El escritor Julio Llamazares en su libro La lluvia amarilla nos contaba la historia de Ainelle, un pueblo abandonado del Pirineo de Huesca a través de un monólogo de Andrés, su último y único habitante; sabe bien de lo que habla, pues él mismo nació en el leonés pueblo de Vegamián, que al poco tiempo fue anegado por el embalse de Porma; incluso para los que no venimos del medio rural es fácil imaginarnos el dolor que causan estos hechos.
Según el INE en el año 2008 había 2648 pueblos abandonados en España, asusta pensar las vidas y memorias que se han perdido tras estos abandonos, unos por falta de medios y otros por obligación, como fue en el caso de Riaño.
Al abandono de los pueblos hay que sumarle el de las palabras que eran de uso común y que han ido muriendo en medio de un empobrecimiento cultural generalizado, en aras de una presunta modernidad empeñada en utilizar términos sajones cuando esas mismas palabras se pueden pronunciar perfectamente en nuestro idioma.
Desde Membrilla.com animo a rescatar palabras caídas en el olvido, sólo con verlas reflejadas en papel escrito estaremos dándoles vida de nuevo.
Ahí va la mía:
Aguamanil:
1. Jarro con asa y con la boca terminada en pico que sirve para echar agua y lavarse las manos.
2. Armazón que sostiene una palangana para lavarse. Aguamanos, palanganero.