La romería de San Isidro en Membrilla puede compararse perfectamente con el cuadro de La pradera de San Isidro, de Goya: ambas son pequeñas manifestaciones de la devoción de un pueblo al santo madrileño. Un pequeño pueblo al sur de La Mancha; un pequeño lienzo de apenas 94x44.
Pero eso sólo en lo que a tamaño se refiere. También son similares en su grandeza: en la riqueza de matices, en la dispersión de sus múltiples puntos de atención, en su estudiada composición, en su esplendor cultural y costumbrista...
Nuestra romería de San Isidro bien puede construirse a base de pinceladas…
Destaca la figura del Santo: Un San Isidro que llegó no hace ni un siglo a Membrilla para suplir la imagen destruida y la devoción agraria interrumpida y que ha ido incrementando su importancia progresivamente, protagonizando una romería consolidada y en constante crecimiento.
En el centro de su devoción, la Misa de Campaña en el Parque del Espino, escenario romero a modo de Pradera del santo. Y siempre, el mensaje del párroco, especialmente cuidado. Nos recordaban este año cómo nos perdemos en la vorágine informativa de este mundo a veces terrible, a veces banal, sin pensar en lo verdaderamente importante. Y nos recomendaban la lectura de la Instrucción Pastoral de los Obispos españoles Iglesia, servidora de los pobres, un documento en el que muestran su “preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española”. Una preocupación que se centra en los nuevos pobres y las nuevas pobrezas de la sociedad; también en la pobreza del mundo rural, que vive bajo el patronazgo de San Isidro, y que tiene menos resonancia en los medios de comunicación. Sin olvidar la gran preocupación que despiertan en los ciudadanos los procesos de corrupción entre los políticos y, pincelada muy importante, el empobrecimiento espiritual de nuestra sociedad, el “olvido de Dios”.
Una intención pictórica: Sumar a ediciones futuras de este cuadro la imagen de Santa María de la Cabeza, acompañando a su esposo San Isidro en esta devoción y romería.
Un trazo colorista dentro de nuestro lienzo lo compone la misma procesión del Santo. La frescura la aportan los pequeños mancheguillos que preceden la imagen, tractor incluido. El contrapunto cultural, la Asociación Musical Santa Verónica, siempre creciendo y revistiéndose en esta ocasión con el traje castrense de las marchas militares del Ejército Español, en recuerdo a los orígenes de su repertorio. Y este año, por primera vez en la procesión, con el matiz de igualdad en las andas del Santo portadas por las mujeres de la Hermandad.
Los cientos de madrileños de la Pradera de San Isidro se hicieron membrillatos en nuestro cuadro romero: 124 casetas instaladas en el recinto; más de 1800 romeros disfrutando de dos días de convivencia sana, ordenada y cabal, en la que este año ha destacado la responsabilidad y la limpieza. Más los que quisieron sumarse a la celebración en las verbenas y actos organizados, muchos llegados de fuera, incluso desde Almonte.
Escenas costumbristas: Juegos de niños y mayores, repartidos a lo largo de la semana, recordándonos por una vez al año que es tan divertido jugar al “pañuelito” o al futbolín que a la Play, aunque no lo queramos reconocer. Bailes de niños y mayores, pumba-pumba o jotas y seguidillas (este año, por fin, a la sombra del escenario) o pasodobles, da lo mismo; que lo importante es bailar. Y buen jamón, buen vino y buen queso, que para algo estamos en La Mancha y aquí San Isidro es labrador manchego.
Como contraste a la luz, el recuerdo de las sombras y la implicación solidaria de la Hermandad y de los vecinos para combatirlas. Este año, una parte de los beneficios de la barra y de la paella del sábado, de la que se sirvieron más de 400 raciones, para el proyecto solidario de la Fundación Ruta de la Luz de ayuda a los países del Tercer Mundo en la mejora de su salud visual, personalizada en la figura de Carmen Rosa y su óptica. Una intención en la que se volcaron todos los vecinos.
Pinceladas divertidas, como los toboganes gigantes de Seguros Bilbao, los hinchables, la espuma, las “gachas” infantiles con la tierra del recinto, los churretes y las deportivas de color incierto…
Pinceladas curiosas, como la de los dos turistas que buscaban los melones y la feria que un cartel anunciaba a la entrada del recinto ferial: Nuestra feria del Melón. (Definitivamente, no era buen momento y lugar para una pancarta así)
Pinceladas entrañables, que ya forman parte importante de la romería en sí: la del cuerpo de menudos tamborileros que todos los años acompañan al santo en su traslado desde el recinto ferial hasta la ermita del Espino.
Y cientos, miles, de pinceladas más en un cuadro pintado por todos los vecinos de Membrilla, en el que no sería de justicia olvidar la principal mano ejecutora: La Hermandad de San Isidro Labrador. Un grupo de jóvenes que apenas roza los cuarenta años, -empezaron con menos de 30-, y que han demostrado que la juventud de Membrilla, si quiere, sabe construir cosas y hacerlas bien.