Reproducimos unos versos enviados por Isabel Villalta Villalta enmarcado en las celebraciones del Día de Europa (9 de mayo), en un recorrido poético desde sus orígenes (“De cavernas donde homos con el cráneo sensible/ y el tórax conmovido y el hambre por la vida…) hasta nuestros días (“Doce estrellas doradas/ de plenitud en círculo te exigen en su emblema”) pasando por sus horas más brillantes (“Son griegos los latidos que después te pulieron…”) y también las más oscuras (“De millones de muertos...”) Europa abierta en canal por la pluma poética de Isabel Villalta.
ROTUNDA Y LEGENDARIA
Porque somos Europa
De millones de vidas. De millones de muertos.
De un crisol de lenguajes tan viejos como ríos
azules que temblaban ya con miedo a los saltos,
a fronteras alpinas, a landas desbordadas
nació tu umbral fraterno, tu Unidad de avenencia.
De cavernas donde homos con el cráneo sensible
y el tórax conmovido y el hambre por la vida
cocinaron los ciervos que irguieran su estatura,
las hojas y las bayas que elásticos hicieran
sus gestos de adelanto y el trazo sorprendido
que revivía ágiles las figuras cercanas,
la calidez de apoyo de la tierna pareja
y el bullicio de crías removiendo los tintes,
numerando su tabla. Del alba de los ecos.
De tribus que se unían por naturales límites
y sabían su tierra y sabían su nombre
en razones sencillas de perfiles geológicos,
y corazón hacían desde el llanto a sus muertos.
De marcas de poder. De miedos y murallas.
De Cruzadas que unieron en la espada oraciones
y así contradictoria de amor y odio te hicieron,
en guerras medievales expresado su cisma.
Desde una mezcla hondísima de reinos y de luchas,
creencias y herejías o baile de fronteras
con muerte en llamas vivas o en decapitaciones.
Antigua de leyendas bajo unos nuevos templos,
bajo cristianos dogmas. De Los cuatro jinetes...
Del festón de tus costas de abrupto acantilado
o arenales vertidos que acogieron viajeros
que traían vasijas, alfabetos o sedas
o por donde envidiándote entraron invasiones;
o viajeros que fueron con encargos divinos,
leales a las duras ausencias tus Penélopes,
o a fundar nuevas patrias desde crisis de hambre,
o llorando naufragios, o guardando memorias
tan hondas como el mundo en tus bosques o espumas.
De músicas geniales desde gaitas o cítaras
o flautas o panderos en danzas a la luna,
a grandiosos conciertos que desbordan perfiles
de auditorios y almas. De cuentos con sentencia
que vibran por las lenguas. De casidas y nanas,
de elegías y coplas… El Viejo continente
como una epifanía que purifica el tiempo.
Como una gema cósmica sobre mares profundos
tendida y salpicada; de collares de islas
que rompieron espasmos en suceder de noches,
en suceder de auroras. De valles y de cimas
y arterias en torrente que ocultan o desvelan
secretos que proteges, belleza en espirales.
Son griegos los latidos que después te pulieron.
La perfección y el orden, la palabra de todos,
el signo y el teatro o la filosofía…
Escalas del saber que te hacen organismo
que corazón se debe a cada miembro suyo,
solidaria te exigen sin las desproporciones
que toda te amenacen, que revivan los miedos
de los tiempos oscuros. Naciste en la tragedia
más grande de la historia que te infringiera el hombre,
en el mayor desprecio a tu mezcla o prodigio
de ferales culturas, en el mayor horror
que clamaba a los cielos y dejó coagulado
tu corazón salvaje; en los resentimientos
y en las desconfianzas que a la desolación
de piedad prosiguieron... Y había que salvarte,
curarte todavía tu rugido de bestia,
ser reconciliación, concordia veritate
que aprendiese por fin su voz de amor y método
y en un latido fuera realmente tan vieja,
tan sabia realmente, después de los milenios
que tallan los gigantes. Doce estrellas doradas
de plenitud en círculo te exigen en su emblema.
Europa en canal vivo magnánima y hermosa.
Isabel Villalta
Mayo 2019
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