Queridos hermanos sacerdotes, queridos miembros de las hermandades de Jesús y la Soledad, y del resto de juntas del pueblo y aquellas venidas de fuera, autoridades, queridos hermanos todos:
Durante tres días nos hemos ido preparando para esta celebración con el triduo predicado por los sacerdotes del pueblo y también con la oración del Vía Crucis del viernes y el Santo Rosario de ayer sábado.
Vicente Díaz-Pintado nos habló el jueves del sentido y la misión de las hermandades religiosas destacando su papel evangelizador desde una mirada agradecida a la tradición del pasado pero con la esperanza de un futuro renovador para ellas. Nos dejó esta pregunta: ¿qué queremos que sean nuestras hermandades y cofradías?
Pedro Crespo centrándose en la figura de Jesús, nos propuso para seguirle tomarse en serio las indicaciones que nos ofrece la Iglesia como se siguen los consejos del médico para tener buena salud y aprovechar estas celebraciones no para quedarnos con la herencia que pertenece al Hijo sino para dar mayor gloria a Dios y no a nosotros mismos.
Vicente Elipe, fijando nuestra mirada en la imagen de la Soledad nos decía que la tristeza del corazón de María no es de rabia ni de rebeldía sino de aceptación y de ternura inocente. Y nos hacía pensar que Dios, aunque alejó su vida de las riquezas y del poder, no la alejó de la cruz ni le ahorró el dolor de ver morir a su Hijo, sino al contrario; con lo cual la Virgen se puede identificar con todas las madres que sufren ante los problemas de sus hijos y las mujeres que sufren violencia.
Tampoco olvidamos la estupenda charla de formación sobre el culto a las imágenes de Jesús y la Virgen de Rubén Villalta que nos hizo un recorrido histórico sobre cómo la Iglesia ha ido modelando la veneración a la imagen de Cristo y la Virgen, no como una adoración de los ídolos paganos sino como icono de la Encarnación divina de la Humanidad de Cristo que nace de María, ya que Dios mismo ha revelado su imagen y el arte la ha ido reflejando en múltiples símbolos e imágenes sobre todo, a partir de la sábana santa.
Nos ha ayudado a esta celebración ver la exposición sobre la historia de estas dos imágenes que se ha puesto en la sala capitular y que, en su humildad, ha sacado a la luz interesantes documentos hasta ahora desconocidos para la mayoría del pueblo. Y también ayer ha hecho su presencia la caridad con los pobres, en forma de generosa y abundante donación de alimentos para Cáritas.
Hoy por fin llega el momento más solemne y esperado del 75 aniversario en la celebración más importante que tenemos los cristianos: la Misa del Domingo. Y tras ella, el desfile procesional por las calles del pueblo.
Precisamente porque la Eucaristía es la acción de gracias del Señor, creo que el sentimiento y la oración principal que hoy tenemos todos en el corazón es el agradecimiento. Damos muchas gracias a Dios y a la Virgen por estos 75 años de historia de devoción, de fe y de culto que estas dos hermandades han ido sembrando en nuestro pueblo y nuestra parroquia a lo largo de todo este tiempo.
Hace ahora 75 años, y aún quedan testigos vivos que guardan lúcida memoria, como nuestro querido sacerdote don Pedro Roncero, España y también este pueblo de Membrilla trataba de reparar las heridas del gran horror y el gran error que es una guerra civil; mejor sería llamarla in-civil, porque sabemos que la guerra es el mayor pecado de la humanidad y que no tengamos que conocerla nunca de cerca, como decían nuestros abuelos.
La parroquia y no sólo me refiero al templo, tenía muy recientes las cicatrices que dejan estos trágicos acontecimientos históricos en los paisajes del alma, tanto de las personas como de las cosas.
Si por fin, después de acabar la guerra nuestros antepasados quisieron traer al pueblo al Nazareno y a la Soledad en estas imágenes así representadas y hoy presentes era porque, tanto en Jesús con la Cruz a cuestas como en la Virgen que lo acompaña en la Soledad con lágrimas de dolor, aquellos hombres y mujeres veían en ellas las imágenes que mejor podían representar y reflejar los sentimientos que más profundamente necesitaban: el perdón y la misericordia divina. Perdón y misericordia que debían derramarse en exceso para superar el tremendo pasado y encarar sin violencia una nueva etapa con nuevas esperanzas, un nuevo inicio en paz que sin la fe religiosa hubiese sido casi imposible de realizar, pues superaba las fuerzas humanas. Necesitaban no algo sino alguien que conociera lo que ellos sentían. Necesitaban alguien que hubiera compartido lo mismo que ellos y alguien que los comprendiera en su corazón y que es lo que estas dos imágenes representan de verdad. En definitiva, necesitaban alguien a quien rezar y sentirse escuchados con piedad y compasión.
Con la tradición religiosa interrumpida y ahora reanudada querían superar el miedo y volver a una normalidad donde la vida del pueblo y la del pueblo de Dios, que es la Iglesia, recuperaban entre oraciones, súplicas y procesiones, la identidad de unas raíces muy hondas que no querían perder y que ni siquiera aquel drama pudo arrancar de sus corazones. Eran las raíces de la fe cristiana popular que tras la purificación martirial, como si fuera una auténtica poda de sangre, resurgiría más vigorosa que antes.
Hacer un acto de este tipo, como homenaje y reconocimiento público, podría parecer, para algunas personas, incluso sinceramente católicas, algo excesivo o fuera de lugar en el contexto de nuestra España actual que gracias a Dios es democrática y aconfesional en su Estado político; aunque socialmente, no ya laica sino muy cercana a un neopaganismo que ha apostatado silenciosamente de Cristo y de los valores evangélicos y los rechaza y ataca. Prueba de ello son muchos de los mensajes que se difunden por los medios de comunicación y las redes sociales. Pero también hay cristianos que están tomando conciencia de este nuevo contexto social y asumen el compromiso de su fe.
