«Fue nuestra generación una verdadera generación precursora,
pues todavía se están riendo de nosotros» (Antonio de Lara, «Tono»).
El Grupo Cultural El Galán de la Membrilla ponía anoche en escena Francisca Alegre y Olé, comedia original de Antonio de Lara Gavilán “Tono”, adaptada para la ocasión y dirigida por Juanjo Rodríguez.
Sobre el escenario, el elenco habitual de actores aficionados del grupo cultural: Trinidad Simón y José Antonio Serrano en el papel de aburguesados padres; María Peláez y Juani Díaz, invitadas a la aburguesada boda; Loli Arias, la abuela marquesa y comprensiva, con Ana Donate a su servicio. Y un sobresaliente Andrés Serrano en la construcción cómica del papel de Bernardino, muy aplaudido por el público.
Este conjunto de actores ya familiares, que llevan manteniendo la labor teatral de la asociación cultural en los últimos años, vivió la pasada noche el reencuentro con dos antiguos colaboradores del grupo en otros montajes teatrales: Pedro J. Ramírez, en el papel protagonista de Olegario, y Francisco Alumbreros, un tranquilo Don Pito que arrastraba para la ocasión una inoportuna faringitis.
Y todo enriquecido con la frescura de las nuevas incorporaciones al plantel de actores del grupo cultural: los sirvientes Joaquín Jiménez y Beatriz Díaz; Carmen Sánchez-Elipe, acompañando a las invitadas a la boda; Ángel Maroto dedicado al papeleo legal; y Silvia Díaz Pintado, llevando con gran soltura el peso del papel protagonista, Paquita.
El apunte y el atrezzo estuvieron a cargo de Pepe Chacón, sobre una escenografía perfilada por el propio director y un vestuario preparado por el mismo grupo. En este sentido, quizá el elemento más curioso en escena fue la bicicleta de Don Pito, reciente restauración de la bicicleta de su “abuelo Paco”, con la que recorría las calles y caminos de Membrilla mientras en el Teatro Infanta Isabel de Madrid se representaba Francisca Alegre y Olé, exactamente a mediados del siglo pasado.
Tras su estreno de anoche en Membrilla, casi setenta años después, podríamos reproducir literalmente las palabras de la crítica de la prensa de la época: Obtuvo un claro y rotundo éxito cómico gracias al “ingenio de "Tono", dueño de una gracia natural fluida, espontánea, que brota y resurge en el momento más inesperado, que prepara "trucos", efectos y sorpresas de infalible hilaridad y que mana y serpea en el curso del diálogo como un gran río caudaloso de humor y de risa, de intencionada picardía, de magnífico sentido de lo ridículo y de lo grotesco que preside en todo instante el desarrollo de su farsa."
Sobre las tablas, los miembros del grupo cultural dieron vida a catorce personajes deshumanizados por el absurdo, pero infinitamente tiernos y nobles en su interior. Con un humor de otra época, pero humor a fin de cuentas, lo cual se agradece, y mucho, estos días con la que está cayendo; el humor nuevo e inteligente que planteó Tono junto a sus compañeros de la llamada “La otra generación del 27”, blanco, inocente, rayando lo infantil, sobre todo en Bernardino. Dibujando caricaturas sin buscar la crítica social ni el ridículo hiriente.
Escribía el crítico teatral tras el estreno de Francisca Alegre y Olé en 1949: “El público rió 86 veces en el acto primero, 84 en el segundo y 65 en el tercero.”
Anoche no contabilizamos las veces que el público rió en la Casa de Cultura, pero disfrutamos la obra con una sonrisa sincera de principio a fin. Suponemos que eso era lo que pretendían los miembros del grupo cultural El Galán de La Membrilla cuando comenzaron sus ensayos a principios de octubre: regalarnos con su trabajo de tantos meses una sonrisa ininterrumpida de hora y media. Una sonrisa que supusiera además un homenaje del grupo cultural a la filosofía artística del propio autor, Tono: el humor entendido como una actitud ante la vida. Y olé.
