“Quizás la única forma de vivir el Viernes Santo sea acompañando a Jesús: es Él quien muere en la cruz para que nosotros no tengamos que morir eternamente. El Viernes Santo, Jesús lo hace todo, para que nosotros no tengamos que hacer nada: solo acompañar y contemplar.”
Es una reflexión de nuestro querido y anterior párroco Juan Serna Cruz para el Viernes Santo, dentro de la serie de pensamientos y meditaciones para estos días de Semana Santa, a través de la Diócesis.
Este Viernes Santo sólo nos ha quedado acompañar a Jesús en la intimidad del templo o en lo más profundo y espiritual de cada persona. A diferencia de las tristes horas del 2020, al menos hemos contado con un templo abierto, con aforo, pero abierto.
Pero el dolor cofrade ha quedado patente en muchos vacíos, en la ausencia de sus pasos de Semana Santa, del olor a romero y cera y flores en el templo.
Otro Viernes Santo triste sin contemplar al Nazareno en su camino del Calvario, sin sentir la presencia cercana de la Madre en Soledad apoyada siempre en san Juan, el discípulo amado, sin presenciar el episodio de la Verónica, sin ser conscientes de la presencia de María Magdalena, apóstol.
Tristeza infinita de no acompañar a María dolorosa a los pies de la cruz, de no acompañar en la muerte misma al Crucificado o no poder sentir la Piedad de la madre…
Un año más sin contemplar en el templo el Calvario vacío y el Sepulcro callado, impresionante, presidiendo la triste noche del Viernes Santo…