Cuando la primavera adorna nuestros campos, con sus primeras mieses que nos hablan de su esplendor; cuando la Pascua nos sigue agasajando con sus alegres aleluyas de resurrección, cuando llevamos flores a María en el hermoso mes de Mayo, celebramos en este domingo la festividad de San Isidro Labrador. Quitando lo que puede ser leyenda en su biografía nos fijamos en lo sustancial de su vida: Isidro fue un hombre de Dios y eso le ha valido un puesto –más que merecido-- en el calendario cristiano.
1.- En una mano el arado y en la otra la oración. Así fue este hombre. Sabía que su esfuerzo y tesón eran regalos bajados del cielo. No descuidó ni lo uno ni lo otro: trabajaba mirando hacia la tierra pero su corazón alababa incesantemente a Dios.
Supo llevar su alma cristiana al día a día. Cuando tantos de nosotros estamos sumergidos en el puro activismo porque nos resulta muy difícil combinar “fe y trabajo”, San Isidro logró armonizar perfectamente los dos aspectos. El “ora et labora” de los monjes benedictinos lo supo custodiar y vivir en primera persona. Dios era lo esencial y a Él se consagraba con las primeras luces del día. ¿De qué servirían aquellas labores agrícolas el día de mañana? ¿Merecía la pena gastarse en el arado cuando lo único que estaba llamado a fructificar eternamente era su profunda fidelidad a Dios?
Estos interrogantes nos vendrían muy bien a nosotros, como fondo y planteamiento de nuestro vivir: vamos de un lado para otro, hacemos muchas cosas, contamos con una técnica que nos abarata costes y nos evita esfuerzos mayores. Pero ¿y la vida en Dios? ¿La cuidamos? ¿La embellecemos con el arado de la oración, la humildad, la paciencia o la confianza en Dios?
Tan peligroso para una vida cristiana es el tener los brazos cruzados y ociosos como una existencia atestada de actividad. Las dos tienen algo en común: que no hay espacio para Dios, que no hay lugar para la búsqueda o el descanso en Dios.
2.- San Isidro, con su ejemplo honrado, nos coloca en aquel punto donde podemos encontrar el equilibrio perfecto: rogar y labrar, cultivar y adorar. Es decir: trabajar sin olvidar a Dios y alabar a Dios sin dejar de cumplir con nuestras obligaciones sabiendo que Dios nos ama.
¿Cuál fue el secreto de San Isidro para ser santo: que trabajaba de sol a luna? ¿Que Dios bendecía con especial mano divina sus sembrados? ¿Que asistía, con las primeras luces del alba, a la Eucaristía? Sí…pero no. El gran secreto de San Isidro es que se sentía amado por Dios. Que, en todo lo que hacía y decía, sabía que encontraba la presencia amorosa de Dios. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es ser santo? Ser santo, como San Isidro, es sentir a flor de piel el inmenso amor que Dios nos tiene. Es dejar en sus manos lo que somos y lo que hacemos. Es caer en la cuenta de que el Espíritu Santo es el que anima y alienta nuestro vivir, nuestro trabajar y quien reconforta nuestro sufrir.
3.- El futuro de nuestra fe, hoy amenazado con grandes nubarrones y tormentas donde muchas almas se pierden y pueden condenarse, depende en gran medida de la siembra que vayamos realizando en ese campo de inmensas posibilidades como es la familia. Ahí es donde hemos de impregnar a las futuras generaciones, a todos esos niños pequeños que venían en la procesión del santo vestidos de manchegos, como nos recalca muchas veces nuestro Obispo D. Gerardo, la seguridad en la fe, las convicciones religiosas y morales y los valores que –más allá del relativismo que nos invade- permanezcan inalterables en nuestra conducta, en nuestra formación y en nuestra conciencia. El mensaje liberador y humanizante de Jesús hace necesaria una Nueva Evangelización que tiene que llegar fresca y llena de vida como esta mañana de mayo a los niños y jóvenes y eso es responsabilidad de todos: de los padres, en primer lugar, de los abuelos, de los educadores, maestros, catequistas y también de los pastores de la Iglesia, sacerdotes, obispos y el propio Papa, como Pastor supremo de la tradición eclesial que se debe transmitir.
4.- Hay que pedir a San Isidro labrador trabajo para vivir y fe para alabar y bendecir a Jesucristo que es el Camino, la Verdad y la Vida, como hemos escuchado en el Evangelio de hoy.
-Frente a las confusiones de las ideologías dominantes, Jesús, no es un camino entre muchos, sino EL Camino. El único camino que aporta seguridad y confianza.
-Frente a las falsedades, maquilladas de verdades relativas en la líquida sociedad postmoderna, se alza la verdad de Jesús sustentada en Dios y no, como la del mundo, en los intereses de unos pocos poderosos sobre otros muchos débiles, que son siempre las víctimas.
-Frente a la muerte, a veces pregonada como avance y como un negocio (vientres de alquiler, aborto, eutanasia, muerte asistida) o como un macabro entretenimiento (la ballena azul de Internet), Cristo nos recuerda que su proyecto es un plan de vida y que nadie, excepto el Padre, puede considerarse dueño de la vida de los demás porque sólo Jesús es el camino de la Vida eterna.
El mayor peligro y contradicción que muchos católicos podemos tener es hacer de Jesús un atajo (no camino) por el que nos colamos cuando queremos para recibir simplemente unos sacramentos; cuando lo entendemos como un consejo (no como verdad suprema) o cuando lo usamos para vivir momentos puntuales pero no toda nuestra vida.
5. Nos queda una asignatura pendiente: creer y conocer más y más a Jesús. Para testimoniarlo bien, primero hay que sentirlo vivo (como María, en su Inmaculado Corazón), reconocerlo e imitarlo (como San Isidro labrador y su mujer Santa María de la Cabeza, como los santos pastorcillos Francisco y Jacinta Marto recién canonizados, como san Juan de Ávila, como Santiago el Mayor y todos los santos)
Termino con una sencilla ORACIÓN a SAN ISIDRO: Como tú, San Isidro.
Con los dos ojos labraremos la tierra:
Con uno mirando al cielo,
para que Dios bendiga nuestro esfuerzo,
y con el otro, en la zanja,
para que no nos falte el alimento.
Ayúdanos, San Isidro,
a empujar con divino aliento
la aguijada sobre el duro suelo.
Hoy, como nunca, amigo labriego
necesitamos de tus manos
para saber guiar el timón
de nuestra fe, de nuestra vida y trabajo.
Te pedimos que, ante Dios,
hagas presente la oración
de este pueblo que, con espigas en sus manos,
oraciones en sus labios,
y cestas de mimbres rebosando frutos,
vinos generosos
y pan recién sacado del horno
ama a Dios sobre todas las cosas
y proclama con la fe de nuestros padres:
¡Bendito sea el Señor
que nos da la tierra
que nos devuelve
el ciento por uno
cuando se le trata con
esfuerzo humano y abono divino!
Que la Virgen del Espino que nos mira con amor desde su ermita cercana, en este mes de Mayo, mes de María, mes de Fátima, vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos y nos bendiga, junto con san Isidro, a nosotros y a todo nuestro querido pueblo de Membrilla.
¡¡¡¡Feliz romería!!!!
Amén.
Raúl López de Toro, párroco
Homilía para la Romería de San Isidro. Membrilla 14 mayo 2017