La Procesión del Santo Entierro del 2017 estuvo marcada por las buenas temperaturas y la alta participación de fieles, tanto dentro como presenciando el cortejo de la procesión general de la Semana Santa de Membrilla. Poco sospechaban todos los que disfrutaron de aquél excepcional Viernes Santo que habrían de pasar cinco años, -tras cuatro ediciones de silencio obligado-, para volver a vivir la solemnidad del paso de Cristo Yacente por las calles de la localidad.
Después llegó la lluvia del 2018 y lo que el párroco Raúl definió como “procesión interior” en un templo repleto de vecinos, cofrades, músicos, romanos, manolas y penitentes en el que una sencilla oración, salpicada de algunas notas musicales, suplió el vistoso desfile de pasos y nazarenos, que tuvo que suspenderse cuando la primera hermandad ya estaba formada a las puertas de la iglesia.
Más dolorosa si cabe fue la ausencia en las calles del Yacente el Viernes Santo en el que cumpliría el 75 Aniversario de su llegada a la Semana Santa local, un año después. La incesante lluvia de la tarde frenó la Procesión del Santo Entierro e incluso desalentó a los penitentes de acercarse a una iglesia prácticamente vacía.
Para dramáticas las horas del 2020, con un templo cerrado en pleno estado de alarma, con los fieles confinados obligatoriamente en sus domicilios y el párroco predicando en la soledad de una nave oscura y vacía. Aconsejados por la prudencia, el Santo Entierro, como el resto de las procesiones, no salió a la calle en la edición 2021, una Semana Santa vivida exclusivamente a través de los actos litúrgicos en Santiago el Mayor.
Tras cuatro ediciones de ausencia, la Procesión del Santo Entierro fue un poco como aquél «decíamos ayer» atribuido a Fray Luis de León: como si no hubiese pasado el tiempo ni una pandemia, salió a la calle en una extraordinaria noche de Viernes Santo, marcada de nuevo por las altas temperaturas. Muchos fieles integrando las filas de nazarenos, con ganas de acompañar a sus titulares. Más público que nunca en las aceras y plazas, repletas de sillas, observando en silencio el tránsito de los pasos:
La fidelidad de apóstoles como María Magdalena y San Juan Evangelista. El sufrimiento del Cristo de la Agonía y del Cristo Crucificado, el dolor de la Piedad, el simbolismo del Calvario…
Un silencio que se hacía más profundo al paso del Yacente y, después, de su Madre en Soledad.
Había ganas de Viernes Santo en Membrilla y se vivió con mayor intensidad que nunca.