenga su tertulia política con su consabido equipo de tertulianos y son tan predecibles que nos basta con leer el medio para el que trabajan para que sepamos de antemano lo que van a decir.

Llama la atención el conocimiento que lucen sobre cualquier tema a tratar, lo mismo da que sea el juez Garzón que el Estatut, el caso Gürtel que los casos de pedofilia perpetrados por curas y religiosos; que hay crisis económica, ellos tienen la receta para salir de ella. Cuando escribo estas líneas, esta en plena erupción el volcán Eyjafjalla y he visto a alguno convertido en un experto vulcanólogo prediciendo lo que iba a durar su actividad y de paso recomendando a los organismos de control de la aviación cuando se deberían de reanudar los vuelos.

En una tertulia que dirigía Iñaki Gabilondo, un contertulio (en esta ocasión utilizo este término como homenaje) admitió su ignorancia sobre un asunto, Gabilondo paró el programa para hacer notar que era la primera vez que un tertuliano decía no saber nada sobre un tema. Lamento no recordar el nombre de este tertuliano, pero habría que proponerlo para algún premio o erigirle una estatua.

Muchos de ellos se han convertido en profesionales de las tertulias y no es raro verlos en dos programas a la vez e incluso hay un personaje que además de dirigir un periódico asiste a varias tertulias, y no contento con esto, un día a la semana se convierte en el oráculo de Delfos y contesta a las preguntas de otros tertulianos con una suficiencia que asusta. A veces creo que va a levitar.

Que sirvan de despedida las palabras que Lorenzo Silva pone en boca del brigada Bevilacqua en su novela La estrategia del agua:

“Las tertulias de la tele me parecen estupendas. No sé lo que cobran los tertulianos, pero todo lo que les paguen me parece poco. Porque ellos solos cubren, en una labor heroica, la cuota de sandeces de toda la población. Les someten a cualquier cuestión, y todas las abordan con esa mezcla fascinante de ignorancia, demagogia e irresponsabilidad que los convierte en una encarnación perfecta de la estupidez colectiva. Verlos durante media hora es una especie de anestesia. A mi me deja con un encefalograma casi plano, en el colmo de la placidez. Ninguna benzodiacepina es la mitad de potente que sus majaderías.”
 
Fernando Alba Martínez

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