La subida al palo de la cucaña es uno de los elementos con mayor tradición entre los juegos populares de los Desposorios en nuestra localidad y uno de los pocos que compartían programa de festejos con los escasos deportes que se practicaban por aquellos años de posguerra: la pelota mano y las carreras ciclistas. No había padel, ni natación, y el futbol tardaría algunos años en anunciarse.
La cucaña siempre estuvo ahí. Era el “divertido festejo de la Cucaña Vertical “de los años cuarenta y cincuenta, donde “solo podían aspirar al premio del arriesgado ejercicio acróbatas locales”. Luego hubo épocas de olvido, arrasada por el furor de las modas deportivas. La cucaña fluctuó por la programación de Desposorios a modo de Guadiana, apareciendo y desapareciendo.
Sin embargo, de unos años a esta parte, la subida al palo de la cucaña se ha convertido en un acontecimiento singular, que congrega a cientos de vecinos en el Polideportivo Municipal arropado por la celebración de otros eventos deportivos simultáneos. No son muchos los participantes, pero son tenaces hasta conseguir el premio de la “cima”, generalmente productos locales como jamones y quesos. También destaca la participación de pequeños y pequeñas, en un primer acercamiento al pringoso palo.
En estos últimos años se ha visto de todo: cucañas interminables excesivamente “untadas”. Cucañas rápidas de apenas diez minutos por defecto de pringue. Pero lo que no esperaba el público congregado en el Polideportivo el pasado viernes era la irrupción brutal de las nuevas tecnologías en un juego de origen bastante ancestral.
El triunfador de la jornada, que alcanzó tres de los trofeos en sucesivas subidas, rubricó su buena actuación desde la misma cúspide del palo, regalándose un selfie con su propio móvil desde las alturas, colgado de la cucaña, con el público a los pies y como fondo de la instantánea.