Membrilla redescubre la Cruz en una cálida noche de ronda y mayos

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La fecha del 3 de mayo Membrilla se suma a la Iglesia para conmemorar la Invención de la Santa Cruz (invenio: descubrir), fiesta que señala el descubrimiento de la Cruz de Cristo por santa Elena en Jerusalén. Pero la fiesta va más allá y retoma ritos antiguos y saberes populares para revestirse del popular nombre de la Cruz de Mayo y, entre cruces y cantos, sembrar la noche de Membrilla de una de las tradiciones más ricas (también más olvidadas, sobre todo por las nuevas generaciones) del calendario costumbrista local.

Tres elementos impiden la total desaparición de esta fiesta en Membrilla: el más importante, los vecinos que luchan por la pervivencia de la tradición y continúan vistiendo las Cruces de Mayo. El más singular, de enorme valor cultural: los grupos que rescatan, mantienen y trasmiten el mayo manchego, cantando a las cruces en la noche del dos de mayo. Y el que refuerza los anteriores: los vecinos que se molestan en salir a la calle esa noche para visitar las cruces y disfrutar con los mayos de uno de los elementos más singulares del folclore local.

Cálida noche la del pasado dos de mayo para recorrer las calles de Membrilla y festejar la Cruz arropados por vecinos y amigos. Las hogueras, que antes salpicaban casi todas las esquinas de la población, marcan ahora la presencia testimonial de una cruz vestida, apenas una decena. No se trataba de plantarse frente a un madero, sino de redescubrir la Cruz de Mayo en todo su sentido.

Recrearse en las últimas horas de la Pasión y Muerte, en la figura de san Pedro, en pequeños detalles y bellas leyendas como la de las golondrinas que quitaron las espinas de la corona de Jesús… en la cruz de la familia Martín Herrera.

Disfrutar del sentimiento antiguo de las vecinas de la calle de Santiago, que mantienen la tradición de velar durante toda la noche, hasta el día siguiente, este año en su cruz conmemorativa del Centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. Y, cerca, notar el calor de la hoguera de los vecinos que rinden homenaje a su pequeña cruz frente a Correos, conscientes de la fecha y de su sentido.

Vivir la Cruz de siempre con la familia de Jose Serrano, la de las casas, la forjada por las imágenes de santos de esos que presidían las cómodas de los dormitorios, aportados por todos y cada uno de los vecinos del barrio: Niños Jesús, en el pesebre y Nazarenos, Sagrados Corazones, María en sus múltiples advocaciones…

Sentir el homenaje a las hermandades de Pasión de Membrilla, que viven la cruz y su mensaje como nadie en los días de Semana Santa, en el patio de los vecinos de la calle del Prado, también con el Corazón de Jesús presente y con la mirada puesta, un año más, en la labor solidaria enfocada esta vez en Únicos.

Formar parte del abrazo colectivo a un vecino frente al Convento de las Monjas, con el pasado reconvertido en homenaje floral a un presente que se abre camino en noches de ronda y mayos.

Orar ante la cruz de la iglesia, réplica silenciosa de la cruz más antigua de la localidad, en el escenario solitario y sencillo de una rinconada que no dejó de recibir, no obstante, la visita de los vecinos.



Valorar la humildad de una Asociación de Amas de Casa que no son conscientes de la gran labor que realizan esa noche, junto al resto de vecinos, vistiendo y manteniendo una tradición que sin ellos dejaría de existir, buscando formas nuevas de rendir culto a la Cruz, de recibir al visitante en un desierto Parque del Espino.

Sentir el cariño de las vecinas de la Cruz Verde, tan vinculadas a su Cruz que ya forman parte del paisaje de la noche del dos de mayo, pese a los años, pese al cansancio, pese a las ausencias, arropadas por el empuje de las nuevas generaciones del barrio y, cada año más, por la juventud y la generosidad de los Caballeros de Santiago.

Descubrir los detalles de la Cruz del Grupo Cultural, descifrando las pistas que deja en el paisaje del Calvario Pepe Chacón, con la Eucaristía presidiendo un escenario donde no falta el espacio dedicado a Jesús, el tradicional candeal y, este año, una crítica social en la figura del sarmiento seco que no da fruto, mientras nos colgamos medallas aparentemente piadosas.

Y envolviendo las cruces y la noche, las guitarras, bandurrias y castañuelas de la Rondalla Marmaria, de los Tunos, de la Rondalla de las Amas de Casa… Verdaderas almas de una fiesta a la que dan el valor de la tradición más antigua y el saber hacer de la cultura bien entendida, a veces salpicada también de jotas y seguidillas, como las que se bailaban en torno a la hoguera.

Es, en fin, la larga noche del dos de mayo. Una buena ocasión para redescubrir Membrilla con la mirada puesta en la Cruz de Mayo.- Fdez. Megías.

 

 

 

 

 

 

 

 

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