Precisamente el otro día me llegó un mensaje por Twitter que decía esto: “Los mismos que os dicen que os guardéis vuestro cristianismo en casa, son los que se permiten imponer su ateísmo a toda la sociedad”. Y esto, entonces como ahora, no es libertad ni democracia, sino todo lo contrario.
Por eso, a mí me parece que este homenaje se debe interpretar todo él en positivo. Es prueba de la mejor salud de un pueblo cristiano consciente y maduro de su posición en la sociedad. De hecho, la iniciativa del mismo ha partido de las propias hermandades dirigidas por laicos y no por eclesiásticos, aunque las apoyemos en todo. No tengamos pues, complejos. No tengamos miedo. Como dice santa Teresa de Jesús, “Nada te turbe. Sólo Dios basta”. Al igual que Cristo, los cristianos no vamos a vencer en este mundo por la fuerza del poder ni alimentando odios, enfrentamientos o partidismos sino todo lo contrario, sólo vamos a convencer con el amor entregado al sacrificio de perdonar e incluso dar la vida por aquel que nos rechaza, como hizo Jesús en la Cruz o sufriendo la impotencia y la soledad de ver morir al ser más querido, como le pasó a la Virgen María, Madre del Señor.
Se cumple la palabra de Dios de la carta de san Pablo: La necedad de la Cruz, que para este mundo moderno es ignorancia y debilidad humana, es la sabiduría y la fuerza de Dios. Lo mismo nos dice Cristo: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré (era el templo vivo de su Cuerpo)”. Y así fue en la resurrección, que es el Misterio más grande de nuestra fe: la victoria del amor y de la vida.
De hecho, esta iglesia se reconstruyó, las imágenes, aunque no sean las originales, se volvieron a tallar y las heridas, aunque quedaron cicatrices, se cerraron y no hay necesidad de volver a abrirlas. Lo que salva es el amor y el perdón.
Como reza este poema de Benjamín González-Buelta, titulado “Reconciliación”:
La sangre del justo
y la del malvado
pasan por tu mismo corazón.
La espalda del que golpea
y la que recibe el latigazo
son parte de tu mismo cuerpo.
En tus lágrimas
lloran el dolor del bueno
y la confusión de su agresor.
Tu misma ternura
abraza el rostro de tu madre María
y el que reparte tu túnica.
En tu corazón no hay excluidos,
en tu cuerpo todos cabemos,
en tus lágrimas todos lloramos,
en tu ternura todos existimos.
¡Déjame entrar contigo, Señor, en tu misterio,
y vivir en el hogar de tu pasión
donde reconcilias lo imposible!
Y ahora mirando al futuro, me dirijo a los dirigentes actuales y a los más jóvenes y niños, próximas generaciones. Como Jesús en el templo, necesitamos purificar nuestra fe y profundizar más y más en ella. ¿Qué hacemos hoy en nuestras hermandades y cofradías? ¿Qué son actualmente? ¿Qué imagen estamos dando? Quizás hoy es una imagen mejor y más hermosa que la de ayer, pero miremos más detenidamente, con la mirada de Jesús y de la Virgen. No siempre somos como debemos ser. Hay entre nosotros envidias, recelos, rivalidades, desconfianzas, críticas destructivas, orgullos y soberbias disfrazadas de devociones a tal o cual imagen. Eso no es cristiano ni de Jesús ni de la Soledad ni de nada. Tenemos que hacer un buen examen de conciencia. Aún estamos a tiempo. Jesús va de camino con nosotros en la cuaresma hacia la Pascua. Él nos ofrece su alianza, como Moisés ofreció al pueblo la alianza de los 10 mandamientos. No seamos como el pueblo judío, que no cumplió esta alianza en la mayoría de su gente. Jesús y la Virgen nos ofrecen su ejemplo hoy. Su presencia extraordinaria merecen nuestro respeto, devoción y oración, merecen nuestro compromiso. Se nos tiene que notar algo nuevo, se nos tiene que ver el plumero cristiano y cofrade. Sin complejos. Sin miedos. Decir sí a Jesús y decir sí a la Soledad es decir sí a la VIDA, sí a la defensa de los débiles y los más pobres, decir sí a la honradez y no robar, no adulterar ni tener pensamientos ni deseos impuros, no mentir ni aparentar lo que no somos como los fariseos que condenaron a Jesús. Tener humildad, que es andar en la verdad, como decía santa Teresa de Jesús. ¿Qué mandáis hacer de mí?
Termino. Ha sido un acierto hacer este acto de memoria y de agradecimiento y hacerlo de esta manera, como homenaje a todos los que lo hicieron posible entonces y lo han mantenido hasta ahora. Han salido a la luz documentos desconocidos. Han sido unos días, meses para los que lo han preparado, de mucho trabajo pero también de mucha bendición. Días de verdadera hermandad y comunión entre estas dos juntas. Días de caridad y de oración. Gracias. Muchas gracias a todos los que han hecho posible. Que Dios que es buen pagador os lo pague de verdad.
El futuro no lo sabemos pero si tenemos la esperanza de que dentro de 25 años se pueda celebrar aún mejor el centenario. Hay gente joven y niños que me escuchan. No dejéis perder la tradición de la fe, la herencia recibida, lo mejor de nuestras raíces e identidad. No os dejéis robar la alegría de la fe de Jesús Nazareno y de la Virgen María, Nª Sª Soledad. Amén.
Raúl López de Toro
Párroco de Membrilla