"Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido."
Esto es lo que pretendía, en principio, San Lucas cuando nos narraba los hechos acaecidos en Belén de Judea y continuaba así:
"José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue..."
Y esto al menos es únicamente lo que deberíamos habernos encontrado en el particular Belén de Judea montado en la Caseta Municipal, pero la historia se complicó un poco:
Un coqueto ángel anunciaba a María su próxima y sagrada maternidad, incorporando a la escena a una amable vecina de Nazaret que pasaba por allí.
Cerca, en Jerusalen, a las puertas del castillo de Herodes, un vacío sospechoso. Ni los guardias de Herodes ni los soldados romanos. Silencio también en la cercana Belén. Puestos abandonados, ausencia de vecinos... Quizá el frío de la noche o la celebración de la Nochebuena... Los únicos que se divisaban cerca de Belén eran unos pastores que, curiosamente, no parecían tener intención de moverse del lado del fuego... Pastores tristes sin ovejas. ¿No tenéis corderillos?, les preguntamos. "Es que nadie nos ha querido dejar ninguno", contestan.
Pero la economía prima. Y el bolsillo. Y el sentido último del montaje del belén: Los únicos que permanecían en sus puestos eran los responsables de la "recaudación" que hará posible el viaje a tierras más cálidas, allende los mares, cuando el curso acabe. Quizá Italia, ójala un crucero, pero probablemente Mallorca... Muchas ganas de trabajar, pese al frío de la noche, por un sueño común: su viaje de fin de curso. Para que luego digan que no aprenden economía y matemáticas en las aulas. Y fieles en sus puestos encontramos a las taquilleras de la entrada, a los vendedores de chocolate y a los castañeros, que nos ofrecen su mercancía.
Conscientes también de la nueva subida de la luz que llegará a principios de año, las mujeres de Belén aparcaron lavadoras y secadoras y volvieron a recuperar las antiguas costumbres a la orilla del río; que el recibo sube, y la cuesta de enero será dura...
Más vacíos en Belén. ¿Han cerrado las empresas de forja, las carpinterías, la alfarería, arrastradas por la crisis...? Tantas y tantas pequeñas empresas familiares desaparecidas...
Pero al fondo, los que nunca abandonan: José y María, fieles custodios de Jesús recién nacido, junto al ángel que cantó la buena nueva.
Y los Reyes Magos, que nunca deben faltar en los belenes españoles, ni en las casas españolas... aunque estén muertos de frío, más acostumbrados a su clima de Oriente...
De pronto, un revuelo. Se abren las puertas del castillo y aparecen los desaparecidos vecinos de Belén. Poco a poco van volviendo a sus ocupaciones, a sus puestos de mercado, a sus fraguas y oficios: fruteros, herreros, carpinteros, pastores y pastoras, vecinos y vecinas varios trasegando por las calles de la aldea... Belén vuelve a tomar vida. Y detrás los soldados... ¿Acaso tenía retenido Herodes a los habitantes del belén en su castillo? ¿Acaso la derogación de la doctrina Parot los había vuelto a dejar en libertad, a todos de golpe?
Pero la historia es más sencilla, a veces. ¿Dónde estabais metidos, habitantes de Belén? "En la calle, -contestan pastores, comerciantes y soldados, cansados, enfadados, hartos-. En la calle, intentando meter al burro."
En burro, en realidad la burra, había llegado al portal a primeras horas de la tarde, y desde primeras horas de la tarde estaban los pobres alumnos de 4ª de la ESO del Instituto Marmaria intentando meter al burro en el belén. No lo consiguieron. Y mientras continuaban resignados con sus vidas y sus sueños de viajes en el interior de la Caseta, la burra se paseaba, tranquila y ausente, por los Paseos del Espino.
MORALEJA: No seamos burros, como la burra, y pasemos estos días al Belén Viviente de la Caseta Municipal para echarle una mano a nuestros chicos del Instituto, colaborando con su viaje fin de curso.